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La dote como sustento del arte. Los tres matrimonios de Antonio del Castillo

 

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Septiembre 2016

 LA DOTE COMO SUSTENTO DEL ARTE. LOS TRES MATRIMONIOS DE ANTONIO DEL CASTILLO.

AHPCO_16065P

 
Archivo Histórico Provincial de Córdoba
C/ Pompeyos, 6 14003 CÓRDOBA.
Telf: +34 957 106 083
e-mail: informacion.ahp.co.ccul@juntadeandalucia.es
  

 

El siglo XVII estuvo marcado por la crisis económica, que afectó también al arte. Para los pintores, la dote que obtenían tras el matrimonio, a menudo constituía una vía para mejorar su posición económica o al menos subsistir, les permitía ejercer su profesión, e incluso conocer a personas de cierto nivel, y por tanto, encontrar una "clientela distinguida".

Los continuos problemas familiares de Antonio del Castillo, le obligaron a contraer matrimonio para asegurar la subsistencia de su familia, en primer término, y conseguir gran prestigio social en los últimos años de su vida.

Antonio del Castillo y Saavedra (1616-1668), era hijo del pintor Agustín del Castillo, un respetado miembro de la comunidad artística local. Su padre enfermó y durante siete años, hasta su muerte en 1631, no pudo trabajar. Además la familia tuvo que afrontar los gastos médicos de todos ese tiempo, lo que lastró la economía.

Por tanto, para completar su aprendizaje y descargar a su madre de su manutención, Antonio del Castillo entró en el taller de Ignacio de Aedo Calderón, pintor de imaginería, por un periodo de tres años, hasta 1634. Inmediatamente después marcha a Sevilla para continuar su formación en el taller con Francisco de Zurbarán. Pero la necesidad de mantener a su madre y sus hermanos menores, le obligó a volver un año después para contraer matrimonio con Catalina de la Nava, viuda quince años mayor que él. Su dote estaba valorada en 5.099 reales. Castillo comenzó a recibir sus primeros encargos y sucesivamente fue alquilando locales mayores, donde Catalina vendía sus obras directamente a los clientes que entraban en la tienda.

Con todo los ingresos generados por la tienda de Castillo no eran suficientes mantener a su familia. En 1637 bautizaron a un niño, además posteriormente se unirían dos hermanos del pintor y su madre. Además tuvo de pagar la dote de su hijastra y los gastos médicos de la larga enfermedad de Catalina, y probablemente del funeral de su madre. Por lo que en 1641 el matrimonio se vio obligado a reducir su nivel de vida, y cambiar de casa y local. Todo lo cual empeoró con el fallecimiento prematuro de su mujer en 1644, y la obligación de pagar a los hijos de ésta, la parte de la herencia que les correspondía, lo que desembocó en un complicado pleito que tardó mucho tiempo en resolverse, y en el que, aunque temporalmente, se embargaron los bienes de Castillo.

Como vemos, la década de los cuarenta fue desastrosa para Castillo en el aspecto doméstico, con la deteriorada salud de su esposa que acabó con su vida y las continuas dificultades legales, pero profesionalmente las cosas fueron mejorando con un aumento progresivo de los encargos.
 

Cinco años después de la muerte de su esposa, Castillo contrajo matrimonio de nuevo con María Magdalena Valdés, de veintiséis años e hija de un próspero platero, Simón Rodríguez de Valdés. La cuantiosa dote, valorada en 5.468 reales, y demás ventajas matrimoniales, le permitieron hacer frente a sus numerosas deudas. Si embargo su matrimonio fue breve, de 1649 a 1652. Castillo devolvió su dote a Simón Rodríguez, quien, con un gesto de buena voluntad, perdonó a su yerno 100 ducados.
 

Sin embargo, el pintor no tardó mucho tiempo en preparar un tercer matrimonio, ahora con Francisca de Paula Lara y Almoguera, hija huérfana de un próspero mercader de seda cordobés, Juan de Lara, y su cuarta esposa, María Rodríguez de Almoguera. Castillo conoció a Francisca a través de su curador, Francisco Sánchez de la Cruz, que había sido padrino de su segunda mujer, María Magdalena. En el contrato matrimonial firmado en Córdoba el 30 de julio de 1654, se recoge una dote de 3.194 reales.

A diferencia de los anteriores, este matrimonio no se basó exclusivamente en razones económicas, sino más bien en la consolidación del ascenso social del artista, ya que lo puso en contacto con cultivados profesionales que serían los patronos de sus historiejas, o pinturas narrativas. Francisca de Paula murió en 1665, sin descendencia. En su testamento "Enferma y en cama, [pero] en mi juicio, memoria y entendimiento" declara que no tiene "herederos forzosos ascendientes ni descendientes" para nombrar a su esposo su único y universal heredero.

 

  • Carta de dote de Catalina de la Nava. AHPCO 10790P, s/f. 28 de junio de 1635.
  • Testamento de Catalina de la Nava. AHPCO 16286P, fols. 1579-1580v. 29 de octubre de 1644.
  • Carta de dote de María Magdalena Valdés. AHPCO 16065P, fols. 263-265. 25 de abril de 1649.
  • Carta de dote de dote de Francisca de Lara y Almoguera. AHPCO 8491P, fols. 909-911 v. 30 de julio de 1654.
  • Testamento de Francisca de Lara y Almoguera. AHPCO 8517P, fols. 1079-1080. 2 de julio de 1665.

 

 

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