Juan Pérez Floristán: "Los concursos fueron un gesto de confianza hacia mí, no una confirmación de mi carrera"

Con 21 años ganó el prestigioso concurso Paloma O’Shea de Santander y recientemente, en 2021, se alzó con la victoria en otro de los grandes, el Arthur Rubinstein de Tel Aviv. Juan Pérez Floristán es uno de los pianistas con mayor proyección internacional y, a pesar de haber alcanzado las cotas más altas y de haber actuado en los más grandes auditorios del mundo, afirma tener “muchos retos artísticos que ni he rozado con la yema de los dedos”. Si la dedicación a un instrumento tan exigente como el piano llevaría a cualquiera a una vida de renuncias, resulta admirable la capacidad de Pérez Floristán de encontrar tiempo para todo y de dar salida a sus otras facetas y aficiones, quizá menos conocidas: el cine, la literatura, la interpretación actoral, la enseñanza, tocar la batería... Tiene una sección con Francino ("una leyenda de la radio") en La Ventana, de la SER, “Tócala otra vez, Juan”, homónima a su canal de Youtube, dos vías que él mismo reconoce como complementarias de una labor divulgativa recomendable para cualquier persona que quiera profundizar en el mundo de la música desde otra perspectiva. Tras su periplo por ciudades como Madrid o Berlín, comienza una nueva etapa en Andalucía y está encantado de volver a su ciudad natal.

Hiciste el Bachillerato a distancia en un instituto público, el IEDA (Instituto de Enseñanzas a Distancia de Andalucía). Desde la pandemia, la enseñanza online se ha extendido enormemente, pero por aquellos años no era tan conocida. ¿Recuerdas cómo te enteraste de esa posibilidad? 

Me enteré de pura necesidad. Mi vida musical me estaba llevando ya por otros derroteros, iba a entrar en la Escuela de Música Reina Sofía de Madrid y ya no tenía tiempo para la presencialidad. Por suerte, justo por entonces estaba empezando este proyecto… Fue un poco solitario, no lo voy a negar, pero es que no hubiera podido finalizar mi educación reglada de otra manera; y, todo sea dicho, me da la sensación de que aprendí incluso más que en un instituto presencial. Me dosificaba el conocimiento tal cual yo necesitaba y quería.

¿Cuál era tu asignatura favorita? 

Filosofía, Historia de la Literatura Universal… Son las más allegadas a mi corazón y a mis intereses. Aún tengo una lista de libros por leer bien larga que empecé a redactar por aquel entonces…

Tú defiendes que para dedicarse a la música no hay que ser de una familia adinerada (no hay que estar “forrao”…) En tu caso te viene de familia, ya que tu madre fue tu primera profesora de piano, tu padre director de música, y ambos profesores de conservatorio.

Yo diría más bien que no habría que estar forrao de dinero, pero la realidad es que, hoy en día, formarse a un alto nivel en muchas cosas (y especialmente en las artes) no es barato. Si te pones a sumar clases particulares, viajes, instrumento, cursos… Y es así en casi todos los gremios. Pero sí, lo que venía a decir es que el talento ni mucho menos tiene que ver con el origen socioeconómico. Las oportunidades, sí.

A ti no te ha atraído la docencia en los conservatorios, pero sí que eres profesor de piano en la Fundación Baremboim de Sevilla y de Ritmo aplicado a la interpretación en la escuela actoral “La Colmena”. ¿Qué nos puedes contar de tu experiencia docente en ambos casos?

Por ahora la enseñanza la tengo muy bien integrada en mi profesión. No le dedico muchas horas, y eso me quita sobre todo de gran parte de la responsabilidad que cargan los profesores, que es la de sentirte responsable (valga la redundancia) del futuro de ese alumno. La docencia es una profesión de gran alcance y requiere un alto reconocimiento. Y por eso, yo sé que... aunque dedico parte de mi vida a la enseñanza, no soy realmente un “profesor”. Eso sí: me encanta enseñar, y a veces creo que aprendo más que los alumnos.

