Archivos de Andalucía

Junta de AndalucíaArchivos de AndalucíaEnlace al directorio institucional de la Cultura (en nueva ventana)

Inicio | AHP Córdoba | Difusión y actividades | Noticias
|

La ciudad que surgió de la nada

 

<< Anterior  Siguiente >>

Índice

Febrero 2021

 

La ciudad que surgió de la nada

 

 mineros

 Turno de mineros de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (SMMP).
 Fuente: https://www.verpueblos.com/andalucia/cordoba/el+porvenir/foto/623623/

  

Aunque la riqueza minera del Valle del Guadiato era conocida desde épocas remotas, será a mediados del S. XIX cuando las grandes sociedades inicien una explotación racional e industrial de los yacimientos apoyadas en el desarrollo del ferrocarril. Esta coyuntura llevó a la zona a protagonizar un desarrollo explosivo y un despegue económico sin precedentes, convirtiéndose en receptora de grandes inversiones y de numerosa mano de obra. Las aldeas de Peñarroya y Pueblo Nuevo crecen hasta emanciparse de Belmez y la comarca es un hervidero de actividad en torno a las grandes infraestructuras industriales y mineras.
 
Estas últimas dan lugar a un fenómeno peculiar, la aparición de campamentos y poblados donde se establecen los empleados. Entre las causas que motivan su aparición están la necesidad de las empresas de disponer de una plantilla fija o el aislamiento del lugar. Los poblados surgidos junto a la mina presentan cierta homogeneidad en su estructura contando con una serie de construcciones ligadas a servicios demandados por la población. A ello contribuyeron la forma de vida y de trabajo de los mineros, muy diferente de la de los pueblos campesinos de los alrededores: buenos sueldos fijos y tiempo libre para el ocio.
 
En 1893 fue registrado un yacimiento de plomo en el término municipal de Fuente Obejuna (Córdoba). La concesión que recibió el nombre de Santa Bárbara distaba unos 2 kilómetros de la población más cercana, la aldea de Cuenca. Tras una primera fase de aprovechamiento y abandono, la explotación fue adquiriendo importancia lo que propició la afluencia de cientos de trabajadores. Así nació un asentamiento que con el paso del tiempo daría lugar a un auténtico poblado minero del que aún hoy quedan algunos vestigios.
 
Para el conocimiento del funcionamiento de una mina y de cómo se desarrollaba la vida en ella, contamos con una fuente de extraordinario valor, los informes de la policía minera. Su origen está en el Reglamento de Policía Minera de 1897, una disposición legal pionera en materia de prevención de riesgos laborales. Regula los derechos y deberes de los mineros y establece los preceptos de salubridad pública a que estarán sujetas las minas. Atañe a la seguridad de las explotaciones, a la conservación de la vida y seguridad de los obreros, y a la protección contra las influencias de carácter general que sean perjudiciales a la explotación de las minas.

 AHPCO_Minas_0161

El reglamento establece inspecciones de tipo ordinario con carácter anual, y de tipo extraordinario en el caso de que ocurra un accidente con resultado de muerte, heridas graves o que comprometa la seguridad de la mina. La tarea se encomienda a los miembros del cuerpo nacional de ingenieros de minas destinados en cada distrito minero, a quienes los propietarios, encargados y directores tienen obligación de dejar paso franco a las instalaciones. Igualmente ordena la llevanza del libro de inspección donde se transcribirán todos los informes derivados de las visitas. Estará foliado y rubricado por el titular de la Jefatura de Minas de la provincia y habrá uno por cada distrito.
 
El documento que hoy presentamos es uno de estos informes, realizado en 1916 por el ingeniero Luis Espina y Capo en su visita ordinaria de inspección a la Santa Bárbara. Como hemos dicho, el carácter exhaustivo de estos escritos permite hacernos una idea de cómo era un poblado minero por aquellos años. Cada informe ofrece una foto fija que unida a los referentes a la misma concesión en años anteriores y posteriores muestra la evolución de la explotación y de la vida de sus habitantes.
 
La concesión, de mineral de plomo, pertenecía en esas fechas a la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya y en aquel año el jefe minero se llamaba Pablo Coquand. Él y los jefes y capataces subalternos acompañaron al inspector en su gira por las instalaciones.
 
El informe, dividido en varias secciones, hace un repaso concienzudo a la parte administrativa, planos y talleres. En cuanto a estos últimos especifica que hay un taller de carpintería y otro de cerrajería para reparación de maquinaria movidos ambos por un motor eléctrico que tomaba la energía de la línea de Peñarroya. Igualmente habla de una fragua con cuatro hogares. En el apartado de labores se detiene a describir las características de pozos y filones indicando que la perforación en el interior es mecánica por aire comprimido con martillos y perforadoras, siendo natural la ventilación de las galerías aunque hay un compresor. En el capítulo dedicado a los lavaderos explica que el mineral se conduce por vagonetas y es vertido en cintas transportadoras “donde se hace un primer escogido por mujeres”.
 
