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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
C Á D I Z D E L A CON S T I T U C I ÓN . 1 8 1 2 [
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El Puerto
El puerto de Cádiz alcanza su máximo esplendor en las últimas
décadas del siglo XVIII. Comercia con America del Norte y del Sur,
con las Filipinas y el Pacífico, mantiene relaciones frecuentes con
los puertos africanos y con todo el litoral mediterráneo y tiene una
densa red de distribución que alcanza a los puertos europeos de
Rusia, Suecia, Dinamarca, Holanda, Alemania, Francia e Inglaterra.
La guerra con Inglaterra en 1804 marca definitivamente el declive
de tan lucrativa actividad, que ya venía decayendo por la liberali-
zación del comercio y la pérdida del monopolio americano. Con la
derrota de Trafalgar en 1805 se pierden barcos y quiebran nume-
rosas casas comerciales y aseguradoras.
Pero durante el asedio, el propio dominio inglés de los mares per-
mitió una actividad lo suficientemente intensa como para asegurar
sin estrecheces todas las demandas de abastecimiento de la ciudad
por exquisitas y exigentes que éstas fueran.
¡Agua del Puerto, quién quiere
agua!
, es el pregón que grita
desgañitándose el aguador por las
calles. Con el pocillo de agua va un
anisillo para endulzar el trago.
Una vía para garantizarse
el abastecimiento es
la que mantienen, por
tierra, también desde el
Puerto, las caballerías con
mucha mayor capacidad
de carga.
El trasiego de personas
nobles o acomodadas se
realiza en coches, muchos
de alquiler. El gremio tiene
fama; cuando los franceses
llegan a las puertas de La
Isla, la tarifa para ir de Cádiz
a San Fernando se dispara
ya que hay que ir hasta la
frontera con Francia
”.
El trasporte de
bastimentos y otras
mercancías descansa
en gran medida en la
fuerza animal, ya sea
tirando de carros y
carretas o cargándolas
directamente sobre
sus lomos.
Para las piezas más pesadas se
recurre a cabrestantes, grúas
y poleas, bien simples bien en
conjunto o polipastos. Con estos
artilugios un hombre puede
elevar pesos de cientos de kilos
con seguridad.
El comercio “al por menor” de pescado
fresco es una actividad típica del espacio
portuario. En sus tenderetes se surten
las clases más populares y los propios
trabajadores del puerto.
El comercio de maderas preciosas
mantiene una pujante industria de
carpintería y ebanistería local que
fabrica muebles de muy buena factura
según las modas del momento.
Hay sacos de café, azúcar,
cacao, tabaco, especias,
etc. de todos los puertos
del océano Atlántico,
americanos y también
africanos. Su precio se
multiplica varias veces
una vez desembarcados
en tierra.
El vino de Jerez ha terminado
definiendo un tipo concreto
de vino: el jerez. Desde que
el asalto de Drake lo dio a
conocer en Inglaterra, este
mercado es un destino seguro.
La madurez del vino le permite
soportar la larga singladura sin
mermar su calidad.
Los navíos de línea forman la escala
superior de las embarcaciones de la
época. Fruto de una evolución de siglos
que aprovecha la limpia energía del
viento, son mecanismos muy sofisticados
y compejos de ingeniosa tecnología.
Los barcos grandes deben fondear
lejos del muelle por falta de calado (las
mareas llegan casi a los cuatro metros
de desnivel) por lo que muchas de las
labores de carga y descarga deben
hacerse con barcas de remos.
Aunque durante el asedio no es posible, la
conexión de Cádiz con el Puerto por mar es muy
intensa. Blanco White dice que es “
como dos
barrios de una gran ciudad
”. El viaje dura hora y
media y no está exento de peligros, especialmente
cuando se pasa la barra del Guadalete.
Antes de pasar la Aduana, los oficiales de
la misma, los representantes de las casas
propietarias de los fletes y las aseguradoras
comprueban con los capitanes y sus
oficiales el estado de la carga.
El abastecimiento diario
a las casas se hace por
cargadores con grandes
latas o bidones colgados
del cuello.
(
)
El trabajo de los mozos
de cuerda o “gallegos”
es otra modalidad
para asegurar la carga
y descarga de las
embarcaciones. La
estiba de un barco es
una tarea especializada,
ya que garantiza su
estabilidad en alta mar.