Antonio Mochón

Armilla (Granada)

Antonio Mochón (Granada, 1980) es autor de Carretera blanca (Pre-textos, 2010) y colabora en diversos proyectos musicales y literarios como The John Cleve Project y El fantasma de una pulga. Su último libro es Vivo en nombre de los caballos (Maclein y Parker, 2023).


Obras:

Vivo en nombre de los caballos habla, desde la extrañeza y el asombro de vivir, de la posibilidad de un erotismo no como cima rebosante y vigorosa sino a ras de suelo: en la raíz de la insuficiencia. Plantea escenas y momentos que se insertan en un anti-heroísmo de lo cotidiano, escenarios fugaces donde el individuo interactúa con el mundo, con su mundo, levantado sobre pilares sacrosantos: familia, matrimonio, paternidad. En la observación de estos breves cuadros la voz lírica se hace múltiple y escurridiza, ni elude el goce de lo subversivo ni teme enfangarse en el impulso trascendental, aunque en ambos se deleite. La realidad es una intimidad, viene a decirnos, algo impuro y volátil que moldeamos adentro.

Esta voz, inquisitiva y desmitificadora, nace de la insuficiencia como principio vertebrador de la experiencia humana. Afilada en la circunstancia social y en el rigor de la relación familiar y conyugal —allí donde somos vulnerables y egoístas, donde somos lo que somos: contradictorios e idealistas, frívolos y espirituales—, exhibe su interés en (la obsesión por) el cuerpo, la fugacidad y lo concreto, por todo lo que espuriamente se nos vende como porciones finitas de lo eterno. El suyo es un discurso de lo poco. Abrupto y lírico, fragmentario y alucinado, disfrazado de elegía pero que en absoluto desprecia la ironía o la parodia. Siempre obsesivo y evocador, un discurso a menudo construido sobre el diálogo ficticio (yo-tú, individuo-mundo) que enmascara el verdadero monólogo (yo-yo) en su capacidad lúdica y en su rumor de ruido blanco, de oleaje infinito.

Este libro parte de un concepto de la poesía como cauce de expresión pero también como terreno de búsqueda y experimentación, un proceso de indagación en el propio yo, epítome del sujeto moderno escindido que, pese a confesarse materialista vocacional, intuye (anhela) un doble fondo con forma de jaula o paraíso: la jaula de sus recuerdos, deseos y obsesiones; en el paraíso, el insoluble enigma del otro, ese imperativo ontológico. El resultado es un elogio del fracaso que también se despliega como ejercicio de aspiración a la belleza. El resultado son unos poemas que se nutren de la vida y que están dispuestos a exonerarla, a reconciliarla consigo misma. Unos poemas que invitan a declararnos culpables: del imperdonable gozo de vivir entre el asombro y el dolor.

Poesía
Adulto

De pronto el coche entra
en una carretera blanca
y vemos aparecer
las primeras gaviotas del cielo.

Fachadas que hilan
sus azulejos por cuestas,
el viento que los agita junto a las ropas tendidas.

(La estación. Vivíamos en una estación, ¿recuerdas?)
Observo esta mañana gris que se ensancha
como un huso
en unas manos. Pienso
en el tiempo que continué hablándoos
después de que os hubiérais marchado.
Pero el paisaje ha quedado atrás,
una mente que sueña
Ahora miro los objetos.
Esto se parece a esto otro, me digo.
Hay un vínculo de su existencia en mí.
Un vínculo de mi existencia aquí
con mi existencia allí.
Estoy retrocediendo casi un año.
Pero esto no es Madrid
ni Granada, ni allí estaba esa mujer
de espaldas.
No es aquello.

Poesía