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a expresión “Las Cortes de Cádiz” trae
a la memoria de cualquier lector o es-
tudioso de libros de historia los hechos
ocurridos en la Isla Gaditana de 1810
a 1814. Sin embargo, bajo la evidente claridad de lo
que expresa, vela de algún modo la complejidad de
lo realmente sucedido en ese período. Quizás debié-
ramos escribirlo en singular, esto es, “La Corte en
Cádiz”, pues ese singular y esa preposición reflejan
con más exactitud lo que realmente pasó.
Ante el avance de las triunfantes tropas napoleónicas
por la Península Ibérica, y la ausencia, por prisione-
ro, del monarca Fernando VII, lo que en verdad se
refugió, primero en San Fernando y luego en Cádiz,
fue la Corte, es decir, todo lo que en aquel momen-
to suponía la estructura administrativa y política
del Estado, aunque, eso sí, sin el rey, entonces en el
cautiverio: la Junta Suprema de Gobierno, con poste-
rioridad la Regencia, los Secretarios de Estado y del
Despacho, los Consejos, los Tribunales de Justicia, la
Fábrica de Moneda, todos los representante diplomá-
ticos. Entre ellos, también, las Cortes convocadas por
la Junta Suprema de Gobierno, que comenzaron sus
sesiones, como es bien sabido, el 24 de Septiembre de
1810 en el Teatro de la Real Isla de León.
Si utilizáramos además la preposición “en” en
lugar del “de”, quizás también reflejaríamos mejor
lo excepcional y circunstancial de las causas que
justif icaban la presencia en Cádiz de la Corte, lejos
de su lugar natural, Madrid. No hay nada mejor
para esto que ver la situación estratégica que Cádiz
ocupa en el mapa de la España peninsular: una au-
téntica isla, sólo accesible por un pequeño puente,
el de Suazo, perfectamente fortif icada durante la
Edad Moderna, y, lo que es más importante, un
centro comercial de primer orden, conectado con
medio mundo.
Cádiz era la última posibilidad de refugio ante el
avance de las tropas napoleónicas; depués de ella,
sólo quedaba trasladarse a las Islas Canarias o a las
colonias americanas.
Si valoramos ese uso del “en” por el “de”, debería-
mos considerar desde la óptica de la investigación
gaditana lo que supuso esa presencia en Cádiz
tanto para las Cortes, como para la ciudad por
las especiales y críticas circunstancias que vivía
la principal fuente de riqueza de los gaditanos: el
comercio.
Manuel Ravina Martín
Archivo Histórico Provincial de Cádiz
El juramento de las Cortes de Cádiz en
1810, óleo de J. Casado del Alisal, 1862.
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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)
La Corte
“en”
Cádiz