DE AJEDREZ LA VIDA

Poesía y Filosofía para la celebración del Día Mundial del Ajedrez en la Escuela de Arte León Ortega de Huelva

Texto: J.J.Díaz Trillo - DT Huelva
Fotos: Manuel Castillo López

El pasado 19 de noviembre, Día Mundial del Ajedrez —y también de la Filosofía— coincidían en la Escuela de Arte León Ortega un Filósofo, profesor ajedrecista, José Antonio González Soriano, y un Poeta ajedrecista, Ángel Poli. O viceversa en ambos casos, pues desde la afición a la pedagogía los dos juegan y enseñan, meditan y cantan. Porque también para los dos, del ajedrez se aprende mucho para la vida. Como, al revés, la vida se plantea como una larga partida en la que coloco más a mano mi destino, según nos dice Poli en su último libro, que se titula como este artículo. Que ha sido merecedor del último Premio Cálamo de Poesía (Asturias, 2020) y que el alumnado pudo disfrutar en primicia esa mañana en dos sesiones que sirvieron para recordar que se celebra en memoria del irrepetible campeón cubano español José Raúl Capablanca, nacido ese día de 1888, llamado por su precocidad y brillantez “el Mozart del Ajedrez”.

Nuestro poeta, participante hace tiempo en campeonatos de ajedrez y ganador de varios premios literarios de ámbito nacional e internacional, ha conseguido enhebrar un libro completo, un redondo relato lírico con claves que van del ajedrez a la vida y que, como una partida con sus blancas y negras: Depende de los ángulos / y del matiz, / y de ese gesto a tiempo, o la omisión / en el momento justo, / cuando el cielo despeja sus marañas / y deja a la intemperie / su hermosa cuadratura, ese rincón / donde conspiran todos los zodiacos. Nos dice, a propósito de las "Normas”, en su poema “Control de tiempo en la jugada cuarenta”. Y así lo recitó para interpelar a quienes aquella mañana se interesaban por esta sabia combinación de ajedrez y poesía.

Tanto el profesor González Soriano como el autor invitado dedicaron los primeros minutos a hacer un recorrido por la riquísima historia de este juego, ciencia o arte, que de los tres modos se ha querido ver a lo largo de los siglos y hasta hoy. Empezaron a captar la benevolencia y atención del alumnado con los orígenes del Ajedrez. La leyenda, que nos recordó el poeta, lo sitúa en la India de la Antigüedad tardía, con el sabio Sissa y su desafío de llenar un tablero de juego con granos de trigo. Una progresión geométrica que se inicia con toda sencillez —un grano en el primer recuadro, dos en el segundo…— y que mucho antes del final se ha transformado en un cifra inverosímil, de proporciones cósmicas. Un relato digno del mejor Borges.

Pronto, y debido a la islamización de la Península, nos incorporamos a este apasionante juego. Nos queda el testimonio del libro mandado componer por Alfonso X “el sabio”, también poeta. Aquí se incorporará la figura de la dama o reina, dando lugar al ajedrez moderno. De un siglo a esta parte y, además del citado Capablanca, se habló del norteamericano Paul Morphy y del austriaco Wilhelm Steinitz, primer campeón oficial del mundo, ambos impulsores del ajedrez tal como hoy lo conocemos.

Resultó especialmente persuasivo el relato de las partidas más célebres que, aun sin tener especial conocimiento de las reglas que lo gobiernan, cualquiera puede haberse emocionado con ellas o su recuerdo. Muchas veces a través de la literatura o el cine, como ha ocurrido recientemente con la exitosa serie Gambito de Dama (creación de Scott Frank y Allan Scott a partir de la novela de Walter Tevis, 1983, y protagonizada por Anya Taylor-Joy). Se habló del “match” del siglo entre Bobby Fischer y Boris Spassky, como si se tratara de una réplica sobre el tablero de la Guerra Fría. O de la que celebraron en Sevilla en 1987 Karpov y Kasparov y que volvió a poner de manifiesto en un teatro Lope de Vega lleno las cualidades humanas de amistad y respeto que acompañan a este juego. Y que no por casualidad su Federación Internacional lleva el lema latino de Gens una sumus. Otra lección más del Ajedrez hacia otros juegos y deportes.

A esa altura, ya los alumnos y alumnas de la Escuela de Arte de Huelva esperaban los versos de Ángel Poli, quien a lo largo de su vida ha ejercido también como monitor de ajedrez. Nos confiesa que es su primer libro dedicado a él, pero que “hacía mucho tiempo que tenía en mente conformar un libro sobre esta temática”. Quizás esperaba a encontrar ese poso de la experiencia poética y del aprendizaje que la vida misma nos ofrece para regalarnos un libro de absoluta madurez y personalidad como se expresa, por ejemplo, en el poema “Gambito”: Cuidado con los actos. / Ninguno cae nunca en saco roto. / Cualquier gesto se graba / en esa pasta densa que es el aire. / Y allí, desde tan lejos, / su astral bajorrelieve traga y cuenta, / prepara el cambio exacto a devolver.

Siguieron las miradas y oídos con una atención exquisita, tan lejos de algunos tópicos que con tanta facilidad se despachan sobre la juventud. Hablaba Poli del forcejeo entre libertad y destino (Así todos movemos la mole del azar como si nada). De la conquista de nuestra identidad (Hoy, sin embargo, en un lugar que me conoce) o de la trascendencia (Y cada cierto tiempo / alguien que no vemos va a cambiar / las flores ya marchitas por lozanas.) La tragedia de la violencia de género o asuntos más abstractos relacionados sobre todo con la importancia del tiempo en su poesía —no en vano su última antología se titula La avaricia del tiempo— iban fijando esa relación especial que se da en el libro entre las coordenadas del ajedrez y de la propia vida. El índice de poemas ya nos indica que el autor nos va a llevar, a través de claves y términos propios del juego, hacia un final de partida que se convierte en soliloquio (“quien habla solo / espera hablar a Dios un día”, dejó escrito Machado), ante un “Tablero vacío”: … Y quién sabe, tablero, / si acaso eres escaque en otra órbita, / allí donde la última verdad / se cierra laberíntica. // Igual como sus ojos / inician esos círculos concéntricos / que buscan las orillas de su alma.

Y como nos acompañaran esa mañana —todavía cálida del otoño onubense— el doctor en Filosofía y tutor del Programa AulaDjaque desde su inicio en el Centro, y la Profesora de Lengua y Literatura, Carmen Barroso Rodríguez, el círculo de la curiosidad se abrió también hacia las ideas. Como si por azar (o necesidad de la Pedagogía) el movimiento concreto de las piezas se transformara en una reflexión más abstracta sobre los estoicos, Spinoza, Kant, Hanna Arendt o Habermas. Nada concierta mejor la poesía y el juego que un buen pensamiento, esa meditación que precede siempre a los grandes poemas y a las jugadas determinantes. Sonó el timbre de la segunda sesión y varios de los asistentes pidieron al poeta y jugador de ajedrez que volviera pronto. Como nos confesaría después: “Me encantó la receptividad y entrega del alumnado. Celebro enormemente el Programa AulaDjaque, materialización de antiguas reivindicaciones llevadas a cabo por federaciones, monitores y ajedrecistas en general”.

En esta Escuela, que en los últimos años se ha convertido en una clara referencia cultural de la capital, se advierte el entusiasmo por aprender y el estímulo de la creación. Se fabrican tableros especiales, como el que nos acompañó a modo de pizarra. O surgen iniciativas plásticas o fotográficas que nos llevan del ajedrez a la vida. Y viceversa.