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Carmen Calvo Poyato
Consejera de Cultura


PICASSO: OPERACIÓN RETORNO

A mediados de los cincuenta, dos camiones pusieron rumbo a España con el objetivo de dejar en Málaga unos cuadros que llevaban la firma del que ya era uno de los grandes artistas del siglo XX. Cualquier museo del mundo los habría acogido encantado, es más, hubieran hecho cualquier cosa por asumir esa carga que a algunos les pareció entonces demasiado pesada. Aún hoy, hay coleccionistas que no dan crédito al relato de un retorno frustrado que, desgraciadamente, forma parte ya del anecdotario de la historia del arte.

Lo maravilloso del caso es que esa Historia, tan cicatera a la hora de dar segundas oportunidades, ha proporcionado a los andaluces una nueva ocasión para reconciliarse con uno de sus hijos más ilustres. Cuando hace más de siete años inicié los contactos con Christine Ruiz-Picasso para estudiar la forma en que entre ambas podíamos hacer realidad el deseo que siempre tuvo Picasso de que su obra estuviera colgada en Andalucía, sabía que no podíamos volver a fallar, sabía que como responsable de la cultura en el Gobierno andaluz tenía que conseguir que aquellos cuadros fueran repatriados para que su luz alumbrara para siempre nuestro sur.

Las negociaciones fueron muy delicadas, pero al final, nuestra determinación y la generosidad de Christine, a la que luego se uniría la de su hijo Bernard, permitieron que el sueño comenzara a hacerse realidad. Han sido años de trabajos de tal complejidad que hubieran sido inabordables sin la pasión que desde el comienzo prendió en todos cuantos hemos estado –y seguimos estando- inmersos en esta gran aventura, en esta casi milagrosa operación retorno.

Era una cuestión que no podía resolverse sólo a golpe de talonario –aunque la inversión del Gobierno andaluz ascienda a la nada desdeñable cifra de 11.000 millones de las antiguas pesetas-, pues el dinero solo puede comprar cuando alguien está dispuesto a vender, y los poseedores de un Picasso casi nunca lo están. Al final, las más de 200 obras con que cuenta el Museo –cuyo valor superaría los 180 millones de euros en el mercado- tienen su origen en una cesión o una donación. Díganme si, en los tiempos que corren, disfrutar en estas condiciones de un tesoro de tal calibre no tiene algo de milagro.

Los efectos que generará la apertura del Museo desbordarán el ámbito malagueño para afectar a toda Andalucía. Y no me refiero sólo al indudable impacto turístico que tendrá en la zona un centro de estas características, sino a los importantes valores culturales e identitarios que el Museo Picasso trae bajo el brazo. Las nuevas salas serán un revulsivo para las artes plásticas andaluzas y constituyen, junto al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de la Cartuja sevillana, un binomio del que esperamos muchos y jugosos frutos. Además, creo que el regreso de la obra picassiana puede suponer una inyección de confianza para toda la comunidad. Los andaluces, quizá pueda decirse así, volvemos a estar dentro del cuadro.

Picasso no dejó nunca de sentirse andaluz y jamás renunció a su deseo de volver a casa a través de sus creaciones. El próximo 27 de octubre, al itinerario internacional picassiano habrá que sumar una nueva escala, Andalucía. El trabajo ha sido duro –aún lo es-, pero ya podemos prepararnos para darle la bienvenida al maestro después de tan largo exilio. Creo que saldamos una deuda con nuestra historia reciente y, al mismo tiempo, iluminamos el camino que conduce a una Andalucía mejor, abierta y más segura de sí misma.

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