ENCUENTRO CON EL PÚBLICO: Viernes 26 de noviembre después de la función en la sala A.
Teatro Central Sala A
Calle José de Gálvez, 41092 Sevilla
TANYA BEYELER/PABLO GISBERT/EL CONDE DE TORREFIEL
Idea y creación: EL CONDE DE TORREFIEL en colaboración con LOS PERFORMERS
Puesta en escena y dramaturgia: PABLO GISBERT y TANYA BEYELER
Texto: PABLO GISBERT
Con la colaboración de 10 INTÉRPRETES LOCALES
UNA OBRA PARA LOS TIEMPOS DEL SELFI, EN LA QUE EL ESCENARIO SE LLENA DE SERES SIN ROSTRO.
Una suerte otra de apelar a la mirada del espectador, de observar, de reivindicar la contemplación de lo visual, de escribir, de decir los textos, de acudir a la reflexión… en definitiva, de contaminar lenguajes artísticos, parece haberse instalado en los últimos diez años en el panorama de las artes escénicas en nuestro país. En la era del zapeo, de la velocidad: otro tiempo demorado se nos impone. Son artistas jóvenes y sobradamente preparados, de horizontes amplios, de libre circulación... que se contaminan y colaboran entre sí. Se trata de Marcos Morau/La Veronal, Celso Giménez y Violeta Gil/La Tristura (habituales del Central) y por supuesto Tanya Beyeler y Pablo Gisbert/El Conde de Torrefiel con quien Sevilla tenía una asignatura pendiente. Todos ellos difíciles de ver en los teatros españoles, dándose la paradoja de ser no solo aplaudidos sino coproducidos, por los escenarios más destacados del circuito internacional.
En los tiempos de Facebook, el gran ágora global, el gran vertedero de perfiles, Pablo Gisbert y Tanya Beyeler, las dos personalidades de El Conde de Torrefiel, convierten el escenario en una plaza habitada por seres sin rostro. En los tiempos del selfi, El Conde, como dice Roberto Fratini, se dedica a ofrecernos, exponiéndola, la sonrisa alelada de una humanidad que está sacándose el último de sus autorretratos.
La plaza toma el espacio público como paradigma reducido del mundo contemporáneo.
La plaza —dice Tanya Beyeler— es un cuadro más impresionista. Es ver cómo aquello que vemos, las imágenes que pasan frente a nosotros, al final afectan la percepción de eso que vemos y la que tenemos de nosotros mismos.
La plaza —dice Pablo Gisbert— es un trasunto de la idea de pueblo, de la idea de ciudad, de la idea de humanidad. Es una figura poética para hablar del mundo entero.