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C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
La casa
de un comerciante acomodado
El traslado del monopolio del comercio americano de Sevilla a Cádiz en 1717
supuso un impulso incomparable para la ciudad, del que gozaría hasta finales
de la centuria. Los comerciantes y navieros, muchos de ellos extranjeros,
aprovechan el auge de sus negocios para levantar nuevas casas en la ciudad.
Son éstas edificaciones de dos o tres plantas como máximo, pues la altura está
severamente limitada por el Ayuntamiento para garantizar la salubridad de las
calles favoreciendo el soleado y la circulación del aire.
La entrada se adorna con mármoles italianos trabajados en origen por encargo,
dando paso a un patio central que sirve de distribuidor a distintas estancias que se
usan como almacenes, y a veces el mismo patio se destina a tal fin. En una de las
habitaciones se localiza el escritorio u oficina del comerciante, defendido por gruesas
rejas y puertas ya que allí se guardan los documentos, (pagarés, cartas de fletes, etc.)
y dineros del negocio, en otras se alojan escribientes y personal de oficina.
El principal o primer piso se destina a vivienda familiar, a la que se accede desde el
patio por una amplia escalera de mármol. Es, como su nombre indica, la zona más
lujosa de la casa, con profusión de muebles de caoba y buena solería, bien defendida
de las humedades invernales y de los calores del estío.
El segundo piso se destina al alojamiento de la servidumbre y a los cuartos de
lavadero y de plancha y costura. Finalmente la azotea, limpia, a veces encalada,
para recoger las aguas de lluvia, tender la ropa y cultivar unas pocas macetas con
geranios y gitanillas, jardín intimo y privado que marca el paso de las estaciones.
En una esquina y desafiando prohibiciones se levanta una torre-mirador,
normalmente de dos plantas, desde la que se pueda, con ayuda de catalejos,
adelantar la buena nueva de la llegada de la flota americana.
En la planta superior habitan
los criados. Según William
Jacob (1810), las casas gaditanas
tienen más servidumbre que sus
equivalentes inglesas.
Alrededor del patio están las
oficinas y almacenes donde se
guardan las mercancías más
valiosas. Las casas de comerciantes
más pudientes tienen una
entreplanta con los despachos.
La puerta principal de entrada
está labrada en mármol traído
de Génova, tanto más rica
cuanta mayor es la opulencia
del propietario. Tras el portón de
caoba se encuentra el zaguán que
se abre al patio.
La fachada, con muros de piedra
ostionera originariamente
enlucidos, ofrece abundantes
vanos por los que entra la luz.
Las ventanas de la planta baja
están protegidas con rejas. En los
pisos superiores predominan los
balcones y cierros.
El baño es excepcional, las casas
carecen de fontanería, el agua debe
calentarse en los fogones, y se teme
a los enfriamientos. La higiene
personal es la principal víctima de
esta situación.
Mediante una cañería
de barro, compuesta de
arcaduces y embutida
en el muro, se canaliza
el agua desde la azotea
al aljibe.
Para enfriar y adecuar
el agua para consumo
humano se hace filtrar
a través de recipientes
de cerámica porosa
que la hace agradable
y refrescante.
La atención y el cuidadoso riego
con regadera convierten unos
cuantos tiestos en un pequeño
vergel. Geranios, rosas, claveles...
dan una nota de color a este
espacio.
En la azotea coinciden la dimensión
productiva con la laboral y el ocio. No
solo es la superficie de captación del
agua pluvial, también es zona de trabajo
y recreo. En ella se lava y tiende la ropa y
juegan los niños. En las tardes con buen
tiempo se reúnen los adultos para hablar
y disfrutar de la vista. El norteamericano
Alexander Slidell-Mackenzie (1826-27)
comenta la afición de jóvenes y adultos a
volar cometas desde el terrado.
La primera planta
es la vivienda de los
señores de la casa. En
el mobiliario destacan
piezas de auténtica
caoba traída como
lastre en barcos de
América.
La torre mirador posibilita observar
los barcos que entran y salen de
la Bahía cargados de mercancías,
la base de la riqueza de los
comerciantes.
La casa se organiza
alrededor de un patio
central rodeado de galerías
en los pisos superiores.
Este espacio ajetreado de
trabajo se transforma en un
agradable lugar de asueto
en donde se organizan
animadas reuniones.
Las aguas pluviales se almacenan
en cisternas subterráneas bajo
el patio. Estos depósitos son la
principal reserva de agua para
uso cotidiano. Si los aportes de
lluvia son insuficientes, se pueden
rellenar con agua traída de fuera.
El agua se extrae del aljibe
mediante cubos con la ayuda de
una garrucha. Con frecuencia los
brocales están tallados en una sola
pieza de mármol de Carrara traída
en barco desde Italia como lastre.
Para beber se prefiere el agua
de manantial que se distribuye a
domicilio en toneles. En su mayoría
es traída en barco desde El Puerto
de Santa María. Había mucha
picaresca en el comercio de este
bien tan escaso, mezclándose aguas
de diferentes orígenes y calidades.
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