Igualdad laboral

  • La quimera que nunca debió ser más que realidad

Las diferencias entre mujeres y hombres en el ámbito laboral son en realidad inexistentes y  vienen determinadas por planteamientos costumbristas que no hacen otra cosa que perpetuar una relación laboral de carácter patriarcal, quedando el papel de la mujer relegado, en la mayoría de los casos, a trabajos de cuidadoras, relacionados con aspectos maternales, siendo muy difícil para una mujer destacar profesionalmente, pues tiene que demostrar su valía mucho más y de forma más constante que el hombre.

Daniel Castillo García - Maestro Especialista en Lengua Extranjera (Inglés)
Academias Centro. Alhaurín el Grande (Málaga)

Son tantas y tantas las diferencias que me dijeron que había entre hombres y mujeres que a veces me siento la persona más incompetente del mundo, pues no las encuentro por ningún lado. Sí puedo ver las obvias, las físicas, aquellas que tienen que ver con lo biológico, pero las que corresponden a otros ámbitos se me escapan. Las  costumbres, el cine, la música y, por supuesto, la historia, entre tantas realidades que nos rodean, intentaron y pretenden continuamente mostrármelas, pero por más atención que pongo, me siento incapaz de verlas. 

Muchas veces pensamos que hay divergencias entre hombres y mujeres en el ámbito profesional. Los hombres parecen ser más brillantes, famosos, sabios… pero ¿de dónde  viene esa creencia? Indiscutiblemente de muchos hombres que así lo quisieron y desean  y de algunas mujeres que, de forma consciente o inconsciente, han sido cómplices de esta aberración.  

También nos dijeron que hay discrepancias en el aspecto emocional, ya que este es un campo que, de una forma costumbrista, corresponde al género femenino, es decir, las mujeres son las personas que tienen sentimientos, que se rigen por ellos, que además las dominan, apoderándose de su control, desbordándolas y haciéndolas, frágiles y falibles. Los hombres, sin embargo, deben controlarlos, no exteriorizarlos e incluso ocultarlos o eliminarlos. Así pues, los hombres que muestran sus sentimientos con libertad son tachados de débiles e incluso afeminados, vilipendiados por una convicción cavernícola, de cazadores masculinos y cuidadoras/madres femeninas… La humanidad en sus inicios no tenía un carácter patriarcal y, pese a quien pese, esto es un hecho antropológicamente demostrado, así tener pene o vagina no te hacía más hábil con la lanza, no te convertía en alguien más inteligente, que te permitiera descubrir el fuego, inventar la rueda o empezar a estudiar los astros… Todos ellos, son ejemplos de hitos en la evolución del ser humano, pero que jamás son asociados a una mujer. Por el contrario, la imagen mental que nos viene, esa “foto” que tenemos en nuestra cabeza, es la de un hombre, nunca una mujer… 

Sí es cierto que en muchas ocasiones observo tareas “para hombres y para mujeres”, pero  advertí hace mucho tiempo que no era este un asunto que tuviera que ver con el género, ni con la habilidad, ni siquiera con la fuerza bruta, solo es una cuestión semántica. Me  explico: si hay que preparar la comida, casi siempre lo hace mamá, la abuela, mi  hermana… un hombre no prepara la comida, no hace de comer; un hombre cocina, lo cual es como si lo dignificara, lo elevara sobre la mujer y lo hiciera superior una vez más… Una  mujer arregla un desconchón en casa, un hombre hace bricolaje; una mujer hace deporte, un hombre entrena; una mujer cose un botón, un dobladillo… el hombre es sastre si coge una aguja. De nuevo, surge la profesionalización de lo mundano, el doble rasero, el hombre se beneficia de una especialización de las labores y quehaceres que han sido “normales” entre las mujeres, pero no porque lo hagan mejor, ni mucho menos, sino porque han ninguneado el trabajo de todas ellas. En las guarderías, por ejemplo, parece que solo han de trabajar mujeres, hombres no… Esa es una labor de niñeras, de féminas, de nuevo nos encontramos con esa mujer-madre. 

Si eres hombre y quieres ser bailarín, eres homosexual, eso es de chicas; sin embargo, si eres boxeador tienes que ser hombre, porque si eres mujer, entonces directamente eres marimacho o lesbiana, o rara… “Es que el hombre es físicamente más fuerte que la mujer..." No me lo creo. Mi madre ha criado cuatro hijos, ha cuidado de sus padres, de su suegro, ha limpiado y cocinado y además ha tenido su trabajo. Era la última en acostarse y la primera en levantarse… Mi padre es muy trabajador, nada machista y muy colaborador en casa, pero ni por asomo hacía la mitad de lo realizado por mi madre y, aun así, el  mundo me decía que mi progenitor era el importante y mi madre la secundaria en  cuanto a lo laboral, a lo que cuenta, a lo visible.

Por supuesto, serán muchas las mujeres y hombres que al leer estas líneas sientan que no son personas que piensen así, o que contribuyan de manera alguna a esta segregación. No son quienes me preocupan, obviamente. Por el contrario, sí serán el resto quienes me inquieten, actores, directores y espectadores de una obra teatral grotesca que cada día vuelve a estar en cartelera. Y es que los datos no dejan de ser apabullantes. Así, por ejemplo, si hablamos de política, el número de alcaldesas no llega al 20% en los consistorios españoles, frente a más del 80% cuyos primeros ediles son hombres. En las  grandes empresas españolas, si utilizáramos el concepto de sillas ocupadas en los consejos de dirección, solo encontraremos a una mujer sentada por cada seis asientos ocupados por un hombre. El dato es incluso peor si hablamos de directivos y directivas de  grandes empresas, donde el 90% de estos puestos son desempeñados por el género masculino. Y ya en el caso de presidentes y presidentas de tales corporaciones, nos vamos a un ridículo y casi testimonial porcentaje del 3% de grandes entidades presididas por mujeres. Por desgracia, podríamos seguir citando innumerables ejemplos, pero lo más alarmante es que los que he elegido son de puestos y realidades muy visibles, por lo que no es algo que parezca que preocupe ni llame la atención demasiado. 

Por todo ello, no puedo más que preguntarme como padre de dos adolescentes: ¿qué mensaje les puedo transmitir al respecto? Pues les digo que son iguales en todas y cada una de las realidades vitales, que ambos deben hacer las tareas del hogar, que ambos pueden ser lo que deseen, ella bombera y él peluquero y, ,por supuesto viceversa, que ella es más valiente que él para unas cosas y más cobarde para otras, pero no por ser chica, eso no tiene nada que ver… que él puede llorar, que es humano, no únicamente femenino, que puede ser sensible, que en casa podemos hablar de poesía o de lucha libre, sin tener por supuesto que fijarnos en la entrepierna y que el corazón no tiene género, que ni es hombre ni mujer, que es sólo persona.

¿Qué quiero para mi madre, mi hija, mi compañera? Pues quiero lo mejor, igual que para mi amigo, mi padre, mi hijo… Dejemos de dar a la mujer migajas profesionales, dejemos  de ahogarlas con nuestros miedos e inseguridades y permitamos que brillen junto a los  hombres. Aquellas y aquellos que lo merezcan sobresaldrán sin igual. En una sociedad donde de la mano, hombres y mujeres trabajen para hablar no de un futuro, sino de un presente donde la desigualdad laboral no sea más que un recuerdo incómodo, donde hablar de mujeres importantísimas en el mundo laboral como Rosa Menéndez, Fabiola Gianotti o Mae Jemison, entre muchísimas otras más, no sea por motivo de su género, sino única y exclusivamente por sus logros profesionales.