Cristo de la Humildad y Paciencia. Iglesia de los Terceros. Sevilla

Información general

Tipología
Escultura
Provincia
Sevilla
Municipio
Sevilla
Autoría

Anónimo

Cronología
Finales del siglo XVI
Dimensiones
100 x 88 x 46 cm
Material
Tela encolada.
Madera. Peana
Observaciones

La información sobre esta intervención está extraída de los informes de ejecución.

Colaboradores:
Rafael Fernández García (Doctor Arquitecto)
Miguel Ángel Marín Gallardo (Diseñador Gráfico)
 

Bibliografía relacionada

Palomero Páramo, J.M.: La imaginería procesional sevillana: misterios, nazarenos y cristos, Sevilla, 1981; Bernales Ballesteros, J.: "La evolución del paso de misterio", en VV.AA., Las cofradías de Sevilla: historia, antropología, arte, Sevilla, 1985; Palomero Páramo, J.M.: La Semana Santa paso a paso, Diario A.B.C., Sevilla, 1994

Imagen

Datos históricos

El Cristo de la Humildad y Paciencia de la iglesia de los Terceros, titular de la Hermandad de la Cena, responde a una iconografía muy popular traída desde el norte de Europa por los artistas que llegan a Andalucía a partir del siglo XV. Bernales Ballesteros relaciona esta representación de Cristo -desolado, triste y con dolor contenido- con la del dios Saturno, cuyo temperamento melancólico aparecería plasmado primero en las iconografías germanas del Varón de Dolores y, más tarde, consagrado por Durero en algunos de sus grabados de la Pasión.

El Cristo fue donado al hospital de San Lázaro, donde existía una asociación caritativa, a finales del siglo XVI. En 1591 se sabe que la Hermandad del Santísimo Cristo Humillado está establecida en el templo de Omnium Sanctorum y que se fusiona con la de la Sagrada Cena y Nuestra Señora del Subterráneo. De allí pasa en 1621 al convento de San Basilio. En 1688 se encarga al escultor Sebastián Rodríguez un paso con un montículo para colocar la imagen. En los siglos XIX y XX sufre diversos traslados hasta encontrar su sede definitiva en la iglesia de los Terceros. Volvió a procesionar con un nuevo paso en 1974.

Imagen

Estado previo

La escultura está realizada con telas encoladas modeladas sobre un armazón de madera y elementos metálicos, como clavos y alambres. El tejido empleado es de lino, salvo el del paño de pureza, que es de algodón y que fue colocado en sustitución del original probablemente en la única intervención documentada, la efectuada por Andrés Cañadas en 1900. La roca sobre la que está asentada la imagen, y que hace a su vez las funciones de peana, es de madera tallada y está formada por varias piezas encoladas entre sí y con clavos de refuerzo en las uniones. Todo este conjunto se apoya en una base rectangular también de madera. La figura está anclada a la peana por un vástago metálico roscado a ella que alcanza por el interior hasta la mitad del pecho.

A lo largo del tiempo se produjeron en la imagen importantes variaciones respecto a su primitivo aspecto: además de sustituirse el sudario se repolicromó repetidas veces la escultura y se le mutiló la corona de espinas, cuyos restos, junto a un añadido de plastilina, servían de apoyo a la actual, que es exenta.

La adhesión entre las telas encoladas y los elementos de soporte era buena y el conjunto mantenía perfectamente su estabilidad. Solo en algunos puntos del sudario se había perdido consistencia a causa de golpes o manipulaciones. En la peana, la pieza rectangular de la base se hallaba afectada por un ataque de xilófagos ya sin actividad.

Los mayores problemas se centraban en la policromía. La capa de preparación, aplicada con gran grosor para subsanar pequeños defectos y completar el modelado inicial poco preciso de este tipo de esculturas, presentaba buena adhesión, salvo en zonas puntuales afectadas por golpes y en la unión de los pies con la peana, donde se observaban algunas fisuras debidas al diferente comportamiento de las dos materias base, tela en la figura y madera en la peana. En las sucesivas capas pictóricas, acumuladas hasta llegar a causar un ligero embotamiento en algunos detalles del modelado, se habían producido abundantes desprendimientos, originados probablemente en las operaciones de traslado del retablo al paso. Un caso particular es el de las heridas, cuyo efecto naturalista, conseguido por medio de grandes espesores de pintura, provocó levantamientos en estas zonas. Sobre la policromía se apreciaban repintes de carácter puntual que cubrían algunos desprendimientos y, de forma generalizada, una pátina intencionada repartida desigualmente para potenciar el modelado, además de una gran acumulación de polvo y manchas de cera. En las estratigrafías de algunas muestras se registró así mismo lo que podría ser una capa de barniz. La peana presentaba superficialmente una capa de pintura sintética.
 

Imagen
Imagen
Imagen

Descripción de la intervención

Antebrazo izquierdo durante la limpieza. Se advierten los hematomas de las ataduras de la muñeca antes ocultos (jpg, 791 Kb en nueva ventana)

Una vez constatado el elevado número de películas pictóricas- hasta dieciocho- y su irregular disposición y distribución, se decidió no intentar recuperar ninguna de las hipotéticas encarnaciones subyacentes, lo que habría supuesto la destrucción de la policromía visible, la del citado Andrés Cañadas, de 1900, que en el sudario es la única existente. Por tanto la mayor parte de las operaciones se centraron en la limpieza y consolidación de esta policromía. Se eliminaron repintes, barnices y manchas, apreciándose detalles de la policromía antes ocultos, como hematomas y pequeñas llagas. El nivel de limpieza que se adoptó permitió igualar aquellas zonas de grandes depósitos con las que aparecían casi limpias. En la peana, además de aplicarse un tratamiento preventivo de desinsectación, se eliminó la capa de pintura sintética y se resanaron los estucos en la unión de ésta con los pies; esto permitió descubrir que anteriormente la posición de los mismos era más paralela. También como medida preventiva, se reforzaron las uniones de la figura a la peana con espigas de madera. En la base se colocó un suplemento consistente en tres piezas de madera de cedro encoladas entre sí y ensambladas con una falsa lengüeta, con un sistema de asas escamoteables para la correcta manipulación de la escultura.

Se estucaron las lagunas y donde habían aparecido las marcas de la antigua ubicación de los pies se dejó una suave insinuación de las mismas en relieve. Una vez reintegradas las pérdidas de policromía existentes, se aplicó una protección con barniz.

En la cabeza se colocaron unos casquillos para sujetar las potencias rellenando los huecos con tacos de madera de cedro y resina epoxídica, se ajustó la corona de espinas, excesivamente grande, al perímetro de la cabeza y se reemplazó la plastilina que le servía de apoyo por unas abrazaderas hechas en plata.
 

Imagen
Imagen

Ficha técnica y planimetría

Entidad/es promotora/s
Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura
Dirección y ejecución
Silvia Martínez García-Otero
Periodo de ejecución
-
Inversión
8.864,93 euros
Imagen
Índice