La obra es una reflexión sobre la propia existencia, una especie de balance realizado a la mitad del camino. «Es un libro que significa mucho para mí porque todos los poemas en él contenidos responden a una vivencia, a una reflexión, a un sentimiento, a un aprendizaje o a todo ello a la vez», subraya Lanseros, que confiesa que nada de lo que cuenta y expresa en él le es ajeno, sino que obedece a una interiorización vital posteriormente traducida a poesía.
Por sus versos discurren el entusiasmo, la nostalgia, el amor, la pérdida, la historia, la amistad, el olvido, la renuncia y la búsqueda de la identidad. «Pero, por encima de todo, la voz poética está presidida por las constantes ganas de vivir», asegura, al tiempo que describe el poemario como un libro hímnico, casi celebratorio, que tras indagar sin tapujos en la esencia misma de la vida, resuelve que ésta merece la pena siempre, como el mayor de los regalos. «El misterio de la vida se canta con la devoción de quien redescubre el mundo cada día», revela.