Agua
& Ciudad
En apenas un siglo de dominio cristiano, Granada acusa los cambios. Los nuevos
señores han reconocido las bondades de la sabia manera de gestionar el agua, que
en lo básico perpetua la tradición nazarí, difícil de perfeccionar. Sin embargo, la
densa trama urbana de antaño, tejida alrededor del agua, padece modificaciones
sustanciales. Recién tomada la ciudad se decide la creación de una nueva plaza
mediante el soterramiento de un extenso tramo del Darro y el diseño de paseos a
lo largo de sus márgenes con vistas a la Alhambra. En la Plaza Nueva levantan el
edificio de la Real Chancillería, símbolo del poder, y un pilar con agua corriente
que le dará fama. Porque con los cristianos ha llegado una nueva forma de
interpretar la realidad; el espíritu del Renacimiento impulsa a las mentes más
preparadas y el hombre vuelve a ser el centro de referencia. El espacio público
urbano, más exiguo con el Islam, aparece como un potente y novedoso elemento
escenográfico en la configuración física y mental de la ciudad: en las plazas
se levantan edificios de gobierno, sedes eclesiásticas, se organizan festejos, se
anuncian proclamas, y también se levantan ostentosas fuentes y pilares para
satisfacer las necesidades de agua saludable para la población. El agua abandona
así el aljibe discreto, el pozo oculto, el jardín cerrado, para, en un acto de
afirmación del nuevo poder, conquistar la calle.
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