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Europa hasta el continente asiático; en el dragado de
1982 se recuperaron platos de peltre y cubiertos sufi-
cientes para montar una mesa de banquete, y los más
modernos de ellos llevan el contraste de la Compañía
Trasatlántica, arrojados por los camareros cuando sa-
cudían los manteles por la borda.
Los asedios de Cádiz y las batallas navales también han
dejado aquí muchos testimonios; se han rescatado ca-
ñones pequeños cuyas fechas van desde el siglo XVI al
XVIII y el repertorio de balística contiene proyectiles
de piedra, bolas encadenadas de hierro y hasta balas
de cañones antiaéreos de la Guerra Civil. Los asaltos
ingleses y holandeses hundieron muchos buques y,
tras la batalla de Trafalgar, se perdieron aquí varias
de las naves que lograron escapar del desastre: el
Bu-
centaure
, buque insignia de la armada franco-española
está hundido ante el castillo de San Sebastián y de él
se han extraído varios cañones; en Matagorda se han
localizado los restos del
Aigle
que buscaba refugio en
el río San Pedro y en La Carraca concluyeron sus días
los navíos españoles
San Leandro
y
Príncipe de Asturias
,
cuyos restos se exponen en los jardines del Arsenal.
Las aguas que rodean a Cádiz le han dado sus mejores ga-
nancias pero también le han arrebatado a la ciudad parte
de lo que fue su antiguo solar. En la playa de Santa María
del Mar pueden verse los restos del muro levantado con-
tra el océano en el siglo XVIII que hoy ha sido derribado
por el oleaje y ha dejado avanzar las aguas tras él casi un
centenar de metros. La ciudad fenicia y la romana han
perdido casi toda su extensión por los fuertes temporales
que atacan el frente del Vendaval; las dos plataformas
rocosas que delimitan La Caleta formaron parte de la
ciudad habitada, pero la fuerza del oleaje y la extracción
de la roca ostionera para nuevas construcciones las han
arrasado por completo; en el siglo XVI, los eruditos ga-
ditanos creían reconocer en una zona de La Caleta un
gran edificio que identificaban con el anfiteatro romano;
sin embargo, la explotación de las canteras, cuyas huellas
Otras Cádiz
bajo las aguas
La isla y la Bahía de Cádiz en un grabado holandés
de F. de Wit del último cuarto del siglo XVII.
quedan al descubierto cuando desciende la marea, permi-
tieron el avance de las aguas hasta el punto de que en el
siglo XVIII el Ayuntamiento debió prohibir esta labor que
era un privilegio del Obispado desde el siglo XIII.
El recuerdo del maremoto de 1755, presente en varias lá-
pidas de las calles gaditanas, evoca un desastre que la ciu-
dad debió sufrir varias veces a lo largo de su historia. En la
excavación del teatro romano se han encontrado indicios
de un fenómeno similar a un tsunami que provocó gran-
des destrozos hacia el siglo III de nuestra Era. Quizás por
sus consecuencias la ciudad se arruinó y abandonó casi
por completo a fines de la Antigüedad, cuando se decía
que sólo se mantenía de ella el templo de Hércules.
También el famoso
Herakleion
, situado en el área del ac-
tual islote de Sancti Petri, debió perecer por esta causa.
En 1755, cuando el mar se retiró varios centenares de
metros, se pudieron ver restos de edificaciones y se en-
contraron allí varias esculturas romanas. El testimonio
más antiguo de la debilidad de Cádiz frente al mar se
remonta al siglo III antes de nuestra Era, cuando Aníbal
visitó el templo de Hércules, en el que juró odio eterno
a los romanos y pudo contemplar asombrado cómo el
mar invadía todo el santuario, augurando ya cual iba a
ser el destino de una ciudad que vive de las aguas que la
rodean y la amenazan a un tiempo.
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C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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