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« Previous Page Table of Contents Next Page »El yacimiento de la desaparecida ciudad de Saltés. Casa de Velázquez, Madrid.
De Tartessos a Saltés
Orígenes de Huelva y su entorno
a occidente por el interior de las colinas terciarias y que no es difícil localizarlo en las faldas del “Conquero” por la humedad del terreno, el color rojizo que toma la ladera y la abundante vegetación de su entorno, permi-tiendo extraer el agua mediante una caña o un tubo, de ahí que esta zona de los cabezos sea llamada popular-mente, aún hoy, “el chorrito”.
Llegados a la ciudad que llamaron Onuba, los romanos supieron aprovechar la escasez de agua construyendo, en la segunda mitad del siglo I, un acueducto subterrá-neo que no se nutría de una fuente, sino del acuífero de los cabezos, cuya agua recogía y conducía con diversos ramales. Una obra ingente que no sólo transportaba el agua, sino que permitía decantar la arcilla arrastrada en cámaras de nivelación y depósito, que eran limpiadas gracias a respiraderos horadados en la superficie de los cabezos, facilitando así que se pudiera bajar hasta las cámaras. Realizada obra con ladrillos y pizarras, coinci-dió con el momento álgido de las salazones de Onuba , tiempo en el que también se usaron tuberías de hierro y plomo en algunas casas.
Tras la caída del mundo romano nada sabemos del acueducto en tiempos de los visigodos. Será a fines del siglo X o los inicios del XI, cuando se vuelve a tener no-ticias por los musulmanes, que abovedaron parte de la galería y reforzaron el brocal de algunos respiraderos, según se desprende de la intervención arqueológica.
Un siglo después de las obras, el musulmán Idrisi es-cribió: “la isla de Saltis… está rodeada por todas partes por el mar. Del lado de oeste casi toca el continente, pues el brazo de mar… sólo tiene… medio tiro de piedra, y por este brazo… se transporta toda el agua necesaria para el consumo de sus habitantes”. Cu-riosa y quizás equívoca descripción la de Idrisi, pues si Huelva siempre estuvo escasa de agua y Saltés la recibía de ella, no se entiende que en cada casa de la isla existiera un pozo de agua potable, según escribió
Himyari, y un extraordinario sistema de aguas resi-duales. No obstante, los geógrafos árabes hablan de la abundante agua de lluvia recogida, de los prados siempre verdes y los magníficos jardines, aunque no se han encontrado aljibes.
Saltés con agua y Huelva tasándola aun con el acue-ducto, siempre expuesto a la propia geología de los cabezos que, con sus frecuentes desprendimientos a través de los siglos, ha condicionado la vida de Huelva. Esta dramática realidad y las modificaciones urbanas, sobre todo desde la década de los sesenta del siglo XIX por la explotación de las minas y el crecimiento de la capital de la provincia, supuso el desmonte de los cabe-zos del Molino de Viento y el del Cementerio Viejo, y modificó el de San Pedro, de cuya ladera occidental se tomó la tierra para desecar las marismas de los Bajos del Carmen, cuya finalidad fue aumentar el suelo urba-nizable hacia la ría del Odiel y eliminar los mosquitos que provocaban el paludismo endémico de la época.
Cien años después, la implantación de la industria química provocó una nueva migración hacia Huelva que, necesitada de suelo urbano, dio al traste con los cabezos de San Andrés, del Pino, La Esperanza, de La Horca e irónicamente, el de Roma.
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H U E LVA MA R Í T I MA Y M I N E R A . 1 9 2 9 [ 6 1 ]
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