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Quién lo iba a decir, la extensa Bahía de hace sólo 2.700 años, una larga historia para nuestra
especie pero apenas un suspiro para los tiempos de la Tierra, se ha rellenado en su mayor
parte y sus contornos se han visto profundamente transformados por la actividad humana.
La circulación y naturaleza de sus aguas también han sufrido cambios sustanciales, con la
ayuda de la dinámica natural. El río Guadalete, ahora interrumpido por las presas en su cur-
so alto, ha perdido las puntas de avenidas con las que limpiaba su cauce de vez en cuando.
Gran parte de las aguas remansadas en los embalses se derivan hacia otros usos, por lo que
su caudal libre ha disminuido y en la desembocadura ha sido necesario construir un doble
dique que prolongue el cauce mar adentro para evitar que ésta acabe cegada por el aporte de las arenas.
El caño de Sancti Petri ha perdido gran parte de su calado y funcionalidad y, a menos que se tomen medidas enérgicas,
no está lejano el día en que deje de existir la comunicación que facilitaba entre el interior de la Bahía y el mar.
La ampliación de las zonas portuarias e industriales, el tendido de infraestructuras y el crecimiento urbano alrededor de
la Bahía han reducido hasta el extremo las superficies de marisma. Estas zonas de transición entre la tierra y el mar, dos
mundos tan opuestos y a la vez tan complementarios que confluían aquí para configurar un ecosistema extraordinaria-
mente diverso y productivo, aparecen hoy mermadas en extensión y calidad.
El área portuaria y el puente Ramón
de Carranza en la década de 1980.
Vista aérea de Cádiz en las décadas
finales del siglo XX.
El Ayuntamiento de Cádiz y la
plaza de San Juan de Dios, en una
litografía de mediados del siglo XIX.
Cádiz hacia el siglo XXI
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
U N PA I S A J E H E CHO E N L A H I S T O R I A [
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El abastecimiento de agua a la población se resuelve por
fin con un sistema general conectado a la red de embalses
del Guadalete que garantiza un servicio de una seguridad y
calidad desconocidas en la historia. Se llega incluso a captar
aguas de la sierra de Grazalema, las “montañas del agua”.
El puerto experimenta un gigantesco
desarrollo. Hacia 1950 se diferencian
tres dársenas (comercial, pesquera y de
reparaciones) en el espacio adyacente a la
ciudad; en 1980 se extiende hacia el interior
de la Bahía con la creación de la Zona
Franca y finalmente se unifican todas las
instalaciones portuarias con las del Puerto
de Santa María y Puerto Real bajo la marca
única de Puerto Bahía de Cádiz.
Los vertidos de aguas y la dificultad de su
renovación en la Bahía inciden en los niveles
de contaminación. La Administración hace
un gran esfuerzo para resolver este problema
mediante el adecuado tratamiento de las
aguas residuales.
En el último siglo surge un nuevo recurso,
el turismo de playa, que fomenta la
urbanización del frente marítimo, antaño
un espacio desolado a merced de los
vientos, y lo convierte en un espacio
codiciado, generador de salud y belleza.
Debido a los cambios de las
embarcaciones y las condiciones
de navegavilidad de la Bahía, la
actividad naval militar se traslada
de La Carraca a la base de Rota,
dotada de amplios terrenos y
acceso directo a mar abierto.
Una extensa superficie de las marismas se
encuentra en avanzado estado de senectud a
consecuencia de un proceso natural de relleno
acentuado por la acción humana que modifica
el relieve e impide el flujo de las aguas mareales.
Un deterioro al que también contribuye el
abandono de las prácticas salineras.
El crecimiento urbano ha llegado a copar gran
parte de la superficie disponible del entorno de
la Bahía, que se configura como una sucesión
ininterrumpida de núcleos alrededor de una lámina
de agua central a modo de gran patio.
El deterioro de los sistemas naturales de
los que finalmente dependemos impulsa la
necesidad de encontrar un nuevo modelo de
desarrollo que no los lleven a su desaparición.
Para ello se crea el Parque Natural Bahía
de Cádiz, con el mandato de establecer el
equilibrio entre el hombre y la naturaleza.
La colmatación de la Bahía obliga a dragar
canales de acceso a los puertos que
encauzan el flujo diario de las mareas, con
el efecto de restarles velocidad en otras
zonas y acentuar, por tanto, los procesos de
aterramiento.
El intenso tráfico de mercancías y personas en
el área metropolitana en que se ha convertido
la Bahía plantea la necesidad de un nuevo paso
para unir sus orillas: el puente de “La Pepa”.
El primitivo territorio pantanoso y hostil a
la colonización humana ha sido fijado por
las edificaciones y las infraestructuras de
comunicaciones, que unas veces se mantienen
fieles a los trazados históricos y otras abren nuevos
caminos, como el puente Ramón de Carranza.
La piscicultura, una alternativa inteligente de uso de
los recursos que genera riqueza y trabajo, sustituye a
las salinas tradicionales, mediante explotaciones que
aprovechan las comunidades silvestres o instalaciones
industriales de cría intensiva de especies, como
doradas y lubinas.