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C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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El puente Zuazo
El puente junto al camino son, probablemente, las más
tempranas expresiones de la intervención del género
humano en el paisaje para transformarlo a su interés. Con
ellos se facilita la comunicación, se acortan las distancias
y permite el comercio. El puente se levanta para salvar el
obstáculo que representa un río no vadeable o un angosto
cañón. En el caso que nos ocupa el puente y el camino
asociado, se construyen para unir toda una isla al continen-
te. La dificultad a superar es un ancho y profundo caño de
marea y un extenso cenagal fangoso, batido por el viento y
permanentemente húmedo por la presencia del mar.
Los romanos fueron los maestros en el arte de la inge-
niería asociada a la obra pública, a ellos se les atribuye
el primer cierre o conexión del caño de Sancti Petri que
aseguraría el acceso por tierra a
Gades
, lo que parece
más que verosímil, ya que existen evidencias físicas de la
traída de agua por un acueducto desde los lejanos ma-
nantiales de Tempul con el mismo trazado del camino y
del puente que ha llegado hasta nosotros.
El puente que vemos, o “la puente” ya que antiguamen-
te gozaba de esta femenina condición, es el resultado de
una abundante y compleja superposición de interven-
ciones de diverso calado de las que se tiene cumplida
información desde la Edad Media y del efecto destructor
combinado del hombre y el tiempo en el último siglo.
Sin duda su momento estelar lo alcanzó a comienzos
del XIX al jugar un papel contrario para el que fue con-
cebido: impedir el paso a las tropas francesas que pre-
tendían tomar el control de la ciudad de Cádiz y hacerse
con el gobierno de la nación entera.
Los romanos son capaces de superar las
dificultades de una conexión permanente entre
la ciudad portuaria y el interior. La Vía Augusta
incorpora
Gades
al Imperio salvando miles
de hectáreas de marisma inundable y caños
de marea dominados por intensas corrientes.
Probablemente este camino, auténtica columna
medular de la provincia Bética, se construyo sobre
la antigua vía Heraclea púnica.
El declinar de la civilización romana se extiende a muchas
de sus obras, el acueducto y el antiguo paso de Sancti Petri
desaparecen para convertirse en un paso de barcas que
aprovechan los restos de los pilares para facilitar el trasiego.
Luego, Juan II cede
“la casa de la puente y la barca”
a su
criado Juan Sánchez de Zuazo, oidor mayor del Consejo del
Rey. Ante las protestas de la ciudad que perdía el privilegio
de nombrar a los alcaides del puente, el rey limitó la
posesión a Juan y a su hijo Pedro.
Pronto se ve el alto valor estratégico del único paso
terrestre a la ciudad y la necesidad de su defensa frente a
los ataques procedentes de tierra, pero también del mar.
Después del infructuoso intento de Drake en 1587 de
desembarcar y arrasar la ciudad y los pueblos de la Bahía,
Felipe II manda reforzar ambos extremos del puente con
baluartes artillados y dotarlos de guarnición. Lo que no
pudo Drake lo consiguió, con todo, el conde de Essex en
1596. En 1625 lo intentarán una vez más, ésta sin éxito.
Cristóbal de Rojas ejecuta las órdenes
de Felipe II. Es el ingeniero militar más
preparado del momento con intervenciones
en todo el litoral de España. Diseña dos
baluartes, uno avanzado, con un muro
defensivo que da paso a través de un doble
rastrillo al camino, y baterías a ambos lados
así como en los costados para prevenir
ataques por las salinas o por el río. En el otro
extremo, en la Isla de León, el baluarte está
rodeado por un foso conectado al caño;
cuenta con rastrillo exterior e interior y está
defendido por baterías.
La importancia del Puente Zuazo
para el comercio gaditano es
relativa. La ciudad se abastece
fundamentalmente por mar, los
bienes y mercancías que llegan por
mar desde América, salen por mar
para el resto de Europa. Otra cosa es
el caso de La Isla con una población
creciente y sin salida directa al mar.
La localización de los astilleros e
instalaciones de la Armada acentúan
la importancia del puente.
Los barcos tradicionales de
transporte de sal de la Bahía jugaron
un activo papel asegurando el
control de caños y esteros frente a
posibles ataques. En los candrays se
embarcaban partidas de escopeteros
para dar emboscadas y ataques por
sorpresa a las tropas francesas.
A diferencia del resto de vanos del puente, con arcos de
piedra, el hueco central estaba cerrado mediante una
estructura desmontable de tablas de madera. Ello posibilitaba
abrir el puente al paso de embarcaciones con arboladura o
cerrar el acceso ante un eventual ataque.
Caños, esteros y multitud de canales conforman el
sistema de drenaje y circulación del agua en estas
marismas mareales. Esta intrincada red hidrográfica
redistribuye los materiales, nutrientes y energía por
todo el estuario manteniendo su funcionalidad y
productividad biológica. Los niveles topográficos
menores, como las orillas de caños y el lecho de los
esteros, al estar sumergidos por la marea más tiempo
permanecen desnudos de vegetación desarrollada. A
mayor altura el terreno inundable es colonizado por
una cerrada formación vegetal de especies halófilas
adaptadas a estas condiciones tan particulares.
Como apoyo al sistema de
forficaciones se construyeron
una serie de edificios de
administración, alojamiento
y servicios. Pero estas
construcciones no sólo tenían
carácter militar, Zuazo era el
único acceso por tierra y esto lo
convertía en aduana donde se
controlaba el paso de mercancías.
También habría ventorrillos al
servicio de los viajeros.
En Cádiz se da por descontado
desde 1810 que los franceses
terminarían llegando a la ciudad,
y por ello se preparan remozando
y levantando, bajo la dirección del
capitán de navío don Diego de
Alvear y Ponce de León, un militar
ilustrado, que habla siete idiomas, y
con larga experiencia en la Armada
en América. Diseña un complejo
sistema defensivo, centrado en
el puente, que prueba su eficacia
frente a las tropas del mariscal
Víctor al resistir las acometidas
de los temidos dragones que han
cruzado sin oposición la Península.
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