El valor de la autonomía del alumnado en tiempos de COVID-19

Esperanza Gómez Muñoz
Maestra de Inglés - C.E.I.P García de Leániz, Moriles (Córdoba)

La autonomía es uno de esos aspectos de la educación al que no se le suele dar importancia hasta que es demasiado tarde. Nuestros niños y niñas crecen hoy en ambientes en los que, o bien casi todo se les da hecho o sus vidas se resumen en una pantalla y un teclado, dejando de lado innumerables aspectos necesarios para un desarrollo integral. Crecen sin tener pequeñas responsabilidades, sin tomar pequeñas decisiones, sin resolver sus pequeños problemas y, cuando, de repente, todo lo pequeño comienza a volverse más grande, comienzan a observarse las primeras carencias: falta de seguridad en uno mismo, poca autoestima, miedo exagerado a la toma de decisiones... en definitiva, poca autonomía y un exceso de dependencia de los demás.

Pero, ¿Qué es exactamente la autonomía? Según Ángela y Egaña (2008) “Puede considerarse como un conjunto de procedimientos que tienen como objetivo final conseguir que cada alumno adquiera las habilidades cognitivas e instrumentales que le permitan hacer el mayor número de acciones sin depender de otras personas.” En otras palabras, se puede considerar como una serie de “pruebas” que los niños y niñas enfrentan a lo largo de su desarrollo y que les permiten llegar a ser adultos funcionales y resolutivos. Es tal la importancia de este elemento que se le considera una destreza que se debe de adquirir, ya que aparece en dos de las siete competencias de la LOMCE (Ley Orgánica por la Mejora de la Calidad en la Enseñanza): “Aprender a aprender” y “Sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor”. De esta manera, está presente a lo largo de toda la etapa educativa en las diferentes áreas. Y aunque suene redundante, la competencia aprender a aprender es un importante motor para el desarrollo de las otras competencias. Beatriz Alonso Sánchez, psicóloga y pedagoga destaca cuatro razones fundamentales por las que esta competencia es tan importante:

- Mejora la autoestima: conseguir los logros por el propio esfuerzo ayuda a mejorar el concepto que el niño tiene de sí mismo.

- Fomenta la responsabilidad: a mayores logros, mayores retos. Cuando el niño o niña siente que se le delegan tareas importantes, su grado de compromiso aumenta.

- Estimula el pensamiento: cualquier actividad que se le presente implicará una serie de decisiones y habilidades que poner en práctica, favoreciendo el desarrollo cognitivo.

- Enseña habilidades útiles para la vida: educa emocionalmente para convivir con otros y con las situaciones propias y las de su entorno más próximo.

Por supuesto, no solo se adquiere autonomía en la escuela, también es muy importante trabajarla desde casa y crear un ambiente que favorezca su desarrollo. Aunque no lo parezca, son actividades que fomentan la autonomía aquellas tan simples como ponerse y quitarse el abrigo en infantil, aprender a abrocharse los cordones con 7 años o salir a hacer un recado con 10. Cualquier tarea que, adecuada a su edad, se le proponga a un niño, resultará en una dosis de crecimiento personal que, además de proporcionarle seguridad, alimentará su autonomía.

Y es que seguridad y autonomía van de la mano durante todo el proceso, ya que cuanta más seguridad se le da al niño, menos le cuesta salir de su zona de confort y realizar tareas que eran desconocidas hasta el momento. Aquí suele estar uno de los mayores errores a la hora de educar; creemos que tener al niño en una burbuja, protegido y ajeno del exterior, va a ser la mejor manera de ofrecerle seguridad y justamente estamos consiguiendo todo lo contrario; privar al niño de experiencias vitales donde va a poder desarrollar sus habilidades y con ello su autonomía. Así, es común ver adolescentes y no tan adolescentes que se agobian, se asustan, o ven imposible realizar ciertas acciones que para un adolescente independiente resultan ser parte de una rutina como cualquier otra en su día a día.

La autonomía es un tema que se vuelve a poner sobre la mesa debido a las circunstancias excepcionales que hemos vivido en 2020; un confinamiento de más de tres meses en el que todos los niños y niñas han perdido el contacto con el mundo exterior y todo el enriquecimiento que eso suponía. Y no solo han sido privados de esa libertad, sino que además, han debido continuar formándose durante ese tiempo sin el contacto físico de uno de los referentes más importantes: su maestro o maestra. Para ponerle la guinda al pastel, y esto afecta desde primaria hasta la edad universitaria, han debido continuar formándose sin rutinas, casi sin horarios ni asistencia presencial. Y es entonces, justo en un momento tan delicado como una prueba de selectividad, o el paso de sexto de primaria al instituto, cuando el alumnado autónomo sale del paso exitosamente y adaptándose a las circunstancias. Ellos y ellas, que han aprendido cuántos días necesitarían estudiar para aprobar un examen. Ellos y ellas, que con más o menos pereza se acababan sentando frente al ordenador, a cumplir con sus responsabilidades (como antes ya hacían) pero ahora de diferente manera. Ellos y ellas, que han tenido detrás un apoyo familiar que les ha enseñado la importancia de mantener una constancia en el trabajo escolar, aunque éste fuera distinto. E incluso ellos y ellas, que por diferentes motivos no han tenido ese apoyo familiar y han tenido éxito en sus estudios porque ya no necesitaban que nadie les dijera cómo lo tenían que hacer.

En unos tiempos tan difíciles como los que les ha tocado vivir, la importancia de la autonomía ha marcado la diferencia entre unos estudiantes y otros. Están saliendo adelante aquellos que saben adaptarse a las circunstancias y continúan preocupándose por su formación, sea ésta como sea. Y, aunque pueda resultar contradictorio, es de las experiencias difíciles de donde en muchas ocasiones sacamos el aprendizaje. En este caso, y sin importar nuestra posición (padre, madre, maestro, profesora, abuelo…) el COVID-19 y su consecuente confinamiento nos deja una enseñanza bastante importante: debemos educar niños y niñas independientes. Debemos proporcionarles experiencias donde tomen decisiones; donde se equivoquen, donde aprendan a informarse, donde asuman responsabilidades y aprendan a resolver problemas. Porque nunca estaremos totalmente preparados para lo que pueda venir (lo hemos comprobado con esta pandemia), pero sí podemos entrenarlos para responder ante ello de la mejor manera posible.


Bibliografía

- Andrés, J., 2003. Autonomía Y Responsabilidad. Barcelona: Cristianisme i Justícia.

- Ángela, M. and Egaña, A., 2008. Autonomía e Iniciativa Personal en Educación Primaria. [Madrid]: Ministerio de Educación, Política Social y Deporte, Subdirección General de Información y Publicaciones.

- Beatriz Alonso Sánchez. Aprender En Tiempos De COVID: Cómo Desarrollar La Autonomía Académica. Disponible en la web Sapos y princesas: https://saposyprincesas.elmundo.es/consejos/psicologia-infantil/aprender-en-tiempos-de-covid/

- Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE)