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El documento del mes

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Septiembre 2018

 Imagen el címen de las estanqueras

 (*)

Código de referencia: ES.41003.AHPS/1.1.1.//Audiencia Territorial de Sevilla, 3166L
Título: Sentencia nº 269 fallando condena a los procesados Juan Vázquez Pérez,
Antonio Pérez Gómez y Lorenzo Castro Bueno por delito de robo con homicidios
Fecha: 1954-10-26
Nivel de descripción: Unidad documental Simple
Volumen y soporte: 9 hojas (folios)
Productor: Audiencia Territorial de Sevilla
Reglas o convenciones: ISAD (G), NEDA

 
Yo no las maté, pero pago por mi mala vida”

 
Lorenzo Castro Bueno(a) El tarta

 
Corría el verano de 1952 cuando los sevillanos vivieron un desafortunado suceso que conmocionó a todo el país. En una calurosa tarde del mes julio, dos hermanas de mediana edad fueron brutalmente asesinadas en su domicilio, el número 24 de la Avenida Menéndez Pelayo, en cuyo zaguán poseían un estanco regentado por una de ellas. La otra era cajera en los almacenes “El Águila” en la calle Sierpes. Eran Matilde y Encarnación Silva Montero, naturales de Estepa (Sevilla).

 El doble homicidio debió suceder al mediodía del viernes día 11, pero no fue hasta la mañana del día siguiente cuando un sobrino de las víctimas y policía armada, ante la extrañeza por la ausencia de las señoras en el entierro de su hermano, forzó la puerta, descubriendo horrorizado los cuerpos encharcados de sangre en la zona del mostrador. Presentaban numerosas heridas causadas por arma blanca. Poco después se personó en la Comisaría del Cuerpo General de Policía del Distrito de San Bernardo para dar parte del suceso y el Juzgado de Instrucción de guardia procedió al levantamiento de los cadáveres.

El afecto de los vecinos por las víctimas, el ensañamiento de sus asesinos y el interés de las autoridades para no ensombrecer la buena imagen del Régimen, provocaron una gran presión en las fuerzas de seguridad para esclarecer los hechos cuanto antes. De inmediato se abrió una exhaustiva investigación y la causa fue instruida por el Juzgado de Instrucción número 3 de Sevilla. Sin móvil aparente, en un principio se descartó el robo.

Las primeras sospechas recayeron en el sobrino de las víctimas y también en otro de profesión carnicero, debido a que las heridas suponían un buen manejo de cuchillos.

Sin embargo, la captura de los culpables llegaría con el soplo de algunos maleantes que fueron detenidos por robar en otros estancos de la ciudad, que en sus confidencias señalaron como culpables a unos conocidos rateros que se dedicaban a pequeños hurtos; que solían parar cerca del estanco, en los Jardines de Murillo y que por entonces deambulaban por la ciudad con más dinero de lo habitual: Lorenzo Castro Bueno (apodado el Tarta debido a su tartamudez y confundido a veces con su hermano Francisco el Corona) y sus compinches.

A finales del mes de julio fue detenido en Málaga el primero de ellos, Juan Vázquez Pérez (apodado el Mellao), cuando, ya alistado en la Legión, intentaba embarcarse a Melilla.Al día siguiente del interrogatorio policial firmó su confesión y delató como sus acompañantes a su colega Lorenzo Castro Bueno y a Antonio Pérez Gómez. Acusaba a éste último de los homicidios.

Junto a Juan fue arrestado en Sevilla “el Tarta”, al entregarse una vez que la policía incendiera el pajar donde se ocultaba. Negó su implicación en los hechos, provocando incluso que Vázquez Pérez se desdijera de sus declaraciones. Dos semanas después Antonio Pérez Gómez corrió la misma suerte que sus compañeros cuando lo encontró la Brigada de Investigación Criminal de Madrid. También confesó su participación en los hechos, aunque culpaba principalmente a “el Tarta.
 
Ingresaron provisionalmente en la Prisión Provincial de Sevilla, también denominada “La Ranilla.”
 
En los intensos interrogatorios y durante la reconstrucción de los hechos los inculpados incurrieron en grandes contradicciones que entorpecieron bastante la actuación judicial: se desdecían de sus declaraciones y negaban su autoría, aunque, al menos oficialmente, terminaron por confesar su culpa. Entre la ciudadanía, sin embargo, estaba extendida la creencia de que eran inocentes, que el asunto se había zanjado demasiado rápido y que estaban cargando con la culpa de otros.

