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Discurso de toma de posesión del Presidente del Parlamento de Andalucía en la X Legislatura

Sevilla, 16 de abril de 2015

Señoras y señores diputados, Presidenta de la Junta de Andalucía y miembros del Consejo de Gobierno en funciones, Autoridades, representantes de la sociedad civil, Amigos y amigas

Hoy, 16 de abril, se constituye el nuevo Parlamento de Andalucía, se inicia la X legislatura de nuestra Cámara Legislativa.

Es, como siempre ha sido desde aquel ya lejano mayo de 1982, fruto de la elección libre y soberana, de los andaluces y andaluzas.

A ellos les representamos, sí señorías les representamos. Cada uno de los diputados que hoy ocupan su escaño, cada uno de los grupos que están presentes en esta Cámara, conforman la voluntad popular, libremente expresada como mejor y más claramente puede expresarla un pueblo: en las urnas.

Podría decirse que esta no es una legislatura cualquiera. En realidad, ninguna lo es, porque cada una encarna lo que en cada momento piensa, siente y decide la sociedad andaluza.

Es verdad que ahora, más de treinta años después, el Parlamento de Andalucía vuelve a contar con cinco grupos parlamentarios.

Son señorías -son uds. señoras y señores diputados--, expresión de la pluralidad de la sociedad andaluza, de nuestra riqueza, de nuestra diversidad.

Estoy seguro de que todos sienten, como siento yo, el orgullo de representar a nuestra tierra. Una tierra hermosa, con un pasado histórico brillante y con un futuro, esa es mi opinión, cargado de buenos presagios.

Una tierra de fuerte personalidad, comprometida desde luego con nuestra nación, con España –de la que somos parte y una parte muy importante— y a la vez con capacidad de proyectar nuestra huella hacia Europa, el Mediterráneo, hacia América Latina.

Señorías,

Los ciudadanos han decidido un Parlamento lleno de sensibilidades. A todos y cada uno de nosotros, nos corresponde interpretarlas adecuadamente.

Como presidente de esta Cámara, me corresponde actuar con ecuanimidad y a ello, con la mayor firmeza y determinación, me comprometo no sólo ante todos uds., sino ante todos los andaluces y andaluzas.

Creo honestamente que todos ellos esperan de nosotros, que hemos recibido el gran honor de recibir su confianza, altura de miras, honradez y trabajo.

Digan lo que digan algunos, la política es un ejercicio imprescindible para la vida en sociedad, para el avance, para el progreso. Debemos ser todos conscientes de esta enorme responsabilidad, y actuar en consecuencia.

Debemos, ante todo, ser útiles, transparentes, ejemplares en nuestras actitudes y comportamientos y atender a los problemas de la gente, que son muchos y muy urgentes.

Debemos dialogar siempre, confrontar lo que haga falta, y al mismo tiempo no desdeñar ningún espacio de acuerdo que sea posible, siempre que ello sea en beneficio de nuestros conciudadanos, que tanto esperan y tanto necesitan de nosotros.

Han pasado treinta y tres años desde la constitución del primer parlamento autonómico. Muchos de nosotros éramos adolescentes y jóvenes cuando se reunió por primera vez. Esta Cámara es, no lo olvidemos, fruto del esfuerzo de anteriores generaciones de andaluces y andaluzas, los que sacaron adelante, contra viento y marea, el 28 de febrero y nuestro primer Estatuto de Autonomía.

Este Parlamento es, también por ello, heredero y símbolo de ese esfuerzo, de esa pasión y ese compromiso por Andalucía.

Este es el templo de nuestra democracia, la cuna de nuestro autogobierno, el baluarte de los valores democráticos, la garantía de los derechos fundamentales, de las libertades públicas y de nuestra propia autonomía.

Este Parlamento representa al pueblo andaluz. No a tal o cual parte de los electores sino a todos ellos en su conjunto.

Como nos enseñó Montesquieu, representar al conjunto de los ciudadanos es lo que convierte al Parlamento en uno de los símbolos de la democracia, y le permite asumir una legitimidad básica en la arquitectura constitucional.

Y si esa centralidad del Parlamento ha sido históricamente importante en la propia conformación y desarrollo de nuestra autonomía, hoy esa centralidad es más necesaria que nunca.

Porque vivimos tiempos de cambio a los que las instituciones democráticas tienen que saber adaptarse.

Tiempos de cambios profundos que demandan con toda nitidez la necesidad de respuestas democráticas.

Hay fenómenos que nos influyen directamente, que nos afectan vitalmente y que exigen una gobernanza democrática.

Me refiero por ejemplo, a la globalización económica y financiera que, si no es gobernada de acuerdo con las reglas democráticas, amenaza con sustraer a la voluntad popular decisiones que afectan a miles de millones de personas, a sus empleos, a sus condiciones de vida y de trabajo.