Siempre has hablado muy bien de tus maestros. ¿Cuáles deben ser, en tu opinión, las claves de un buen maestro?

Ayudar al alumno o alumna a que desarrolle su propio camino y no imponerle el propio. Ser lo suficientemente humilde como para entender que, eventualmente, el alumno demandará otras cosas que el profesor no podrá proporcionar, y que es natural que el alumno acabe evolucionando y buscando otras pedagogías. No ser envidioso del alumno con talento. Ayudar en todo lo posible sin traspasar la línea del “colegueo”. Decir siempre que sea necesario “no lo sé”.

«A la hora de legislar no se nos pregunta a los músicos, ni se le pregunta a los pedagogos, ni mucho menos se investigan las nuevas formas de educar y formar a un ciudadano».

Independientemente de los conservatorios, ¿crees que nuestro sistema educativo en colegios e institutos ofrece una educación musical de calidad (con los límites lógicos de lo que se puede hacer en estos contextos)?

Sinceramente, no. Muchos profesores hacen lo que pueden, pero dentro del marco impuesto, poco pueden hacer… A la hora de legislar no se nos pregunta a los músicos, ni se le pregunta a los pedagogos, ni mucho menos se investigan las nuevas formas de educar y formar a un ciudadano. Estamos anclados en un pasado que poco o nada ayuda en el siglo XXI, y se comete el peor pecado de todos, que no es precisamente fracasar formando músicos profesionales, sino fracasar cultivando el amor por las artes. A mí me da igual que no salgan cantidades ingentes de músicos de las escuelas; lo que sí me importa es que no salgan melómanos y que se le coja tirria a la música por haberla sufrido en una asignatura mal planteada. Y hablo aquí también de los conservatorios…

Hace poco conocimos que en la próxima temporada de la ROSS cuentan contigo como artista residente. ¿Supone esto una novedad en tu carrera? ¿Cómo se plantea esta residencia? 

Para mí supone lo que siempre supone tocar en mi ciudad: una gran alegría. Estoy deseando presentarme ante el público de Sevilla con obras tan diferentes.

Tras las etapas que pasaste en ciudades como Madrid o Berlín, ¿te hace ilusión vivir de nuevo en Andalucía? 

Estoy encantado, y no solo por poder vivir en Sevilla, mi ciudad natal, sino porque, gracias a la naturaleza itinerante de mi profesión, siempre puedo salir y refrescarme. No lo olvidemos: Sevilla, aunque ofrece una gran calidad de vida, puede llegar a ser demasiado absorbente, y mi mayor temor es que me salga la “boina” y deje de tener una mirada abierta. El mundo no se acaba en Dos Hermanas…

Tu carrera musical se ha visto coronada por el triunfo en dos prestigiosos concursos: el Paloma O’Shea de Santander y el último en 2021, el Arthur Rubinstein de Tel Aviv. Haber obtenido este reconocimiento a una edad tan joven, ¿no tiene el peligro de colmar demasiado pronto tus expectativas como intérprete?

Ese no es precisamente el peligro o, por lo menos, no ha sido mi caso. Aún tengo muchos retos artísticos que ni he rozado con la yema de los dedos y, además, yo mismo me basto y me sobro para ponerme retos artísticos independientes de los vaivenes del mercado y las modas. El problema más bien es cómo te lo tomas, si como un punto y final (“lo has hecho muy bien, enhorabuena”), o como el comienzo de un nuevo párrafo (“confiamos en ti, sigue así y lo harás bien”). Yo, evidentemente, tiendo más a lo segundo. Los concursos fueron un gesto de confianza hacia mí, no una confirmación de mi carrera.

¿Has vuelto a ver muchas veces la grabación de tu participación en esos concursos? ¿Te gusta ver tus propias interpretaciones? ¿Eres muy crítico contigo mismo?

