Página 71 - Granada

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7.
Torrentes alpinos.
Las cabeceras de los ríos manifiestan fuertes desniveles y un acusado
carácter torrencial de patrón estacional bien diferente a la generalidad
de los ríos mediterráneos andaluces, pues, a diferencia de ellos,
presentan caudales mínimos en invierno, cuando la precipitación se
acumula en nieve, y picos máximos durante los deshielos, bien entrada
la primavera. En los niveles inferiores, con caudales persistentes, acogen
poblaciones autóctonas de truchas y en algunos puntos desarrollan
interesantes comunidades de ribera.
8.
Ríos de la Vega.
Aguas abajo, los torrentes se transforman en ríos que ensanchan
su sección, suavizan su pendiente y el ímpetu de la corriente. Si en
principio predominaba la erosión y acarreo de los materiales, ahora
cobra protagonismo el depósito y relleno sedimentario. La Vega
funciona como una extensa llanura de inundación, un paisaje cambiante
al ritmo de las avenidas, que ya no están necesariamente asociadas
al deshielo, pues el régimen fluvial depende tanto de la lluvia como
de la nieve. En la actualidad, los embalses, repoblaciones forestales y
encauzamientos, han domesticado su antaño furioso régimen torrencial.
9.
Bosques de ribera.
En algunos tramos de curso bajo, los sotos fluviales alcanzan cierta profusión y desarrollo. Los ríos discurren
a sus anchas, generando amplios cauces a menudo divagantes, que convierten este espacio de transición entre
el medio acuático y el terrestre en un hábitat ideal para la colonización de sauces, fresnos, olmos, álamos. Son
especies de hoja caduca que proporcionan un acusado contraste estacional frente a las tierras cultivadas y los
retazos de monte matorral mediterráneo circundantes. Son refugio de una rica flora y fauna de origen atlántico,
más septentrional, y por ello, más exigentes en necesidades hídricas.
Agua
& Naturaleza
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