Pilar Paz Pasamar
Escritora
A
sí como para el primer vocablo existe
una determinación exacta, a través
de los cambios temporales, para el
segundo, si se entiende como manera
de ser, no hay forma segura ni localización espacial
que pueda definir exactamente hasta qué punto el
ámbito geográfico puede influir en el carácter de los
habitantes y las civilizaciones sucesivas de determi-
nado territorio. Si tuviéramos alguna certeza, sería
por el testimonio, oral o escrito de aquéllos que han
visitado o vivido esta tierra, cuyo cante, por dar la
primera pista de su idiosincrasia, se entona y deno-
mina “por alegrías”. Cádiz, espacio abierto a todas
horas, a la memoria del pasado y a siglos venideros,
a la transparencia de su cielo y su luz, como el mar,
mediterránea y atlántica, fundida en el vértice frente
al continente africano donde se halla la costa gadita-
na. Conil, Rota, Los Puertos, Sanlúcar y Chipiona, La
Línea y el Campo de Gibraltar: “Ya sólo el agua nos
separa” –diría Juan Ramón desde Puerto Rico–, “El
agua, sólo el agua…” Y esa otra fluvial que acaricia las
márgenes del hoy ampuloso Jerez de la Frontera, sus
viñedos, las campiñas de bujeo y albariza, las ruinas
de Asta Regia y el Río Guadalete:
Guad-el-Leteo
, Río
del Olvido, como dicen algunos del olvido de las
guerras entre colonizadores e indígenas. Coleo y su
nave llegó el primero desde Samos hasta el entonces
islámico Puerto, hoy de Santa María. Algunos tam-
bién se refieren al olvido como si se tratara del sueño
definitivo de la Estigia, y no es de extrañar que entre
las opiniones existan lagunas más grandes que la
citada o errores de cálculo histórico gracias a esa su-
perposición de civilizaciones, unas tras otras que han
conformado el núcleo de este sur del sur hispánico.
En cuanto al paisanaje, parece que están todos de
acuerdo en que los gaditanos mantienen una actitud
parecida al título de Alberti:
Abierto a todas horas
, pero
añado que su apertura nada tiene que ver la indolencia
o pasividad que se les achaca. Una diría que el gaditano
posee la paciencia del pescador y la agilidad ingeniosa,
popular y como derivada de ciudad náutica y de co-
mercio. Así dice el cartel de un chiringuito playero: “Se
habla en todos los idiomas: por señas”. También ante la
magnificencia de cualquier acontecimiento, el andaluz
de estas lindes suele minimizar el conflicto y reducir
incompatibilidades, como el poeta Tejada cuando dice
a su amada que no se preocupe: “Mira tú que contra-
tiempo / que yo vengo del mar de los mares / y que tú
vienes de tierra adentro…” Aquel otro maestro Pemán,
dice algo que también se refiere a la actitud de apertu-
ra de la ciudad anfitriona –“abierta a todo viento y a
toda la ironía”–, no sólo la que contiene el sentido del
humor, sino la filosofía de la libertad y la aceptación de
cambios tanto en las crisis como en las etapas doradas
de su historia. Será por el influjo del agua y su dinámi-
ca por la que unas veces corre a raudales entre riscos,
como el corzo entre las peñas del pinsapar, o se evapora
en marismas y esteros, se convierte en laguna y se filtra
Tipos gaditanos, en un grabado de la
obra de viajes del Barón Taylor, 1828.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
)
Paisaje
y
paisanaje