Luis de Mora-Figueroa
Universidad de Cádiz
E
n el primer tercio del siglo XVI la mo-
desta plaza marítima de Cádiz se encon-
traba en un estado de indefensión muy
notable, y sus defensas se reducían al
muro de tierra y el Castillo de la Villa, “
ruinoso y sin
artillería
” a decir del corregidor de Cádiz en 1529, al
mes del asalto y saqueo de Gibraltar por Barbarroja.
Quizás exageraba en lo del castillo “
ruinoso
”, pues
había sido construido tan sólo cincuenta años antes
por el conde de Arcos, pero probablemente la pro-
pia desidia concejil había llevado a su neutralización
permitiendo la construcción de edificios anejos que
obstaculizaban su defensa. Aunque un poco tarde, la
constante presencia de navíos turcos y berberiscos,
en ocasiones con la vergonzosa alianza de Su Ma-
jestad Cristianísima, movió a la agobiada Corona a
enviar a Micer Benedetto de Rávena, en 1534 y 1538,
que probablemente efectuó una de las numerosas re-
formas del puente de Zuazo, que tan gran importan-
cia habría de tener entre 1810 y 1812. La estancia de
Micer Benedetto fue la primera de una larga serie de
especialistas italianos en fortificaciones que, durante
cincuenta años, se ocuparon, entre otros muchos
puntos del Imperio, de Cádiz: Juan Bautista Calvi
(1554-1560), Jacobo Fratín (1574/1580), Vespasiano
Gonzaga (1575), Tiburcio Espanoqui (1587-1601), o
Juan Andrea Doria (1597). Nada de esto impidió los
desastrosos asaltos británicos de 1587 y 1596, y no en
vano el sabio don Luis Bravo de Laguna ya aconseja-
ba a Felipe II, en 1587, “
desmantelar la ciudad y pasar
sus vecinos a poblaciones próximas […] evitando una
defensa tan costosa o que el enemigo la tomara un día y se
hiciera fuerte en ella
”. Además, los trabajos de fortifi-
cación eran continuamente obstaculizados por quie-
nes, una vez culminados, se protegerían con ellos. El
exasperado Juan Bautista Calvi escribía en julio de
1557 a la princesa Juana de Austria, gobernadora re-
gente, “
e V. S. tenga per certo che in mia vita o pratticato
con tanta mala gente come in questa terra […] che desidero
infinito salire di questa terra, dove sta tan mala gente
”.
Cuarenta años más tarde, el renombrado Cristóbal de
Rojas (1598-1618) padecía similares obstrucciones de
la incompetencia y “
mala gente
” local, hasta su prema-
tura muerte en 1618, con el fuerte de Santa Catalina
operativo, y sólo a falta de detalles menores, pero per-
mitiendo cruzar fuegos con el de San Sebastián.
Desde el eje fuerte de Santa Catalina-baluarte de la
Candelaria, al noroeste, al de los baluartes de San
Roque-Santa Elena, en la Puerta de Tierra, al sudeste,
se extiende en el siglo XVIII el caserío y fortificacio-
nes de Cádiz, con algunas otras posiciones periféricas
para resguardos de aproches de mar y tierra, como los
Las defensas de Cádiz
en 1810-1812
)
Toma de Cádiz en 1596 por la flota
angloholandesa, en un grabado contemporáneo.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D