El último patriota

José Nogales

Esta novela se publicó por primera vez en 1901, y (según aparece en su prólogo) " va a gustar a los lectores de hoy, que sabrán disfrutar de la buena ironía del autor, al mismo tiempo que aprenderán algunas claves de aquella época de nuestra historia (...) sin haberla comprendido suficientemente."

"En este novela, y con la técnica que utilizará y bautizará más tarde Valle Inclán, el esperpento, José Nogales cuenta una historia divertida y llena de comicidad, la de un pueblo de España en 1898, que vive a su manera, grotesca y fantasmal, los distintos episodios de la guerra con Estados Unidos, la que terminó, en la Paz de París, con los últimos restos del Imperio Español."

Lote de la Bp Provincial de Huelva.

Editorial Huebra
Narrativa
Adulto

José Nogales
(1860-1908) nació en Valverde del Camino (Huelva) y vivió su infancia en Aracena. Antes de acabar Derecho en Sevilla, vivió dos años en Tánger donde, entre otras actividades, fundó y dirigió el periódico El-Mogreb-al Aksa en el que se ocupó de la causa esclavista. En Huelva, en su trabajo de periodista y abogado, se enfrentó a la compañía inglesa de Rio Tinto y al gobierno de España por los sucesos del «año de los tiros», por lo que sufrió persecución y ostracismo, del que solo salió tras imponerse en el concurso de cuentos de El Liberal, con Las tres cosas del tío Juan (1900). Empezó así a publicar en los más prestigiosos periódicos y revistas de España y Argentina, hasta su prematura muerte en Madrid, en 1908. En medio de este camino, fundó y dirigió El Liberal de Sevilla (1901) y publicó dos novelas, Mariquita León (1901), saludada encomiásticamente por Juan Valera y El último patriota (1901), acaso la mejor de sus obras, y que de alguna manera prefigura el esperpento de Valle, así como varios libros de temática costumbrista. Murió con 48 años, en lo más alto de su prestigio. Su entierro fue presidido y acompañado por las más preclaras figuras de la política y la intelectualidad española de la época. Después de su muerte, poco a poco fue cayendo en el olvido, pues su postura política e ideológica no encajó nunca con los cainismos de la España de la primera mitad del siglo xx. Su obra cuentística, parte de la cual recogemos aquí, abarca diversidad de temas y estilos, de formas y estructuras, siempre con el denominador común de su insobornable sentido de la justicia y de su devoción por los clásicos, especialmente, Cervantes, Quevedo y Larra.