Page 11 - Cadiz1812

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Paisaje
y
paisanaje
subterránea en los sumideros, simas y gargantas de la se-
rranía. Y esta tierra de paso migratorio, de aves que entre-
cruzan puntuales la luz de su “salada claridad”, invadida
por aquéllos de razas diferentes que acabaron del mismo
modo, instalados y asumidos por la propia tierra someti-
da, confundidos en ella gracias a la fuerza de su receptivi-
dad, creadora a través de su apertura, del paisanaje donde
aún se perciben los lejanísimos aromas de las frutas “sa-
borosas”, olivares y figueras alfonsíes, los lejanos destellos
del oro americano y a través de los siglos, el olor de los
huertos roteños donde la contemporaneidad fijó una de
las bases americanas, en donde se yergue y alza ufana sus
brazos la yuca en las cunetas, representante de nuestra
Hispanoamérica, como otras hermanas de especie en el
Parque Genovés de la capital, para dar sombra a los del
paseo, que llevará mas adelante a los barandales de La
Caleta y al consiguiente y mental recuerdo de las naves
fenicias. Allí podemos situar al poeta Fernando Quiñones
y los versos que dedicó a su amada ciudad: “Llevadme al
mar y abridme / las velas de la tarde / Siempre es igual la
pena, / Vestidla de alegría”.
Bien sabe que la historia de su ciudad, la más antigua de
Occidente, vieja y nacarada trimilenaria, ha resurgido
con alegría y nuevos ropajes tras las cenizas de los ase-
dios, las guerras y los desastres. Los capítulos de su larga
vejez, como la de las restantes unidades de tierra que
componen el mosaico de la provincia gaditana, formado
por ocho teselas tan diferentes unas a otras, tienen como
factor común esos capítulos históricos que yacen en la
profundidad de la tierra como el cogollo de un fruto for-
mado por capas vegetales. Basta escarbar para que salgan
a la luz los restos de una larga y sucesiva forma de sabia
artesanía: sarcófagos púnicos, torsos romanos, alcuzas
árabes, versículos hebreos, epitafios, urnas, cruces…Más
cercanos, aquellos episodios que conforman el largo his-
torial bélico de sus naves, de su marina y marinería o de
su gloria comercial, como la de los siglos XVII y XVIII, o
las de prestigio intelectual decimonónico en esas tertulias
de libre acceso a la mujer y a los aires nuevos europeos y
el indiscutible logro de haber sido pionera como creadora
de la primera Constitución de 1810 –Isla de San Fernan-
do, Teatro de Las Cortes– y 1812 –Cádiz, Oratorio de
San Felipe Neri. Relacionada con esta conmemoración y
el tema, podríamos decir que Cádiz y su provincia arden
en preparativos, cumpliendo así su destino esperanzador
y optimista como vividora de grandes proyectos. Por su
ascendencia helénica, hoy por hoy es Penélope, tejedora
de un sueño llamado Puerto América.
He llegado a la desembocadura verbal, cumpliendo
como cada corriente de agua, y según la sentencia de
Jorge Manrique referida al ser vivo, con una tarea que
acaba en el mar y por la que quedo profundamente
agradecida a quienes me propusieron para realizarla.
Formar parte, aunque sea en pequeña gota, de esta
colección “Ríos de Historia”, espléndida y bellísima
colección de libros editada por la Agencia Andaluza
del Agua de la Consejería del Medio Ambiente, ha sido
para mí una gozada y un privilegio. Pero así como el
agua de los ríos se deja conducir, el mar no admite más
que puntos suspensivos y busco el verso correspon-
diente a la adecuada despedida y lo encuentro, cómo
no, y de nuevo, y en la palabra de aquel que definiera
su amor por Cádiz con igual signo de infinitud: “¡Mi
Cádiz de ultramar, de ultratierra, de ultracielo!”
Castillo de San Sebastián, cielo, tierra, mar.
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C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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