Sanzol y todos sus actores se han superado a sí mismos. NO SE PUEDE HACER MEJOR. La comedia española, lo sabemos desde hace años, se sitúa en un lugar privilegiado de la historia del espectáculo vivo gracias a la sensibilidad de este autor y director que mima a sus actores.

La respiración es un canto a atrapar la vida, a vivirla “caiga quien caiga” o, mejor dicho “nos caiga lo que nos caiga”. Pocas veces lo vanguardista se une a lo popular para dar como resultado un obra de arte de tantos kilates como los que contiene esta pieza. Para ello hay que estar en estado de gracia y eso es lo que ha ocurrido con esta producción que nos hace desternillarnos de risa, acariciándonos a la vez.

Sanzol ya ha llorado lo suyo y también reído durante la escritura del texto. Ha sido liberador, confiesa. Le ha servido para aceptar la soledad no como algo negativo, sino como una realidad que no se tiene por qué vivir con dolor. Él ya ha experimentado esa famosa catarsis que acompaña al teatro desde siempre. “El teatro es capaz de curar las heridas. La respiración tiene algo de esa búsqueda del efecto curativo. Me gustaría que el público al salir de ver la función tuviera más confianza en sí mismo y en el que tiene al lado. Se habla de soledad, es verdad, pero también de la superación de las frustraciones y de esa propia soledad”. Como dice la canción final: “Las lágrimas del amor son de todas las lágrimas las más cálidas”.

La respiración cuenta la historia de Nagore, una mujer que, un año después, no ha superado todavía su separación. Y para curar la sensación de soledad que tiene cuando su hija está con el padre -cuenta el autor-, hace aparecer a su madre y a sus amigos; ella le introduce en una fantasía, una historia de amor con varios hombres.

La respiración, la nueva comedia de Alfredo Sanzol en el Teatro de La Abadía de Madrid, es una joya brillante y divertidísima con actuaciones sobresalientes. Esto decía Marcos Ordoñez en su crítica, publicada en Babelia-El País

En definida un espectáculo para todos los que se la juegan. Para todos los que ganan. Para todos los que pierden. Para todos los que han conseguido aprender a empatar con la vida.