Javier Sánchez Menéndez

Sevilla

Javier Sánchez Menéndez nació en Puerto Real (Cádiz) en 1964. Es poeta y ensayista, su último poemario editado es Ese sabor antiguo de las obras (2022). De su poesía se han publicado tres antologías en España y una en Colombia. Autor de varios ensayos, destacamos la serie Fábula El libro de los indolentes (2016). Ha publicado además cinco libros de aforismos: Artilugios (2017), La alegría de lo imperfecto (2017), Concepto (2019), Ética para mediocres (2020) y Mundo intermedio (2021), y la obra Para una teoría del aforismo (2020). En 2018 el libro También vivir precisa de epitafio. Antología poética (1983-2017), edición de José Luis Morante.


Obras:

La antología También vivir precisa de epitafio pretende ser una guía suficiente del recorrido poético de Javier Sánchez Menéndez entre 1983 y 2017. Por ello su contenido integra composiciones de todas las entregas del autor [...] Hemos excluido los libros que se encuentran en esa frontera de la prosa poética y el ensayo. Queda así en manos del lector un personalísimo diario intimista y estético, un viaje que ya busca, más allá del silencio, nuevas estaciones.

Poesía
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Una mirada hacia atrás que este sevillano de adopción afronta con total naturalidad: «Una antología no te obliga a reeditar, pero sí a hacer balance», explica. «La conclusión a la que llego ante ambos títulos es que mi pequeña obra consta de un único poema, que se va realizando año tras año. No me arrepiento de ninguno de mis poemas, ni de ningún libro de los que he publicado. Todo es unitario, todo está entrelazado», añade Sánchez Menéndez.
El pegamento que une y da homogeneidad a los poemas de este autor es su voz personal. «La lucha del poeta consiste en encontrar las fórmulas para definir un objetivo, que en mi caso es el mismo desde el primer libro, de 1983. Y creo que me moriré buscando la fórmula sin conseguirlo», comenta. ¿Y cuál es ese objetivo? La respuesta, dice el autor, está en el mismo título de la antología, tomado de uno de los célebres artefactos del chileno Nicanor Parra: «Yo soy un hombre práctico no reconozco otra filosofía que la de mi jefe por complacer a mis superiores». Pero en este caso «los superiores no son más que el amor a la literatura», hace notar Javier Sánchez Menéndez.
 

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"Sin abandonar su esencia andaluza, Sánchez Menéndez nos sitúa en Kensington Park, Londres, donde la poesía es cosa de poetas y la omnipresencia de la naturaleza, las plantas, los pájaros, el cielo, se abre paso, casi agonizante, en un mundo irrespirable. El autor, sentado en un banco del parque, contempla su alrededor y nos lo muestra a modo de fotograma, secuencias filmadas desde la desesperanza, con sus matices y sus olores, mientras deja entrever un desasosiego relativo. Con un lenguaje cuidado y un tratamiento sutil de imágenes y pensamientos, este libro se concibe como una obra de lectura placentera donde el lector asimila sin dificultad los desvelos literarios del autor." María Carvajal.

Narrativa
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Escribir poesía es un juego de alto riesgo, un juego peligroso. Observar las nubes, los pájaros, los árboles, tocar la tierra con las manos, arañar las piedras y besar la hierba. Sentarse en el centro del bosque y escuchar esas voces que cantan de madrugada. Leer un libro con lágrimas en el alma, repetir un ritmo en la cabeza y el tono que acompaña tus pasos y los estornudos. Acariciar la nieve, chupar el agua de lluvia, sudar de rabia. Correr de las mujeres a las tres de la mañana, tomar cinco cafés en una hora, fumar medio paquete con un verso. Saltar en paracaídas de la encina, del olmo o del castaño- Del acebuche tirarte de cabeza a la piscina. Escuchar al sabio con los ojos cerrados. Cantar. Bailar. Vivir el mediodía. Aunque todo es mentira, nada es lo que parece ser.
Se aleja el pago con su tierra blanca. Mi padre me habla desde el cielo. Intento responderle en silencio. Está muerto. La poesía es un juego que no debo tomar pero que no puedo dejar.

