El 2 de enero de 1492 Granada se entrega a los Reyes Católicos. Se inicia entonces una fase en
que la ciudad experimenta profundas transformaciones, aun manteniendo una honda huella de la
etapa anterior. Residencia frecuente y panteón de Isabel y Fernando, escenario, con Santa Fe, de
los tratos que conducen al viaje descubridor de Colón, solar del alto tribunal de la Chancillería y
sede de la corte del emperador Carlos V en 1526, Granada cobra una notable importancia político-
administrativa, al tiempo que su urbanismo y arquitectura se renuevan según los designios del
Renacimiento. Se levantan edificios, se abren plazas, y, en lo que concierne al agua, se mantienen las
estructuras existentes para abastecimiento, riego y otras actividades, junto con iniciativas como la
erección de pilares y fuentes monumentales que refuerzan la dimensión pública de este elemento.
Pero el primer siglo bajo dominio castellano está marcado asimismo por las tensiones con la población conquistada.
Presionada por la llegada de repobladores y las reiteradas medidas contra sus intereses y costumbres, los conflictos se
suceden hasta la rebelión de los moriscos de 1568, que se salda con su expulsión masiva. Si a comienzos del XVI la urbe
acumulaba 60.000 habitantes, por encima de Sevilla y otras grandes ciudades, al terminar la centuria se había reducido a
unas 33.000 almas. Quebrantos que se manifiestan con igual virulencia en la economía: la laboriosa agricultura irrigada
de la Vega decae con la marcha de sus mejores conocedores; las redes hidráulicas se deterioran; la producción granadina
más preciada, la seda, declina; numerosos inmuebles quedan abandonados y maltrechos. El Seiscientos arranca en un
ambiente de crisis generalizada, y hay que esperar hasta el siglo XVIII para atisbar indicios de recuperación.
Granada en la Edad Moderna
Morisca granadina, según un dibujo de hacia 1530.
A la derecha, vista de Granada en torno al año 1500, detalle de un óleo la Virgen con el Niño.
Retrato de Carlos V en 1525.
En 1526 residió en Granada.
Plaza Nueva con la Alhambra,
grabado de L. Meunier, hacia 1668.
Vistas de Darro
, copia de un óleo de Juan de
Sabis de 1636. Museo Casa de los Tiros, Granada.
En la periferia surgen
monasterios, hospitales y
otros grandes edificios que
ocupan amplios solares a
costa de huertas.
El Albayzín en especial y
otros barrios donde se
concentraban los moriscos
sufren una acusada
despoblación a raíz de su
expulsión en 1571.
Parte del Darro, el río
urbano de Granada, se
cubre con una bóveda en
la que se tiende la Plaza
Nueva; en sus orillas se
dispone también un paseo
con fuentes y árboles.
Los cármenes jalonan las orillas del
Darro. En el paraje de Valparaíso
se establecen la fundación religiosa
del Sacromonte y la hacienda
jesuita de Jesús del Valle.
Los bosques —de olmos, almeces,
álamos— se espesan en las laderas de
la Alhambra, reflejando la orientación
residencial del conjunto y su pérdida de
funcionalidad militar.
En 1608 Granada es, según Bermúdez de Pedraza, “un
sitio excelente, por la comodidad de agua que tiene
para el gasto y servicio de sus ciudadanos, con dos
ríos… que el uno corriendo por medio della, la limpia
y hermosea, y el otro besa sus murallas, fertiliza sus
campos y hace de mayor recreación su vega”.
La red hidráulica nazarí
se mantiene sin apenas
cambios. Una malla de
cañerías con atanores
de barro distribuye el
agua por fuentes y aljibes
públicos, conventos,
palacios y casas.
Los repobladores adoptan
en gran medida el elaborado
sistema de riegos nazarí y sus
correspondientes ordenanzas.
La campana de la torre de la
Vela anuncia con su tañido el
turno de los regantes.
El crecimiento urbano se polariza
en la Vega. Fuera de puerta Elvira
crece el arrabal de San Lázaro,
junto al Darro avanzan los
arrabales cercanos a la plaza Bib-
Rambla, y los espacios extramuros
hacia el Genil se colonizan.
Las aguas residuales van a parar
a ríos y acequias generando
problemas de salubridad. Los
vertidos de tenerías, carnicería y
otras actividades contaminantes
agravan la degradación del Darro.
A principios del XVII se
menciona la existencia por las
calles y plazas de Granada de
44 fuentes y pilares, sin contar
los de la Alhambra.
La versatilidad productiva de
la Vega vuelve a demostrarse,
cuando se adoptan diversas
plantas venidas del Nuevo
Mundo, como el maíz o la patata.
Pese a la continuidad del marco
agrario, tras la conquista aumenta
la concentración de propiedades
y explotaciones y se acentúa la
especialización en cultivos comerciales.
El perímetro amurallado de
Granada cede en algunos
sectores ante la disminución
de las necesidades defensivas
y el empuje de la expansión
urbana. Se abren portillos, se
derriban muros y torres.
En el siglo XVI se propaga el cultivo
de la morera al servicio del pujante
comercio de la seda. Tras su declive,
en el XVIII el lino marca un nuevo
ciclo en la agricultura de la Vega.
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D
U N PA I S A J E H E CHO E N L A H I S T O R I A [
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