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tran los restos dejados por antiguas comunidades de
cazadores-recolectores de época calcolítica en diferen-
tes puntos de los términos de Cádiz y San Fernando.
Este paisaje de islas y marismas aún escasamente desa-
rrolladas debió de ser el que se encontraron los prime-
ros navegantes fenicios en el siglo VIII a. C., escogiendo
para asentarse la isla mayor por su estratégica posición
en el control de la ruta de navegación y comercio
atlántico. A poniente y levante de ésta se situaban otras
dos: al Este, la actual isla de San Fernando, separada de
tierra firme por un brazo de mar de unos 650 metros, y
hacia la puesta del sol, la pequeña isla de Venus, donde
actualmente se ubica el sector norte de la ciudad de
Cádiz, entonces unida a la isla arenosa principal a través
del antiguo canal marino, ya en parte cegado.
Según los escritos de Estrabón, Plinio y Pomponio
Mela, oriundo de la zona, la ciudad de Gadir fue
construida en la parte norte de la isla mayor, al pie del
antiguo canal, junto a dos ensenadas que ofrecían unas
inmejorables condiciones naturales para el fondeo y
refugio de embarcaciones. En el extremo sur de la gran
isla arenosa, erigieron un santuario consagrado a Mel-
qart, divinidad semita protectora de la navegación y del
comercio marítimo. Así como la arqueología en la ciu-
dad de Cádiz está dejando al descubierto los primeros
restos de la que debió ser la zona urbana inicial, la loca-
lización del antiguo santuario es un problema mayor.
El hallazgo de varias esculturas de bronce y mármol de
época fenicia y romana en la zona de Sancti Petri hace
patente el entorno donde estuvo emplazado, si bien
la importante transformación sufrida por este medio
como consecuencia de la acción destructiva del mar no
ha permitido hasta el momento reconocer ninguna de
sus estructuras, si es que se han llegado a conservar.
La necesidad de nuevas tierras de cultivo para atender
la demanda de la creciente población y el comercio, así
como la necesidad de madera para usos domésticos, na-
vales e industriales, llevaron a una intensa deforestación
y roturación de campos entre el siglo V a. C. y la época
romana. Las tierras circundantes a la Bahía quedaron
desprotegidas de vegetación y expuestas a la erosión de
las aguas de escorrentía. En una época de condiciones
climáticas más húmedas, los ríos y arroyos aportaron
mayores volúmenes de sedimentos, acelerando el
proceso de relleno sedimentario del saco interno de la
Bahía y el desarrollo de las flechas litorales, como por
ejemplo la de la actual playa de Valdelagrana.
Transformada en la
Gades
romana, la antigua ciudad de
Cádiz fue extendiéndose como una gran urbe a los dos
lados del pequeño canal. Balbo y otros gobernadores que
le sucedieron la dotaron de teatro, anfiteatro, foro, tem-
plos, acueducto, etc., convirtiéndola en una de las más
prestigiosas ciudades del imperio. Estrabón, Filóstrato y
Posidonio narran que fueron muchos los personajes ilus-
tres que visitaron su templo, como el general cartaginés
Amílcar Barca y su hijo Aníbal, o el propio Julio César.
La decadencia del Imperio Romano, y el traslado de su
eje económico al Mediterráneo oriental, supusieron la
agonía de
Gades
y de su entorno, en un momento en
el que la influencia de fuertes temporales, y quizás los
efectos de una catástrofe natural –un terremoto que lle-
varía asociado un tsunami–, provocaron la destrucción y
erosión de las costas que miran a poniente. La presencia
de restos de tumbas fenicias y de varios kilómetros de
acueducto romano bajo la actual orilla del mar son indi-
cadores de este fuerte retroceso costero. El extenso bajo
rocoso que se localiza en aguas muy someras en todo
este sector de la costa permite reconstruir el que fuera
el trazado de la antigua línea de costa fenicia y romana.
Casi deshabitada, la isla de Cádiz fue repoblada en época
medieval. El Cádiz andalusí se asentó en la zona del viejo
barrio del Pópulo, sobre gran parte de la ciudad fenicia
y romana. La incorporación en el siglo XIII de la ciudad
a la Corona de Castilla tras su conquista por Alfonso X
supuso abrir la ciudad al océano Atlántico. La conquista
de las Islas Canarias y el descubrimiento de América en
Fco. Javier Gracia Prieto y Carlos Alonso Villalobos
Universidad de Cádiz
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D