3.
El abastecimiento de Granada.
La necesidad del abasto de agua de calidad, para
beber personas y bestias, para aseo y limpieza,
para riego, industrias y otras actividades, se
resuelve en Granada sobre todo mediante
un sistema de acequias que se nutren de
manantiales, minas y ríos, junto con algunas
fuentes y pozos que afloran en la ciudad y sus
inmediaciones. La red de aguas traídas de fuera,
hecha en su mayor parte por los musulmanes,
sigue sustentando el suministro durante siglos
después de la conquista cristiana, apoyándose
en tres grandes ejes: las acequias que corren a
lo largo del valle del Darro, las del Genil y la
acequia de Aynadamar.
4.
La acequia de Aynadamar.
Para el consumo humano se prefieren las aguas vivas de manantial a las de río, de calidad desigual y más
susceptibles de contaminarse. No es casual que cuando Granada se consolide en el siglo XI bajo la dinastía
zirí, una de sus iniciativas sea la de garantizar su suministro por medio de la construcción de una acequia
para traer las cristalinas aguas de
Ayn ad-Damaa
, la “Fuente de las Lágrimas”, la Fuente Grande de Alfacar.
Un dispositivo de más de 13 km de longitud que alimenta aljibes públicos y viviendas del núcleo antiguo de
la ciudad, además de regar a su paso innumerables pagos agrícolas e impulsar molinos hidráulicos.
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