Algunas de mis grabaciones me siguen gustando, sinceramente. Vende mucho eso del artista patológicamente autoexigente, pero eso es eso, una patología. Al César lo que es del César. Y, claro está, me siento desconectado de la mayoría de mis grabaciones, incluyendo la final del Santander. Estaba nervioso, algo tenso, y no me reconozco mucho cuando la escucho… ¡Creo que ahora toco mucho mejor! Aunque es curioso: si acaso me suelen gustar o bien mis grabaciones más recientes, o bien las más antiguas, de cuando era niño. En este caso, es tan lejano que lo juzgo con cierta ternura: veo más el potencial de aquel chaval de doce años que sus errores. Con las grabaciones a los veintidós años no soy tan benévolo…

Cambiando de género, me consta que te gusta mucho el jazz. ¿Te podremos ver algún día en concierto fuera del repertorio clásico y tocando con una banda de jazz?

Ojalá, pero las habilidades de uno tienen un límite. No fui enseñado a pensar con un improvisador, y el Jazz no está en mi sangre. Es de mis géneros favoritos, y conozco el lenguaje, pero de ahí a improvisar… Eso sí, sí me veo colaborando desde mis humildes habilidades con artistas de otros géneros, como estoy haciendo últimamente con Andrés Barrios, pianista flamenco, latino y de fusión. Tenemos un dúo de pianos la mar de interesante…

De los pianistas de jazz actuales, ¿tienes algún favorito? ¿Quizá Brad Mehldau?

Brad Mehldau estáen mi panteón, sin duda. Qué sonido, qué manera de entender la música… Chick Corea también me enamoraba (y sus grabaciones me siguen fascinando). También tendría que mencionar al trío The Bad Plus.

Además del piano, también te gusta tocar la batería. ¿Te atraen más instrumentos? Y pianos eléctricos, teclados o sintetizadores… ¿te interesa hacer música electrónica, aunque solo sea para ratos de disfrute personal?

Me encanta el mundo de la electrónica. Si algún día puedo colaborar con artistas de ese mundo y verme inmerso en un ensemble de sintetizadores, baterías, cajas de ritmos… sería un sueño.

El rock progresivo (y en concreto grupos como King Crimson) es otro de los géneros que siempre te han gustado. ¿Lo consideras un género desfasado o piensas que tiene todavía algo que aportar al panorama musical actual?

Lo que yo considere es irrelevante. Un género está vivo o de capa caída cuando hay suficientes artistas (o por lo menos uno) que son capaces de contar algo interesante dentro de ese universo sonoro. ¿Hay hoy en día una creatividad desbordante en el rock progresivo? ¿Son la punta de lanza de la innovación musical (como lo fueron en su día)? No estoy seguro…

Ya que hablamos de gustos musicales, ¿eres aficionado a hacer listas de reproducción en plataformas como Spotify o Youtube? Si tienes alguna lista con tus temas preferidos, no tengas problema en pasarnos el enlace…

Pues mira, no soy muy de listas concienzudas, pero sí os puedo pasar un par. Una de ellas es la que voy elaborando con mi chica, de temas de lo más variopintos. Es muy ecléctica, no os asustéis: https://open.spotify.com/playlist/2WmVmKUic6iOvFlOiJR1eE?si=469fc41049d543ba.

Y, por otro lado, tengo una lista para mis clases de ritmo, que puedo usar dependiendo de las necesidades del ejercicio. Es muy cañera: https://open.spotify.com/playlist/2swnEZvFWiIJ4hGCOvgPpU?si=bb71e4d4467c40bd.

Te he oído decir en una entrevista que hay algo que se te da mejor que tocar el piano, y es hablar. Debe ser por eso que Francino te ha fichado como colaborador en “La ventana”, el famoso programa de la SER. ¿Cómo está resultando la experiencia radiofónica?

