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Discurso de Plácido Fernández Viagas

Cádiz, 27 de mayo de 1978

Discurso del presidente Plácido Fernández-Viagas durante el acto de constitución de la Junta de Andalucía en la Diputación de Cádiz

"SI HUBIERA QUE QUEMARSE EN EL EMPEÑO, LO ASUMIMOS"


Gracias, muchas gracias, paisanos, señor ministro, compañeros, representantes de las fuerzas políticas, autoridades andaluzas presentes en este acto en el que estas palabras mías, por hábitos y porque me parece lo precedente, carecerán de toda intención enfática, puesto que un acto de esta naturaleza, como el que, de una u otra manera estamos protagonizando todos nosotros, tiene la suficiente carga histórica como para no disminuirla con afanes meramente literarios. Y parece que lo verdaderamente importante es que hoy, en este momento, nace y es reconocida pública y oficialmente, por primera vez, una voz unánime de Andalucía. Me parece que cualesquiera que sean las vicisitudes que el ente preautonómico esté destinado a sufrir, o a disfrutar, podrá justificarse en la medida en que asuma esta responsabilidad de ser la voz unánime de Andalucía. Y esto debe pesar sobre todos nosotros, condicionar nuestra acción política, pero sin que minimice nuestra aspiraciones y la capacidad de esperanza que seamos capaces de depositar en el pueblo andaluz.

Señor ministro, parece que todos somos conscientes de lo que, por encima de las disposiciones concretas de ley, la creación de este sistema preautonómico significa. La consagración del mismo es ya el reconocimiento de un control político que Andalucía, en su totalidad y en su universalidad, ha de ejercer sobre los actos del Gobierno, del Estado, que incidan en los intereses comunes de la región. Me parece que esta constatación ha de ir emparejada con otra que tenemos que poner en primer término, y es nuestra conciencia de que la fuerza y la responsabilidad de esta voz se mida también en función de lo que representa de conciencia de la unidad indisoluble del Estado. Sobre ambos principios cabe ya una amplia gama de actuación concreta sobre los problemas que preocupan, que nos preocupan como andaluces. Y sería frustrante que al encarar estos problemas, como habremos de hacerlo inmediatamente, estemos condicionados por pequeños, inconvenien-tes de técnica jurídica que nos frenen en la medida que tengamos que estar preocupados hasta dónde podemos llegar y de dónde no podemos pasar, en la defensa de los intereses de Andalucía.

La voz única y conjunta de los andaluces ha de hacerse presente, sin reticencias de ninguna especie, en cuanto comienza por expresar ese afán de colaboración con el propio Gobierno y esa asunción del concepto y del sentido de la plenitud de la unidad del Estado, y, por otra parte, de la solidaridad entre los pueblos de España.

Por otra parte, nadie puede pensar que venimos a encontrar unos moldes que traten de configurar qué es exactamente, o qué va a ser exactamente en esa conjunción de las representaciones de las Diputaciones, de las distintas fuerzas políticas, ese Gobierno de Andalucía, que va a estar, según he oído decir, compuesto de mayoría y de oposición. Lejos de ser así, el Gobierno de Andalucía es la única voz, repito, de Andalucía. Voz de Andalucía que, en la formulación de las proposiciones de las soluciones que cada caso sugiera, cada uno de sus miembros no podrá dejarse a la puerta el bagaje de su propio concepto de la vida, de su propio concepto del modelo de sociedad, de sus propias concepciones ideológicas. Pero sí podrán, y deberán dejarse a la puerta, lo que sean simplemente los intereses de partido, y creo que éste es el sentido de la independencia que se les puede pedir y se les debe exigir a quienes forman de este Gobierno de Andalucía: la búsqueda inmediata de denominadores comunes a las grandes soluciones que los también graves problemas de Andalucía demandan. Son problemas de una tal importancia para el pueblo andaluz, son problemas de una tal prioridad, incluso en la política general del Estado, que me parece que hallar fórmulas en donde se encuentren estos denominadores comunes no será en absoluto dificultoso para ninguno de nosotros.

No quiero alargarme, y voy a decir simplemente que el día en que podamos consi-derar cumplida nuestra misión, lo que debemos aspirar es a llevarnos con nosotros la tranquilidad de conciencia de haber obrado en todo momento como personas honradas. Me parece que el momento político que vive Andalucía, la gravedad de los problemas que afectan a nuestro pueblo, son de tal índole que quedaremos bien, simplemente con ser decentes, con ser consecuentes, y si algo más hubiera que ofrecer, hubiera que dar, si hubiera que quemarse en ese empleo, es algo que todos nosotros asumimos con absoluta naturalidad. Es lo mínimo que podemos ofrecer.

Pero además estamos seguros de que este pueblo que tiene esta cultura en la sangre; este pueblo al que le enseñaron a decir que "cantando la pena, la pena se olvida", pues es hora de que empiece ya a ser perceptible, que en un plazo breve para las generaciones futuras, definitivamente sea aquí la vida, la vida la que toque la guitarra. Nada más. Muchas gracias.>>