Página 103 - Granada

Versión de HTML Básico

Todo hace pensar que el paisaje de Granada y su vega
era, en definitiva, un precioso tapiz trenzado por la
pericia de los hombres y la generosidad de la naturale-
za, cuya urdimbre estaba sustentada por una red vivi-
ficante de arroyos encauzados: las acequias por donde
discurría el agua domesticada.
El agua que se sangraba del Genil y surtía la acequia
Gorda, la de Arabuleila y la de Tarramonta. La que
contenía su ímpetu en las represas de los ríos Dílar y
Monachil. La que no se dejaba marchar en la Fuente
Grande de Alfacar y enverdecía los cármenes y huertos
de Aynadamar. El agua del Darro y sus fuentes, la que
recorría el valle del Paraíso y atravesaba los adarves
para solearse en los huertos intramuros. El agua que
cocía el lino en las albercas y sazonaba las aceitunas y
las hojas de los morales. El agua que rezumaba en las
orillas de los caces y remanecía en riberas orladas de
saúcos, almeces y cañaveras.
Bien es cierto que no todo era regadío, y que el secano
se enseñoreaba en los espacios de transición entre el
llano y la montaña, aportando cien matices en piede-
montes y en colinas que compartían barbecho y cereal,
olivares y viñedo, monte y pastizales. Pero el agua era
tan importante que se ganó el respeto que fue negado
a los hombres. De manera que tras la conquista de la
ciudad se tradujeron a la lengua de los conquistadores
los usos y costumbres inveterados que garantizaban su
reparto sensato, especialmente en los años de escasez.
Y hasta sus conflictos se dirimieron en un tribunal par-
ticular que atendía especialmente al interés del agua.
Razones había para ello. Si las acequias seguían siendo
las mismas, ¿por qué no habían de serlo las dulas y las
tandas? Si el agua continuaba desparramándose pere-
zosa por la cabezada de los mismos bancales, ¿por qué
habrían de mudarse las regueras o los partidores?
Fueron muchas las cosechas que crecieron sobre surcos
henchidos por un agua que corría al dictado de la cam-
pana de la Vela, aunque habían sido escardadas por amo-
cafres moriscos. Unas hazas cuyas besanas las marcaban
gañanes que todavía entonaban canciones en algarabía, a
pesar de que sus escrituras ya estaban romanceadas
Aquel fue el tiempo de la vega aljamiada.
Una vega que todavía atesoramos y que no debería-
mos dejar perder.
El paisaje aljamiado:
Granada y su Vega entre el siglo XVI y el XVII
Granada y la Vega, detalle del
mapa del reino de Granada. Atlas
del Rey Planeta de P. Texeira, 1634.
Vista de Granada, grabado publicado por F. Vallegio a fines del siglo XVI.
Archivo Municipal de Granada
.
)
G R A N A D A N A Z A R Í Y R E N A C E N T I S TA . 1 6 0 0 [
99
]