El CEIP Ortiz de Zúñiga celebra la llegada del nuevo año chino

Redacción Andalucía Educativa


Cuenta la antigua leyenda oriental que un terrible monstruo, conocido por el nombre de Nian, mezcla de dragón y unicornio, vivía en las profundidades del mar. Cada víspera de año nuevo Nian (que en chino significa también "año") salía a tierra y devoraba al ganado y a las personas que encontraba a su paso. En una ocasión, un forastero llegó a una aldea junto al mar, consiguió ahuyentar a la bestia y desveló a los aldeanos el secreto: las tres cosas que le asustaron fueron el color rojo, las luces brillantes y los ruidos estruendosos. Desde entonces, el día de año nuevo la tradición manda vestir de rojo, hacer todo el ruido posible con petardos o tambores y lanzar fuegos artificiales. En el CEIP Ortiz de Zúñiga el alumnado conoce bien esta tradición, sobre todo gracias a la labor de profesores como Wang Luo y Miguel Zhao, que imparten chino como materia curricular gracias al Programa Confucio para la promoción de la cultura china.

Por segunda vez el colegio tiene la iniciativa de organizar esta celebración del nuevo año, a la que este curso se ha unido el alumnado de chino en Secundaria del vecino IES Beatriz de Suabia, donde también Luo imparte el idioma dentro del Programa Confucio. Más de dos meses llevan preparando el evento y, a juzgar por lo visto, logran con éxito integrar la cultura china, no solo entre el alumnado del centro, sino en todo el barrio. En esta ocasión, la celebración cobraba un sentido especial: la crisis provocada por el coronavirus ha impedido en muchas zonas del país oriental los desfiles de celebración del nuevo año, de ahí que la comunidad china residente en nuestro país se entregue con pasión a una fiesta con tanto significado dentro de su cultura. “Es como la Navidad en España”, explica Luo.

Este año la amenaza del monstruo es demasiado real. En el colegio no han pasado por alto este detalle y algunos alumnos portaban carteles que mostraban el apoyo y la solidaridad hacia la comunidad china, aunque solo fuera de manera simbólica y para dar ánimo.

En el desfile, que contó con la participación al completo de todo el alumnado y profesorado del centro, pudimos ver los elementos característicos de la cultura del país oriental: dragones, leones, máscaras de la Ópera de Pekín, osos panda, tambores, vestidos y peinados orientales, así como exhibiciones de disciplinas como el tai-chi y danzas tradicionales de China. Incluso los alumnos de infantil, que no reciben enseñanza de chino, participaron de forma activa en el desfile. Según Luo, “aunque ellos no sepan el significado, seguro que algo reciben”. Un despliegue de colorido y sonidos orientales que, lejos de quedar entre los muros del colegio, sacaron a pasear por las calles del barrio. El desfile llegó incluso a entrar en el vecino edificio de la Delegación de Educación, donde junto a la Delegada Territorial, Marta Escrivá, les esperaba una representación del servicio de Programas Internacionales de la Consejería de Educación y Deporte, por ello se organizó en el interior una exhibición especial de disciplinas como el tai-chi o el kung-fu. El público y los trabajadores del edificio se vieron sorprendidos por una invasión de ritmos, danzas y sonidos orientales.

Una vez concluido el pasacalles, los distintos grupos volvieron a hacer una exhibición, esta vez en el patio del colegio. La profesora Luo, que dirigía la coreografía en la danza de los abanicos, nos explica el significado de algunos elementos del desfile: “La danza del dragón y del león es una tradición, siempre la hacemos en ocasiones grandes o especiales de celebración. Antiguamente creían que esto traía suerte, felicidad, riqueza y todo eso. Los dragones rodean a los leones y siempre compiten, hay una batalla. También hacemos ruido con los tambores (para ahuyentar a Nian). Este año los niños llevaban gorros de rata porque es el año de la rata. También nudos chinos que normalmente llevamos como decoración para la casa, máscaras de ópera de Pekín, un símbolo de la cultura artística china, declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Comenta Luo que “no es verdad que todos los chinos sabemos kung-fu, pero yo sí”. Ella ha practicado el arte del kung-fu desde la infancia, y explica algunas diferencias entre las dos disciplinas: el tai-chi tiene movimientos más lentos, pero la danza de los abanicos, que pertenece al kung-fu, es de movimientos rápidos. Es curioso que a veces se producen coincidencias entre las tradiciones chinas y las de Andalucía. “Cuando saco los abanicos algunos alumnos dicen ‘¡Ole!’ y tocan las palmas”, comenta Luo, entre risas.

  

Para las familias chinas es tradicional reunirse en esta celebración, aunque este año las circunstancias lo han impedido en multitud de casos. Luo, que lleva solo seis meses en Sevilla, procede de la zona suroeste de su país, “donde viven los osos panda”. Sin ser una de las zonas más afectadas por el ataque de la enfermedad, cuenta con unas cien personas infectadas, aunque la situación está relativamente controlada. A pesar de todo, sus familiares han podido reunirse, pero sin hacer algunas de las actividades que marca la tradición del nuevo año, como subir a la montaña o ir a comer junto a la orilla del río. También los niños han prolongado las vacaciones de forma indefinida. Para Luo “es una situación muy grave, pero al mismo tiempo el pueblo chino está mostrando una gran determinación para luchar contra la enfermedad y ganar. Es un año inolvidable, pero también está sirviendo para mostrar las virtudes del pueblo chino”.

La celebración de este nuevo año, al igual que ha ocurrido en otros centros de referencia del Programa Confucio en nuestra comunidad, pone de manifiesto en qué medida estos programas ayudan a la integración de distintas culturas que conviven con nosotros, no solo en cuanto al aprendizaje de idiomas, contribuyen también de manera decisiva a derribar barreas culturales en unos días en que la comunidad china atraviesa una situación más que complicada. Puede que sacar a la calle dragones, leones, máscaras y tambores no sirva de gran cosa a la hora de combatir el problema, pero al menos reafirman la identidad de un pueblo que, fuera de sus fronteras, está demostrando al mundo una enorme capacidad de lucha contra la adversidad.