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Las llaves que desvelan los secretos de Cástulo

Una muestra en el Museo Íbero de Jaén exhibe los sistemas de cierre usados por los romanos con piezas procedentes de tumbas y excavaciones arqueológicas

Como encargada de la protección de lo privado, guarda la intimidad de nuestros hogares, impide el paso a lugares restringidos o custodia objetos de gran valor personal, sentimental o material. La llave es un elemento cotidiano y fundamental en nuestras vidas en cuyos orígenes se adentra 'Clavis: las llaves en la antigüedad', la exposición que alberga, hasta el 10 de marzo, el Museo Íbero de Jaén y en la que se exponen diecisiete piezas de su colección y once procedentes del Conjunto Arqueológico de Cástulo que nos muestran los cuatro mecanismos de apertura conocidos en la Antigüedad y permiten conocer las importantísimas aportaciones de la época romana a la historia de la llave.

Aunque su origen es desconocido, las primeras referencias a los sistemas de cierre se encuentran en la cultura egipcia. Eran llaves de madera y de gran tamaño. De ahí, pasaron al mundo griego, donde comenzó a usarse el metal para su fabricación. Sin embargo, fueron los romanos los que generalizaron su uso, ideando nuevas cerraduras, ampliando los tipos de llaves, perfeccionando su forma o reduciendo su tamaño para que fueran más fáciles de transportar. Los ingeniosos sistemas que descubrieron fueron la base de muchas de las soluciones tecnológicas que han llegado hasta la actualidad.

El Museo Íbero cuenta con una amplia colección de llaves, pestillos, cajas y cerraduras, todas ellas procedentes de expolios en tumbas romanas. Aunque con información muy limitada por ser producto del expolio, las llaves del Íbero nos hablan del viaje al inframundo y del deseo de que ese viaje se hiciera acompañado por los objetos más preciados por la persona fallecida. Se trataba normalmente de perfumes, ropa, dinero, juguetes, documentos, libros o instrumental médico, entre otros. Todos ellos se guardaban en cajas y cofres de madera, cuero o metal, llamados capsa, con sistemas de cierre de hierro y bronce. Por eso, además de llaves, en 'Clavis' también se pueden observar sistemas de cierre para el mobiliario doméstico.

De izquierda a derecha de y de arriba a abajo; llave en L, en forma de T, articulada y de giro.
De izquierda a derecha de y de arriba a abajo; llave en L, en forma de T, articulada y de giro.

En cambio, las piezas del Conjunto Arqueológico de Cástulo fueron halladas en excavaciones arqueológicas, en zonas de vivienda o de culto, aportando una valiosa información sobre el lugar y su forma de uso. Estas llaves fueron halladas en su contexto original, es decir, junto a las puertas que abrían, e informan de la última vez que fueron usadas, y por tanto, de la clausura definitiva de determinadas arquitecturas. Las puertas quedaron para siempre cerradas, o tal vez voluntariamente abiertas, hasta que siglos después fueron descubiertas en distintas excavaciones. De esta manera, las llaves también abren y cierran dos tiempos sucesivos.

Otras fueron ocultadas a propósito ante la puerta que debían abrir. Probablemente, se tratara de una localización convenida, como algunas de las expuestas, que han aparecido dentro de una atarjea, bajo un ladrillo convenientemente partido o bajo una simple piedra. Esta manera de proceder de quien esconde la llave sólo tiene una explicación: que contemplaba su propio regreso o el de otras personas que estuvieran al corriente de tan elemental escondrijo, algo que definitivamente nunca llegó a suceder.

Los cuatro tipos de llaves

Desde la Antigüedad se conocen cuatro mecanismos de apertura. El modelo más abundante de los conocidos en Hispania, ya usado en época ibérica, es el de tipo L. A través de una perforación en la puerta se introducía la llave para que los dientes encajaran en los huecos del pestillo, liberándolo para poder deslizarlo lateralmente. Otro modelo bastante común en época romana es el de forma de T, aunque en Hispania fue poco conocido debido quizá a su simpleza formal. La llave se introducía a través de una ranura existente en la puerta, y tras girarla permitía encajarla en los pestillos, que tras elevarlos liberaban la tranca que bloqueaba la puerta.

Un sistema de seguridad más avanzado, y que aún perdura, es el de las llaves de giro. Se puede diferenciar entre unas con sistemas de seguridad más complejos, con garganta y dientes, y otras más simples, tan solo con un paletón macizo. Por último, otro tipo común es la "llave articulada", generalmente forjada en hierro, con una larga tiga y una bisagra que permite plegarla. Aunque el mecanismo que accionaría este tipo de llaves es prácticamente desconocido, dada su longitud, es probable que pudiera usarse para desbloquear trancas de un tamaño mayor, y con un mecanismo de bloqueo situado a más profundidad.

En cuanto a los pestillos o mecanismos que componían las trancas o los cerrojos, no se conservan con facilidad debido a que solían fabricarse en madera que podría forrarse con metal. No obstante, en el caso de las llaves en L, sí es común encontrar los pestillos, normalmente fabricados en bronce, cuyos orificios muestran el código de apertura de su respectiva llave.

Un anillo-llave, un pestillo y una caja para guardar artículos personales denominada 'clavsa' que puede verse en 'Clavis'.
Un anillo-llave, un pestillo y una caja para guardar artículos personales denominada 'clavsa' que puede verse en 'Clavis'.

Los sistemas de cierre para mobiliario doméstico ocupan un sitio destacado en la exposición. Los cofres o capsae de diferentes tamaños fueron en época romana el mobiliario por excelencia para guardar objetos personales tales como utensilios para el aseo, perfumes, ropa, dinero, juguetes o documentos. Se realizaban en cuero, madera o metal, mientras que los refuerzos, elementos decorativos, remaches y cerraduras eran de hierro y bronce.

El sistema de cierre consta, por un lado, de una falleba adherida a la tapa de la caja. Por otro, de una cerradura en el cuerpo de la caja. La falleba encaja en la placa de la cerradura y, mediante un pestillo y una llave en forma de L para deslizarlo, puede ser bloqueada o liberada.

Para cofres de pequeño formato, los romanos consiguieron reducir el tamaño de las llaves hasta el extremo, pudiendo, incluso, llevarse siempre sujetas al cuerpo. Es el caso de los colgantes con forma de llave o los anillos-llave.

Los anillos-llave son uno de los inventos más originales del mundo romano. Se conocen desde época etrusca (II a. C.), pero llegan a la Península Ibérica con las nuevas costumbres romanas ya en el siglo I d. C. Se realizaban normalmente en bronce y la peculiaridad de este tipo de llave es que se sitúa y está soldada en el propio anillo, por lo que permite llevar siempre la llave encima. Admiten una gran variedad de formas, desde un simple paletón a complicados sistemas de dientes y gargantas.

La exposición 'Clavis: las llaves en la Antigüedad' podrá visitarse en el Museo íbero de Jaén hasta el próximo 10 de marzo en el horario habitual; de martes a sábado de 9.00 a 21.00 horas y los domingos y festivos de 9.00 a 15.00 horas.