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Octubre 2021

Los hurtos del hambre. La subsistencia a través de pequeños delitos

 

 La interminable posguerra española que se extendió durante las décadas de los cuarenta y cincuenta, se caracterizó por una pobreza y miseria extremas. Aunque generalizada, esa penuria afectó principalmente a las clases más populares.

 

Los hechos que llevan a esa situación se podrían resumir en la recesión, la política económica autárquica y el mercado negro unido a la corrupción en algunas instituciones.

 

La dureza de aquel periodo ha quedado grabada en la memoria colectiva de los españoles como los “años del hambre”, y aún hoy, es un tema recurrente de conversación con personas de cierta edad.

 

Esa enorme necesidad dio lugar al aumento de los delitos que en lenguaje judicial se denominan “hurtos famélicos”. En realidad no consistió en una auténtica delincuencia, pues se trató de robos ocasionales y su objeto fue la satisfacción de las necesidades familiares básicas para un desarrollo mínimo de la vida en un contexto de total penuria. De hecho, esos robos permitieron, mal que bien, subsistencia de algunas familias en los peores momentos. Progresivamente con la mejora de las condiciones de vida, esos delitos irán disminuyendo y serán sustituidos por otros. Asimismo serán reprimidos de forma desigual, unos con dureza y otros con levedad.

 

El carácter agrario del sur de la provincia de Córdoba, provoca un paro estacional que ahonda en la carestía de recursos y por otra parte posibilita el hurto de productos agrícolas de huertas y campos, que no puede estar bajo continua vigilancia.

 

En el fondo del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Rute se conservan un total de 94 ejecutorias, es decir, sentencias de delitos dictadas por la Audiencia Provincial, de las décadas de los años cuarenta y cincuenta. De esas ejecutorias, 52 corresponden a hurtos y robos, más de la mitad del total.

 

La tipología de productos susceptibles de ser robados es amplía. Se podría decir que cualquier producto que pudiese mitigar el hambre o tener algún valor sería sustraído. Se roban o hurtan, aves de corral (pavos, gallinas, conejos), productos de la huerta (dos sacos de patatas, veinte kilos de membrillos, dos kilogramos y medio de tomates, dos kilos de manzanas, dos sacos de habas), ganado (en cantidades que van de un macho cabrío a 28 animales), o incluso una caballería. En los campos de la zona, lo robado son aceitunas en cantidades que van de los 14 a los 233 kilos o 22 kilos de higos chumberos. En cortijos sin vigilancia, se apropian de 40 kilos de bellotas, esparto, un kilo de trigo o 75 kilos de carbón. Por supuesto, hay robos de diversos efectos en domicilios. También en un molino aceitero, una zapatería, en un garaje desaparecen 70 kilos de hierro, unos haces de ramón (ramas de olivo) de una fábrica de yeso y hasta en los propios camiones de transporte de productos agrícolas. También se juzga a un cabrero por introducir a su rebaño en un campo sembrado. Y por supuesto encontramos hurtos y robos de dinero en diversas cantidades

 

En 1951, Juan José, jornalero con antecedentes, oyó en una conversación entre dos guardas jurados de la Hermandad de Labradores de Rute que en el sitio conocido por Zanja de Sierra de dicho término, había dos sacos de habas que habían sido sustraídas por otros individuos ya detenidos. Antes de que dichos guardas fuesen a recoger los sacos, Juan José se adelantó para apropiarse de ellos aunque finalmente fue descubierto y detenido. Fue condenado a cinco meses de arresto mayor, a pagar una indemnización y las costas.

 

Ese mismo año, Luis, otro vecino de Rute, aprovechó que el cortijo “La Matallana” estaba deshabitado para entrar con una llave falsa y apropiarse de un kilo de trigo que cambió por un pan. El procesado con el agravante de nocturnidad, fue condenado a cinco meses de arresto mayor más las costas.

 

Aún en 1953, seguimos encontrando hurtos famélicos. Vicente, un trabajador del campo de Iznájar, se dirigía a su casa con una talega con dos kilos de manzanas. Algo que hoy en día sería totalmente normal, en aquel momento llamó la atención de la Guardia Civil que lo detuvo. El procesado ya había sido juzgado por nueve hurtos anteriormente, y en esta ocasión fue condenado a seis meses de arresto mayor y las costas. Un pena totalmente desproporcionada.

 

Los delitos son cometidos principalmente por hombres, hay un total de 52 hombres juzgados frente a tan sólo 9 mujeres. Se cometen en las poblaciones y campos de Rute, Benamejí, Iznájar, normalmente por vecinos de las mismas, si bien algunos hombres se desplazaron para delinquir desde otros lugares como Palma del Río, Cuevas de San Marcos, Lucena, Cuevas Bajas y Villanueva de Algaidas.

 

Lo robado podía ser consumido por el propio autor del delito o su familia, o vendido, de modo que también encontramos a vecinos que han sido juzgados por comprar bienes robados.

 

En definitiva se trata de una situación y unos delitos muy similares a otras zonas de España estudiadas y que configuran una imagen dramática de nuestra historia más reciente.

 

Bibliografía

 ARCO BLANCO, Miguel Ángel del. “Morir de hambre: autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer franquismo”. Pasado y memoria, N. 5 (2006); pp. 241-258, 2006.

 FERNÁNDEZ ASPERILLA, Ana. “Franquismo, delincuencia y cambio social”. Espacio Tiempo y Forma. Serie V, Historia Contemporánea, 2005, no 17.

 MIRALLES ALTED, Lázaro. “Supervivencia y comunidad bajo el hambre. La delincuencia en los barrios populares durante el franquismo: el caso del Albaicín y el Sacromonte en Granada (1939-1963)”. En Los" años del hambre" Historia y memoria de la posguerra franquista. Marcial Pons Historia, 2020. p. 221-248.

  

 
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