Dos años después, durante los días 20, 21 y 22 de octubre de 1954 se celebró en la Sala 2ª de lo penal de la Audiencia Territorial de Sevilla el juicio oral contra los tres inculpados. Manuel Rojo tuvo a su cargo la defensa de Juan Vázquez Pérez, aunque declaró que éste no le contó lo sucedido. Al año siguiente publicó un libro denominado El Proceso por la muerte de las hermanas estanqueras: Informe de Defensa. Por su parte, Juan Espinosa de los Monteros y Ávila y José Rull fueron los abogados defensores de “el Tarta” y Antonio Pérez Gómez, respectivamente.
 
Durante la prueba testifical, las aportaciones de los testigos que declararon también se contradecían y los acusados se retractaron de sus confesiones. Los abogados defensores insistieron en la inocencia de sus defendidos y en su absolución. No existía pruebas de cargo suficientes para condenarlos: no pudo confirmarse el robo y no se encontraron las armas homicidas; la confesión de los hechos aportada parecía redactada por terceras personas, habida cuenta que los inculpados eran analfabetos y resultaba imposible que se expresaran tan correctamente; y la muestra de sangre encontrada en una camisa que supuestamente pertenecía a Vázquez Pérez (se acompañó como pieza de convicción a la causa, junto con unas navajas que se intentaron presentar como armas homicidas, así como el traje y los zapatos de Antonio Pérez Gómez que llevaba puestos el día del crimen) no pudo precisarse si pertenecía a las víctimas por no existir entonces los precisos estudios de ADN de hoy en día. Además desaparecieron cinco folios del sumario.

Finalmente, el 26 de octubre de 1954 la Audiencia Territorial de Sevilla dictó sentencia: declaró culpables a los acusados por robo y doble homicidio y los condenó a pena de muerte (dos a cada uno). Explicaba someramente lo sucedido: esperaron a que la estanquera (Matilde) se dispusiera a cerrar al mediodía para exigirle el dinero y que, en su intento de huir, lanzando gritos de socorro, Juan Vázquez Pérez cerró la puerta del local. Sus compañeros, Antonio y “el Tarta” la apuñalaron trece veces en el cuello, pechos y brazos, atravesándole el corazón. Sobresaltada por el escándalo, se asomó su hermana, que recibió dieciséis navajazos que llegaron a seccionarle la yugular.
El veredicto de la justicia indignó a muchos sevillanos y autoridades, que se alzaron suplicando el indulto de los condenados, como los entonces alcalde de Sevilla, Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas y el Obispo Pedro Segura y Sáez. Pero todo fue en vano: la Sala 2ª del Tribunal Supremo ratificó en julio de 1955 las penas de muerte impuestas y la sentencia fue devuelta a la Audiencia sevillana en marzo de 1956 para que fuesen ejecutadas. No se hacía ninguna ejecución ordinaria en la ciudad desde el año 1924.

Se constituyó en la Prisión Provincial de Sevilla el Tribunal encargado de dar cumplimiento a la sentencia. La última noche de los reos allí fueron asistidos espiritualmente por hermanos de la Santa Caridad y sacerdotes.

Especialmente “el Tarta” alegaba su inocencia, pero habían asumido su fatal destino y en estos últimos momentos se regocijaron en la religión. Finalmente, fueron ejecutados a garrote vil en el patíbulo el 4 de abril de 1956 por el verdugo titular de la Audiencia Territorial de Sevilla, Bernardo Sánchez Bascuñana.
El primer ajusticiado fue Antonio Pérez, seguido de Juan Vázquez y finalmente “el Tarta”. Al día siguiente fue el funeral en la Iglesia de la Santa Caridad, como si fuesen hermanos, y allí recibieron sepultura también los tres cadáveres.
 
Transcurridas casi dos décadas, finalmente pudo esclarecerse este crimen sin resolver por el que pagaron con su vida tres inocentes. El verdadero culpable del doble crimen confesó su culpa, bajo secreto de confesión, al sacerdote que atendió a los penados en los últimos momentos de sus vidas, fray Hermenegildo de Antequera.
El crimen de las estanqueras ha pasado tristemente a formar parte de la crónica negra de nuestro paísy de hecho el director cinematográfico Pedro Costa, antiguo periodista de El Caso, lo recreó en su serie televisiva la huella del crimen, emitida con gran éxito en televisión española (1985, 1991, 2009). También el escritor Alfonso Grosso publicó una novela inspirada en este suceso, el crimen de las estanqueras (1992).

 
BIBLIOGRAFÍA 
Para saber mas: 
  • Serie La huella del crimen: el crimen de las estanqueras de Sevilla (1985, 1991, 2009) RTVE
  • El Caso. Crónica de sucesos. Capítulo 7 “Garrote vil” (2016) RTVE
  • GROSSO, Alfonso. El crimen de las estanqueras. Barcelona: Planeta, 1992  
(*) Fuente: Dibujo Diario de Sevilla y fotografías de la prensa de la época.

 

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