Página 26-27 - Granada

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Arriba, pila califal procedente de Córdoba reutilizada en Granada.
Abajo, capitel zirí hallado en Granada y cerámica califal
encontrada en Medina Elvira.
Museo Arqueológico de Granada.
Garnata
en el siglo XI, capital del reino zirí
El año 1013, al poco de la caída del califato de Córdoba, la dinastía beréber de los ziríes establece
en
Garnata
la capital de su reino de taifa, cuya existencia se prolonga hasta fines del siglo. Si desde el
siglo VIII hasta la misma noción de la ciudad casi se había perdido frente a la hegemonía de la cercana
Medina Elvira, la refundación de Granada por los ziríes cambió las tornas y la situó entre las primeras
ciudades de Al-Ándalus. Uno de los emires ziríes, Abd Allah, relata el proceso: “se resolvieron a escoger…
una altura que dominase el territorio y una posición estratégica de cierta elevación… posición de la que
harían su capital... y contemplaron una hermosa llanura, llena de arroyos y de árboles, que, como todo
el terreno circundante, está regada por el río Genil, que baja de Sierra Nevada. Contemplaron asimismo
el monte en el que hoy se asienta Granada, y comprendieron que era el centro de toda la comarca, ya
que tenía delante la Vega… El lugar les encantó, porque vieron que reunía todas las ventajas…”
En las décadas del gobierno zirí la población experimenta un crecimiento paulatino y se produce una notable expansión
urbana. El primitivo recinto de
Ilíberis
se amplía y transforma en la Alcazaba Antigua; a sus pies crecen los barrios de la
Medina, hasta enlazar con los arrabales y el viejo solar judío de
Garnata al-Yahud
, en las faldas de Torres Bermejas, al otro
lado del Darro, río que se convierte en el eje urbano de Granada. La ciudad se cerca de murallas con puertas y torres;
se levantan un alcázar, palacios, mezquitas, baños, mercados, y un denso caserío cuya superficie abarca 76 hectáreas.
Se realizan asimismo decisivas obras hidráulicas, como los tendidos de las acequias de Aynadamar, del Darro y del
Genil, que de modo simultáneo, surten el abastecimiento, atienden las necesidades de oficios industriales y, sobre todo,
organizan y aseguran los regadíos de la Vega, que cobra fama como una de las más ricas comarcas agrícolas. El papel
protagonista de Granada continúa después de su conquista en 1090 por los almorávides, a los que sirve de cabecera de
sus dominios en Al-Ándalus, y, más tarde, bajo los almohades, que refuerzan su entidad urbana.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
U N PA I S A J E H E CHO E N L A H I S T O R I A [
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Por estas fechas se produce un máximo
generalizado de temperaturas que repercute en
el ascenso de la cota de nieve en la sierra, y la
disminución del volumen de agua almacenada.
Prosigue la actividad minera. Las fuentes citan
la obtención de oro mediante el cernido de las
arenas de los río Darro y Genil, y explotaciones
en la sierra de plata, hierro, plomo o cobre.
En la sierra, donde se asientan contingentes
beréberes originarios de las cordilleras del
norte de África, se difunden los sistemas del
regadío de montaña: acequias de careo en
los parajes elevados, redes de acequias de
riego, terrazas de cultivo en las laderas.
La compleja red de acequias que se traza
en época zirí incluye varias conducciones
derivadas de los cauces del Darro y el
Genil y de manantiales cercanos.
Hacia los siglos XI-XII se tiende el primer
puente de fábrica sobre el Genil. Una
obra de piedra sobre cinco arcos que
facilita el tránsito hacia el sur y la costa.
En la margen izquierda del Darro surgen
los arrabales por donde trabajan alfareros y
ladrilleros, oficios que dejan sus nombres en
sendas puertas de la muralla.
Aunque bien conocido y practicado
por los romanos, no fue hasta el
período andalusí cuando el regadío
alcanzó tal desarrollo como para
generar toda una cultura del agua
con nuevos paisajes agrícolas.
En los niveles deprimidos de la Vega
persisten los parajes pantanosos de
carácter insalubre. Se alimentan tanto
de las lluvias y avenidas como por
afloramiento de aguas subterráneas.
Junto a los cereales tradicionales, el olivo o la
vid, en la Vega se cultivan plantas introducidas
desde Oriente en época andalusí, como
el lino, mijo, panizo, berenjena, sandía y
diversas hortalizas y frutales.
Los cementerios, a veces delimitados por tapias,
se distribuyen en las proximidades de la ciudad,
por el campo del Triunfo, cuesta de Alhacaba
y San Miguel Alto, al exterior de las áreas de la
Alhambra, los Mártires y el Mauror.
Las pequeñas parcelas intensamente
cultivadas avanzan por los valles de
los ríos, a lo largo de las acequias, y
formando una corona sobre la Vega
alrededor de la ciudad.
Desde mediados del siglo
XI los ziríes impulsan la
construcción de la gran
acequia de Aynadamar,
que trae el agua desde la
Fuente Grande de Alfacar,
abasteciendo a la población y
regando pagos agrícolas.
La paulatina deforestación
desde la etapa romana, por
las roturaciones, el pastoreo,
la minería, el consumo de
combustible, se acentúa en
época zirí, intensificándose
los procesos erosivos y el
avenamiento de los ríos.
La explotación ganadera, sobre todo de
ovejas y cabras, se extiende desde las
laderas próximas a la ciudad hasta los
pastos de alta montaña.
Mientras el poder reside
en la Alcazaba Antigua,
el centro de gravedad de
la actividad cotidiana se
encuentra en la ciudad baja,
en los barrios de la Medina.
Interior del baño del Nogal o
Bañuelo, obra zirí del siglo XI, en
una litografía romántica.