SARA JIMÉNEZ EN COMPAÑÍA
Idea original, dirección artística, concepto y coreografía: Sara Jiménez
Dirección escénica: Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
Dirección musical: Miguel Marín Pavón
Con: Sara Jiménez y Miguel Marín Pavón
Ave de Plata, la obra de la granadina Sara Jiménez, toma su nombre de un verso de Fernando Pessoa: “hilos de plata rara (…) bajo ti los sentimientos inútiles”.
La pieza sirve para meditar, utilizando el cuerpo y el movimiento como herramientas, sobre lo flamenco desde todas sus expansiones, ángulos y fisuras; y sobre su ubicación en el eje entre lo tradicional, lo experimental y lo identitario.
En el espectáculo se reflexiona sobre la relación paradójica entre los actos de morir y dar muerte, entendida esta como fin y renacimiento de la relación amorosa en su sentido más amplio. No se trata, sin embargo, de una poética de la tristeza, más bien todo lo contrario, es una poética del fuego, una forma agónica y feliz de celebrar la muerte.
En un tiempo y un paisaje imaginado, un cazador dispara a un ave. Tras su caída, descubre que, en el acto de matar, el mismo se ha convertido en presa. Tomando múltiples referencias literarias, mitológicas y procedentes del repertorio musical que se interpreta en la función, Sara Jiménez nos habla de los vínculos íntimos que se generan en el amor.
Siguiendo la estela de Adioses, su anterior espectáculo, la nueva obra es un novedoso ejercicio de introspección en el que el baile es, a la vez, medio de expresión y objeto de pensamiento en el umbral de la danza y lo teatral.
El diálogo de la música flamenca y la contemporánea, además del uso de las voces, instrumentos y una cuidada selección de letras, sirven para acompañar la narración y potenciar el sentido simbólico de la pieza. Los elementos coreográficos, escénicos o lumínicos son también empleados como potentes instrumentos expresivos contribuyendo a la rítmica de la pieza y a su tensión dramática.
En definitiva, Ave de Plata es un encuentro en el que la vida y la muerte bailan una vez comprendido que, para poder renacer, es necesario aceptar el fin de algo. Es una mezcla singular de duelo y alegría. Un intento de liberación final, un deseo del cuerpo libre y ensimismado de salir de sí mismo.