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El principal objetivo de este título es dar orientaciones acerca de cómo educar al alumnado con una mentalidad global, para que sea competente y responsable a la hora de actuar ante los desafíos mundiales actuales.

Fernando Reimers, el autor, afirma que la educación debería ser para todos los niños y niñas, y debería centrarse en temas importantes y desafiantes para nuestro tiempo y para el futuro. Es decir, la educación debería ser global, para todo el mundo, y al servicio de una población conectada globalmente.

El análisis de la historia nos muestra que ya se han hecho esfuerzos por promulgar y lograr una única educación global, pero cada intento reflejaba una visión muy diferente de lo que debería aprenderse en la escuela, quién debería aprenderlo, cómo debería ser aprendido y cómo debería demostrarse ese conocimiento.

En el prólogo, Howard Gardner remarca la importancia de reconocer y afrontar los factores que dificultan una educación global: cuáles son las cuestiones de mayor relevancia mundial, cuáles son las más urgentes o cuáles pueden ser enseñadas de una manera efectiva. Son temas muy controvertidos y con facetas políticas. Nos encontramos, además, con fuerzas contrapuestas a la globalización: nacionalismo, patriotismo, localismo, xenofobia…

Resulta difícil imaginar una educación global que satisfaga la visión de líderes como el expresidente Trump de Estados Unidos, el primer ministro Goh de la India, el presidente Putin de Rusia, el presidente Xi de China, por no hablar de los líderes y sistemas políticos de Turquía, Brasil, Hungría, Israel, Polonia, Filipinas... Y la lista podría continuar...

El autor identifica las características más importantes de la educación global y comparte la perspectiva sistémica que se requiere para lograrla. Expone cinco miradas distintivas: 

· Cultural: qué sabemos sobre los contextos en los que se desarrolla la educación.

· Psicológica: qué sabemos acerca de cómo aprenden los niños en general.

· Profesional: qué tipo de habilidades, actitudes y disposiciones necesitan aquellos que enseñarán o tendrán otras responsabilidades con respecto a nuestros niños.

· Institucional: qué profesionales operan dentro de una red de organizaciones y actividades.

Política: qué opiniones tienen las escuelas, los padres, los contribuyentes, los encargados de elaborar políticas, los medios de comunicación o el público en general sobre las escuelas, que bien pueden estar en conflicto unas con otras. Negociar y conciliar estos puntos de vista es en sí mismo un proceso político.

Alinear estas perspectivas no es una tarea fácil, por ello Reimer plantea un modelo donde conjugarlas para lograr una educación global de calidad.

 

 

 

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