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7.
Un mundo de azoteas.
El caserío gaditano se aprieta en un paisaje de edificios verticales, calles estrechas y espacios públicos reducidos.
Cuando hay buen tiempo, con la luminosa claridad de la Bahía, todo invita a salir fuera. Las azoteas sirven como
un lugar abierto de esparcimiento dentro del ámbito de reclusión familiar. Allí se lava y tiende la ropa, y se
plantan macetas de flores que gracias a un cuidadoso riego, crean pequeños oasis de verde frescura. También son
la superficie de captación de las aguas pluviales que se acumulan en los aljibes subterráneos mediante bajantes.
8.
Paseos por la muralla y la Alameda.
El borde amurallado es un lugar abierto al deleite de los gaditanos, muy
frecuentado por las tardes para pasear con la brisa. Las vistas al mar ofrecían
un espacio adecuado para la vida social. Richard Twiss (1772) se asomó por la
Alameda, muy de moda por entonces, donde varias mujeres
“llevaban luciérnagas
sujetas al pelo por un hilo, lo que les daba un aire resplandeciente y atractivo”
. Pero,
también pululaban por estos paseos mujeres de vida liviana. Para este viajero,
Cádiz era el único lugar de España donde observó una vida licenciosa sin tapujos.
Agua
& Ciudad
)
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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