11.
La necesidad de ver y ser vista.
Saber el momento preciso de llegada de las flotas era una
información estratégica para especular con el valor de las
mercancías. Con intención de detectar cuanto antes la
aproximación de las naves se construyeron numerosas
torres mirador en las casas de los principales comerciantes.
Por su parte, la luz del faro de San Sebastián guiaba a
las embarcaciones indicando la posición de la ciudad y
avisando de la presencia de los arrecifes costeros.
13.
Especies de ultramar.
Con el comercio marítimo llegaban a la Bahía multitud de especies
exóticas, que terminaron formando parte de la identidad de los
paisajes de la ciudad. La araucaria, árbol procedente de Chile, quizás
sea el mejor ejemplo de este fenómeno. Hay otra especie menos
extendida y mucho más enigmática: el drago, un árbol exclusivo
de las islas Canarias, cuya presencia en Cádiz está avalada por las
fuentes documentales desde la Antigüedad. Era el árbol de Gerión,
inconfundible porque “destilaba sangre”, pues su savia es de color
bermellón. En 1812 había dragos en el Tinte, el Colegio de Cirujanos,
Capuchinos y la huerta de San Francisco (Plaza de Mina).
12.
Otras Cádiz bajo las aguas.
Un lugar habitado desde antiguo, con una línea de costa que ha variado mucho
a lo largo de la historia, propicia una enorme riqueza de hallazgos bajo las
aguas o bajo la tierra que antaño fue agua. El bajo de las Puercas, en la bocana
de la Bahía, es un cementerio de pecios de todas las edades. Algo parecido
ocurre en el entorno de la Caleta y otros puntos como Sancti Petri, donde no
sólo se encuentran restos de naufragios sino también vestigios de ocupación
humana cuando eran tierra firme.
Agua
& Ciudad
)
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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