Página 44 - Granada

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Pero, si hacia 1570 las élites de la ciudad aún seguían
albergando delirios de grandeza mucho después de
que el propio Carlos hubiera volcado hacia el centro
de la Península el eje del poder, el quiebro que en toda
España supone el reinado de Felipe II se dejará sentir
en Granada con más fuerza aún, ya que significa, ade-
más del inicio de la decadencia económica y política, el
definitivo despertar del breve sueño imperial.
La importancia de la rebelión morisca y de su aplasta-
miento es tal que las fechas de 1568-1571 podrían consi-
derarse como el verdadero punto de ruptura posterior
al de 1492. Se ha calculado que a partir de junio de 1569
fueron expulsadas de Granada unas 17.000 personas,
más o menos un tercio de su población, y además la
más activa económicamente: un hecho que no haría
sino agudizar enormemente la coyuntura económica
desfavorable y el repliegue político de una ciudad que
soportaba ya la quiebra de la antigua base demográfica y
productiva que le había asegurado su rango preeminen-
te entre las ciudades no sólo castellanas sino europeas.
Todo ello comenzaba a acarrear, de forma cada vez
más acelerada, consecuencias urbanísticas de primer
orden, en las que se combinarán la expansión “natu-
ral” de la ciudad, las consecuencias de las expulsiones
moriscas y las intenciones simbólico-representativas del
nuevo clima contrarreformista. El tradicional equilibrio
demográfico-urbanístico de la vieja ciudad heredada
de los nazaríes queda a partir de 1571 definitivamente
roto, produciéndose un brutal despoblamiento —del
que se hará eco Góngora en su romance sobre Granada
ya a final de siglo— del hasta entonces populoso barrio
del Albayzín. En la zona baja de la ciudad se marcan,
en cambio, nuevas líneas de expansión —barrios de la
Magdalena o las Angustias— que, aunque tardarán aún
décadas en consolidarse, permiten vislumbrar la ten-
dencia de la ciudad a derramarse hacia la rica vega del
río Genil. Una expansión que lo será tanto civil como
simbólica, con la definitiva configuración del nuevo eje
urbano de la calle de San Jerónimo o la instalación en
ese área de la Compañía de Jesús.
Si, en el paso de la Ciudad Imperial a la “Cristianópo-
lis” contrarreformista, Granada había perdido esa sin-
gularidad ideológico-política, que ya no era más que
una ilusión a la que seguían aferrándose sus dirigentes,
se tratará ahora de hallarle, por todos los medios, una
nueva ubicación privilegiada en el conjunto de las
ciudades hispánicas, que vendrá de la mano de una
Juan Calatrava Escobar
ETSA de Granada
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] A GU A , T E R R I T O R I O Y C I U D A D