Me refiero al proceso de construcción europea, tan importante para todos nosotros, desde luego para los andaluces, pero que tiene que avanzar no sólo en el terreno económico, fiscal o financiero, sino también en la unión política, que será la única forma de que podamos influir más a favor de los intereses concretos de la ciudadanía europea.

Me refiero también a otros fenómenos que están marcando nuestro presente y poniendo sombras en nuestro futuro.

Hoy, todas las personas de buena voluntad estamos conmovidas por la tragedia, la nueva tragedia, ocurrida en el Mediterráneo, con la muerte espantosa de 400 personas, hombres, mujeres y niños abocadas a la desaparición física por su desesperación fruto de la injusticia y de la desigualdad lacerante entre la orilla norte y la sur de este mar que nos baña y que fue siempre un mar, el Mediterráneo, de cultura y de civilización.

Me refiero también al surgimiento de fenómenos muy negativos como el fanatismo que termina propiciando el terrorismo más cruel y también la intolerancia o la xenofobia que amenazan con deteriorar la convivencia en la propia Europa.

Son todas situaciones que exigen imperiosamente respuestas basadas en los principios democráticos y que nos conciernen de forma directa y nos impelen a actuar, cada uno en el marco de su territorio y de sus competencias.

La propia crisis económica por la que hemos venido atravesando en estos últimos años ha traido también un incremento de la insatisfacción política, y de cierto desapego a las instituciones democráticas.

Y nos corresponde a todos los que participamos de ellas el tomar las medidas oportunas para fortalecer el necesario nexo de unión entre representantes y representados.

La gente nos pide una política más cercana, y más comprensible en el sentido de que hablemos menos de nuestros problemas, los de los políticos, y más de los problemas que afectan a los ciudadanos.

Porque no debemos olvidar en ningún momento que el fin último de nuestra labor es el servicio a la ciudadanía. Ésta debe ser, señorías, nuestra idea fuerza, la brújula que nos guíe. No hay otra opción más que el servicio público al interés general.

Cercanía significa también que el Parlamento tiene que estar donde esté la gente: en las calles, en los pueblos y ciudades, en los centros de trabajo o en las universidades. Por eso debemos promover y facilitar las vías de conexión con la ciudadanía, para alcanzar una comunicación fluida y un diálogo permanente con la sociedad.

Mucho se ha avanzado en estos años y, particularmente, en estas últimas legislaturas. Pero nos queda camino que recorrer para mejorar y profundizar en esa necesaria proximidad a los ciudadanos de nuestra tierra, proximidad y cercanía que son esenciales para que el proceso de deliberación y de toma de decisiones que caracteriza el modo de proceder del parlamentarismo sea verdaderamente justo, equilibrado y lo más acorde posible con el verdadero interés general.

Debemos mirar al futuro y seguir avanzando por el camino del progreso, de la libertad y de la igualdad de oportunidades. Es lo que esperan de nosotros los andaluces y andaluzas: una apuesta decidida por una política cercana, austera, transparente, honesta, que cierre cualquier hueco a la corrupción, y que tenga el interés general como gran meta por encima de los particulares.

Los andaluces esperan de nosotros la plena asunción de los valores que son propios del parlamentarismo: el pluralismo, la participación, la claridad, la transparencia. Fortalecer esos valores en el día a día de nuestro trabajo ayudará a reforzar el propio Parlamento, que es tanto como decir reforzar la democracia.

Y más aún en la medida en que sepamos utilizar las armas tan poderosas con que contamos: nuestra palabra, nuestra argumentación, el diálogo abierto y sincero como método que no tiene nada de incompatible con la defensa de nuestras propias ideas. Es lo que nos pide el nuevo tiempo y también lo que se desprende de forma inequívoca del mandato de las urnas el pasado 22 de marzo.

Estoy convencido de que sabremos estar a la altura de los retos que tenemos por delante.

Yo, por mi parte, intentaré ser el Presidente de todos, los que me han votado señorías y, no lo duden, también de los que no. Y puedo asegurarles a sus señorías que haré todo lo que esté en mi mano para favorecer que su trabajo sea fructífero y positivo para los andaluces y andaluzas a los que representamos.

Mucho ánimo y pongamos todos y todas nuestro corazón en que nuestro trabajo sea por el bien de nuestra querida tierra, Andalucía, a cuyo nombre todos debemos honrar. Y nosotros, sus representantes, los primeros.

Y así, señorías, declaro constituida la X Legislatura del Parlamento de Andalucía, que será inmediatamente comunicada al Jefe del Estado, su Majestad el Rey, al Gobierno de la Nación, al Congreso de los Diputados, al Senado y a la Presidenta en funciones de la Junta de Andalucía.

Muchas gracias-