Autoría:
Alba Alonso Álvarez
Edita:
Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 47, Jun. 2010, pp. 47-70, ISSN 1315-2378
Durante las últimas décadas, hemos sido testigos del desarrollo y consolidación de las políticas de género, aquellas que pretenden promover la igualdad entre mujeres y hombres. Así, numerosos países han optado por aprobar legislación en la materia, crear organismos de igualdad o implementar planes y programas especializados. Los estudios de género no han sido ajenos a este fenómeno y han prestado gran atención a su introducción y puesta en práctica. Han recogido, por ejemplo, la creación del feminismo de Estado en todo el mundo (Stetson y Mazur, 1995; Outshoorn y Kantola, 2007),la incorporación de nuevos temas en la agenda política (corresponsabilidad, violencia de género, etc.) o la evolución en las estrategias utilizadas. Este último elemento ha sido de gran relevancia, ya que ha permitido identificar el tránsito de las políticas de género hacia un enfoque más transformador. En general, se suele considerar que existen tres grandes tipos de políticas: las de igualdad de trato, las acciones específicas y el mainstreaming(Squires, 2005;Verloo, 2001; Rees, 1998). Todas ellas cuentan con un mismo objetivo, la igualdad, pero optan por estrategias diferentes. Además,cada una hizo su aparición en una década diferente, marcando tres grandes períodos en el desarrollo de este tipo de actuaciones. En la década de los 70 se produjo una ampliación muy notable de la normativa que garantizaba la igualdad de trato con respecto a los hombres. El objetivo era garantizar la igualdad formal o de iure. Diez años después se comprendió que este tipo de medidas no era suficiente para obtener la igualdad real o de facto.