Sin embargo, desde el punto de vista de la propia ciu-
dad las cosas se veían de una manera bien diferente: las
guerras revolucionarias de fines del siglo XVIII habían
supuesto un duro golpe al comercio. Muchas casas co-
merciales se vieron abocadas a una quiebra inminente.
La guerra napoleónica y las noticias que llegaban de las
revoluciones americanas, en especial las procedentes de
Buenos Aires, no presagiaban tiempos mejores. Quizás
los comerciantes gaditanos verían en aquellas Cortes el
comienzo de una reforma de todo el sistema político
español que diera estabilidad a las relaciones comercia-
les tal y como habían tenido lugar hasta ahora, que les
había permitido llegar a ser el puerto donde se concen-
traba las relaciones comerciales de Europa y América.
Desgraciadamente no iba a ser así. Las Cortes en
Cádiz no dejarían de ser sólo un paréntesis, tanto
en la historia de España, que tuvo que apechugar de
nuevo en 1814 con el absolutismo monárquico, como
en la de Cádiz, que, al quedarse vacía de la abundan-
te población que había convivido entre sus muros,
experimentaría de nuevo la sensación de decadencia
económica de la que todos venían hablando desde
fines del siglo XVIII y a la que todos temían, pero de la
que no veían una solución que no podía ser ni rápida
ni fácil. Con el importante añadido a partir de 1815 de
la animosidad personal de Fernando VII contra ella,
precisamente por albergar el Congreso Nacional que
había promulgado la Constitución de 1812.
Sin embargo, las Cortes tuvieron una huella, quizás
inesperada, en la historia futura de la ciudad que las había
acogido casi cuatro años. Cuando en el Trienio Liberal se
discutió por una comisión nombrada al efecto la distribu-
ción geográfica de España en provincias y la elección de
las futuras capitales de las mismas, pesó en el ánimo de
los miembros que la componían –entre ellos el gaditano
Vargas Ponce– que Cádiz, ya para entonces un símbolo
del liberalismo español, debía ser la capital de la provincia
de su nombre. Tal cosa no podría ser llevada a cabo hasta
1833, después de la muerte del monarca que tan poco
aprecio le tenía. La ciudad que había sido hasta entonces
un centro comercial, financiero y marítimo, pasó a ser
también, y cada vez más, una capital administrativa.
Plano de la Bahía de Cádiz
con la posición de los
ejércitos y la trayectoria
de las granadas disparadas
por los franceses durante
el sitio de la ciudad desde
1810 a 1812, por J. Maria-
no Vallejo.
Biblioteca Nacional de
España, Madrid.
La Corte
“en”
Cádiz
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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