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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S TA . 1 6 0 0 [
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de Granada
Granada, la “ciudad del agua”, es también
la “ciudad de los cármenes”, por las caracte-
rísticas construcciones —casas con huerto-
jardín— que se escalonan en las colinas del
Albayzín, la Antequeruela y otras laderas
de la ciudad histórica. Cármenes que, en
definitiva, son igualmente una manifesta-
ción del rico carácter hidráulico de Grana-
da. Pues es el agua la que explica y nutre los
huertecillos, jardines, arboledas y viviendas
que lo componen, con un sistema circu-
latorio de acequias, conducciones, aljibes,
pozos, albercas, surtidores y canalillos que
la toman, almacenan y distribuyen por estos
remansos domésticos de verdor, satisfa-
ciendo sus necesidades de riego, consumo
y recreo. Así aparece en esta imagen de
un carmen granadino en el tránsito de los
siglos XIX al XX.
(
)
El carmen conjuga una dualidad en su visión: oculto por
tapias, se sustrae a la mirada del viandante, cerrándose
a su recinto íntimo; en su interior, por el contrario,
busca las vistas, los panoramas cuanto más amplios y
monumentales, a ser preferible de la Alhambra.
A partir de la casa, los espacios al aire libre del carmen se escalonan y
jerarquizan de arriba abajo, según la topografía y la lógica del reparto de
aguas. Cerca de la residencia hay patios y terrazas de empedrado, con fuentes,
estanques y macetas, a la sombra de cipreses y otros árboles, entre setos y
jardines. En los niveles inferiores se disponen en paratas “algo de jardín y
algo de huerto”, con emparrados y pérgolas, pequeños bancales labrados en
surcos, espesuras de frutales y arboleda diversa, macizos de flores y plantas
ornamentales, arbustos perfumados que trepan sobre las tapias.
“Para emplazamiento de una casa entre jardines se debe
elegir un altozano que facilite su guarda y vigilancia. Se
orienta el edificio al mediodía, a la entrada de la finca, y se
instala en lo más alto el pozo y la alberca, o mejor que pozo
se abre una acequia que corra entre la umbría. La vivienda
debe tener dos puertas, para que quede más protegida y sea
mayor el descanso del que la habita.
Junto a la alberca se plantan macizos que se mantengan
siempre verdes y alegren la vista. Algo más lejos debe haber
cuadros de flores y árboles de hoja perenne. Se rodea la
heredad con viñas, y en los paseos que la atraviesen se
plantan parrales.
El jardín debe quedar ceñido por uno de estos paseos con
objeto de separarlo del resto de la heredad. Entre los frutales,
además del viñedo, debe haber almeces y otros árboles
semejantes, porque sus maderas son útiles”.
Ibn Luyun,
Tratado de agricultura
, siglo XIV
La palabra ‘carmen’ deriva del árabe
karm
, que en su acepción más
amplia significa ‘viña’. Es probable que en principio los cármenes
fuesen fincas rústicas entre cuyos cultivos se hallase la vid, junto
con hortalizas, legumbres, olivos, frutales, plantas ornamentales,
árboles y una casería que hacían de estas posesiones de Granada
fincas de recreo al mismo tiempo que utilitarias y productivas.
Residencia de poetas y artistas en el Barroco,
“paraíso cerrado para muchos, jardines
abiertos para pocos”, el carmen se consolida
finalmente entre el XIX y principios del XX al
sumarse el matiz romántico y pintoresco a la
tradición morisca y clásica.
La mención de los cármenes se
remonta a época nazarí, cuando se
distribuyen por la periferia urbana
hacia la Vega, Aynadamar y el
Darro. Al despoblarse de moriscos
barrios enteros, los cármenes se
asientan en el interior de la ciudad,
ocupando vacíos e introduciendo
un brote de aire rural, de
vegetación y agua, en medio del
denso caserío de Granada; el
fenómeno afecta en especial al
Albayzín, donde, a fines del XVI,
apenas se volvió a ocupar la mitad
de las casi 5.000 casas abandonadas
por los moriscos.
El carmen oscila desde la humilde
finca con una huerta diminuta,
a suntuosas villas con soberbios
jardines y viviendas en las que
a menudo rezuma la huella del
pasado, en sus miradores, patios,
pórticos, fuentes y estanques
entre setos, bancales de cultivo y
arboledas. Mientras el Generalife es
considerado la máxima expresión
del carmen, los hay populares,
como tantos del Albayzín, de
larga historia como el del Chapiz,
recoletos como el del compositor
Manuel de Falla, o monumentales
como el de los Mártires.
El agua que vivifica los cármenes se nutre de la añeja red urbana de acequias, atanores y cauchiles.
Numerosas casas, y sobre todo las principales, entre ellas numerosos cármenes, detentan derechos
para el suministro particular. Una vez dentro del carmen, el rumor de las fuentes y el sosiego de
albercas y aljibes, cuya capacidad se completa con las lluvias, reflejan el papel esencial del agua en
estos recintos. Para el consumo de boca, se toma del pilar, se almacena y decanta en tinajas, se sube
del pozo de un depósito soterrado, derivándose también para otras necesidades domésticas, como
la limpieza o lavandería. Para el riego de los jardines y huertas que constituyen el rasgo característico
del carmen granadino, el agua se reparte mediante canalillos desde estanques y cisternas.