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 Faltan palabras en el diccionario recoge una selección de los poemas de Javier Sánchez publicados de 1983 hasta 2011, y en la que incluye también algunos poemas inéditos. Este poemario ve la luz después de 15 años sin publicar poesía, aunque, como reconoce el autor, "para mí la poesía es lo más importante de la vida, y lo de menos es publicar, porque el poeta auténtico vive con la poesía, siempre está ahí, y se vive por ella y para ella". De este modo, Faltan palabras en el diccionario muestra una selección de los poemas aparecidos en Motivos (1983), Derrota y muerte a los héroes (1988), El violín mojado (1991), Introducción y detalles (1991), Última cordura (1993), La muerte oculta (1996) y Una aproximación al desconcierto (2011).
El título de este libro alude a un verso de Nicanor Parra, "el gran poeta chileno que en la actualidad tiene noventa y tantos años y se encuentra muy mal", afirma el autor, que se confiesa "profundo admirador" de su poesía. Por ello, manifiesta, "con este título he querido hacer un pequeño y modesto homenaje a Parra, ya que no le han concedido el Premio Nobel, bastante merecido por cierto", agrega Sánchez Menéndez.

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Han pasado cinco años desde que Sánchez Menéndez publicara su último libro de poesía El baile del diablo. En esos años han ocurrido muchos acontecimientos en el mundo, situaciones que a nadie deja inadvertido, eventos que nos dejarán marcados para siempre. Y como un espectador más, el autor en este libro contempla, atiende e intenta entender el porqué de lo sucedido.

Si hay algo que define Ese sabor antiguo de las obras es el deseo de libertad, la lucha constante y permanente para alcanzar la liberación. La poesía de Sánchez Menéndez se caracteriza, entre otras cosas, por la sinceridad.

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Escrito entre 2004 y 2017, El baile del diablo es un libro confesional, el itinerario del ser humano en el mundo desde la infancia (huida y salvación), el homenaje a la vida, un claro ejemplo de la poesía de la existencia.
 

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Javier Sánchez Menéndez comenzó a escribir los libros de Fábula en los años noventa, en unos cuadernos marrones que existen en la realidad, como existen realmente, y conviven con el hombre, el poeta, el niño, la madre, la tía Juana, Loreto, los animales, los paisajes y el resto de elementos que se entrelazan en el conjunto de los diez libros de Fábula. Los años, las lecturas, las relecturas, la escritura y la reescritura, han hecho de su labor un equipaje que se hace más pequeño, en busca de la esencia. Pero el autor vive, en la realidad, en un presente que es pasado, y en un pasado que es presente, sin que haya forma de diferenciar ambas experiencias, de ahí que se conviertan en existencia y queden entrelazadas en una obra que es, sobre todas las cosas, sincera.

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El quinto de los diez libros que componen Fábula, la ambiciosa obra que Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) ha compuesto a modo de manual de contemplación. A la vez que es el último de los volúmenes de Fábula publicados hasta ahora es, por su posición en el conjunto, su clave de arco, su núcleo de intenciones. Sánchez Menéndez nos enseña en sus libros a contemplar; que la contemplación, cuando hemos aprendido, no consiste en ver un objeto como algo quieto y acabado, sino en ser capaces de verlo abrirse a todas sus posibilidades, a todos sus seres y estares. «Tantos matices, tantos desvíos», nos avisa en uno de los poemas en prosa de Confuso laberinto, un libro que trata de la enormidad de lo microscópico, de la importancia sublime de aquello en apariencia insignificante: los gestos cotidianos, los libros frecuentados de nuestra biblioteca, las músicas que nos acompañan, los grillos, los girasoles, las viejas postales, Gardel… Al poeta no le importa mostrarnos los andamios de su obra porque son ellos, precisamente, los conductores de la meditación, como almiares de Monet. Sánchez Menéndez persigue en estas páginas al yo que le faltaba para acabar descubriendo que «No se puede vivir en la unidad sin haber existido en la separación»: que lo real no es ser o no ser, sino ser y no ser a un tiempo, existir en todas las posibilidades de cuanto existe y ser nosotros, que nos buscamos y nos rehuimos, no este yo de ahora, sino todos los que fuimos, los que pudimos ser y somos ahora mismo en instantes paralelos. Que contemplar, en definitiva, es ver todo lo que no se ve.

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