Fuera ya de las cuestiones técnicas, los siguientes apartados permiten la recreación de muchos aspectos de la vida cotidiana de estos asentamientos cuyo carácter efímero ha dejado muy pocos restos físicos.
 
El personal que trabaja en el lugar “pasa de los 500” obreros, y leyendo el informe podemos conocer los salarios que percibían en el año 1916 según las funciones que realizaban, dándonos también el dato de lo que cobraban las mujeres y niños empleados en la instalación. La evolución de los sueldos puede observarse consultando los informes de otros años.
 
Los servicios que facilitaban la vida de los habitantes de la Santa Bárbara eran aceptables teniendo en cuenta las condiciones de vida del momento. Se contabilizan 216 viviendas para obreros además de otras para el personal directivo, técnico y administrativo. La dotación de agua potable se hacía a través de una tubería de 4 kilómetros que captaba el agua desde el paraje conocido como “El Membrillejo”. Respecto a los alimentos y demás bienes existía una cooperativa obrera constituida en 1915 en un almacén propiedad de la compañía pero administrado por los obreros.
 
Muy completo era el equipamiento médico, que cumplía con lo dispuesto en el Reglamento de 1897:
Artículo 28. Cada mina y grupo de minas deberá contar para su servicio sanitario con un médico, por lo menos, que tenga su residencia dentro del radio de 10 kilómetros, y estar provista de un botiquín y camilla, y tener una habitación convenientemente acondicionada para atender a la curación de los heridos…
 
A estos efectos la dotación sanitaria cuenta con un hospital provisional con 3 camas, botiquín de campaña y fijo, dos camillas completas así como cama de operaciones y aparatos. El médico, contratado por la compañía y que residía en el poblado era en 1916 José Mira Carrasco; y un boticario estaba establecido por cuenta propia en el caserío de La Unión.
 
También en ese año había una escuela mixta de niños y niñas atendida por un maestro que además se ocupaba de la educación de los adultos. En un informe posterior de 1923 ya existen dos escuelas, una para niños y otra para niñas con un maestro y una maestra respectivamente.
 
Otros servicios de los que disponía la población eran unas oficinas con un contador pagador, un ayudante escribiente y un jefe de almacén. La oficina contaba con un servicio telefónico que comunicaba con Peñarroya. La compañía minera pagaba un servicio de correo diario con un cartero peatón de Fuente Obejuna a Santa Bárbara. Igualmente disponía la empresa para la comunicación del personal técnico y administrativo, de un servicio de carruajes a la estación de Viñas Perdidas y La Granjuela.
 
No nos podemos resistir a transcribir aquí dos de los aparatados finales del informe cuya apreciación dejamos al lector. El referido al Saneamiento dice así:
Plantación de eucaliptos y pinos y con esta medida han disminuido las fiebres que tanto aquejaban a su personal.
 
En cuanto al Estado sociológico de la población, el ingeniero redacta lo siguiente:
Es muy bueno en cuanto a su completo desconocimiento de la política societaria y no ha habido huelgas.
En cuanto al coeficiente efectivo de trabajo o rendimiento, es escaso pero tienen muy buena voluntad para el trabajo y son dóciles y no dejan de ser inteligentes.
En cuanto a su instrucción dejan bastante que desear, pudiéndose clasificar en:
- Mayores de 35 años: 10% saben leer y escribir
- De 14 a 35 años: 80% saben leer y escribir.
 
En años posteriores la explotación se desarrolló aún mas, llegando a contar con un cable aéreo, antecedente de los teleféricos, que transportaba por el aire las vagonetas cargadas de mineral para salvar los 7,300 metros que la separaban de la aldea de La Coronada donde había una parada del ferrocarril de la línea de Peñarroya a Fuente del Arco.

 funicular_jpg

Ferrocarril y funicular.

Fuente: https://www.lacomarcadepuertollano.com/comarca/periodico/224/Sociedad/2010_06_28_No_03

 

Es imposible no evocar otros poblados, los del antiguo oeste americano. E imaginar el ahora solitario recinto, lleno de vida con constante trasiego de personas, juegos de niños y ruidos de máquinas. Una vida cotidiana que contenía el aliento cuando había un accidente en la mina. Los trabajos cesaron totalmente en su actividad a mediados del s. XX y hoy el silencio reina en el paraje.
 

  VER INFORME POLICÍA MINERA COMPLETO

 
Archivo Histórico Provincial de Córdoba
C/ Pompeyos, 6 14003 CÓRDOBA.
Telf: 34 957 00 22 48
e-mail: informacion.ahp.co.ccul@juntadeandalucia.es

 

W3C XHTMLW3C WAIW3C CSS