Maravillosa y, por desgracia, me sabe a poco. Mi agenda es tan movida que no puedo permitirme colaborar con ellos todo lo que querría… Una verdadera lástima, porque tienen un equipazo, Francino es una leyenda de la radio, y en lo personal se confirma su valía profesional: me han permitido experimentar e ir a sitios con la divulgación que no pensé que se pudieran transitar en la radio a esos niveles.

Tu sección se titula “Tócala otra vez, Juan”, igual que tu canal de Youtube. ¿Son dos medios complementarios? ¿Qué te aporta cada uno de ellos? ¿No te roban demasiado tiempo?

No me roban tiempo porque no me lo puedo permitir; si no, ¡estaría encantado de que me lo robaran a manos llenas! Y sí, son muy complementarios. En la radio no cuento con herramientas visuales, tengo que ser conciso y claro, y tengo que tener muy en cuenta la manera en que la gente consume radio. Y lo mismo con YouTube. Cada plataforma tiene su lenguaje…

… Y por si todo esto fuera poco, también te interesa el mundo del cine, y lo estás estudiando por tu cuenta. Además, creo que tienes guiones terminados… Si finalmente algún día te lanzas a este mundo, ¿qué tipo de cine te gustaría hacer?

Ni me atrevo a contestar esta pregunta, porque por ahora lo hago como hobby puro y duro. No soy ese hombre del Renacimiento que me hubiera gustado ser, para eso tendría que haber nacido en el Renacimiento o, ya que puedo elegir mis sueños, en la Grecia Clásica. De sueños vive el hombre, eso sí, y ojalá pueda aprender lo suficiente como para expresarme con más de un instrumento, incluida la cámara, claro.

«No soy ese hombre del Renacimiento que me hubiera gustado ser, para eso tendría que haber nacido en el Renacimiento o, ya que puedo elegir mis sueños, en la Grecia Clásica. De sueños vive el hombre, eso sí, y ojalá pueda aprender lo suficiente como para expresarme con más de un instrumento».

Por supuesto, también te atrae la interpretación teatral. De hecho, antes comentaba tu papel como docente en la escuela “La Colmena”. Esta atracción por el mundo de la interpretación, ¿es más personal que profesional?

Es difícil de definir, pero sí diré que no hay que profesionalizarlo todo en esta vida. Es muy sano tener también “aficiones”, ser un “amateur” (amante, literalmente) y no obligadamente un “connaiseur” (conocedor). Y el teatro por ahora está a medio camino. Ya os diré de aquí a unos cuantos años.

La verdad es que si unimos todos estos ámbitos artísticos en los que estás involucrado, no sería muy descabellado pensar en una película escrita, dirigida e incluso protagonizada por ti, con música compuesta e interpretada también por ti… ¿He ido demasiado lejos?

¡Totalmente! El mundo del cine es un arte colaborativo, y, aunque queda muy chulo eso de “Escrita, dirigida y protagonizada por…”, detrás de una película hay tanta, tanta gente involucrada, cuyo oficio y creatividad son causa directa del éxito o fracaso de una película… Eso es lo más complicado y a la vez lo más fascinante del séptimo arte. Eso sí: olvídate de lo de “música compuesta por…”. ¡Lo que me faltaba!

Si como actor tuvieras que interpretar en una película la vida de un músico, ¿a quién elegirías?

Bernstein, pero creo que ya se me han adelantado en Hollywood (Bradley Cooper está dirigiendo y protagonizando un biopic). En su defecto, Schumann, Gershwin, Rubinstein, Gesualdo…

Otra de tus pasiones es la lectura. Tengo entendido que dos de tus escritores preferidos son Salinger y Bukowski. Al primero de ellos lo he propuesto como lectura a mis alumnos adolescentes (cuando daba clases de Lengua y Literatura), pero al segundo no se me hubiera ocurrido recomendarlo a estas edades. Sin embargo tú lo leíste quizá un poco prematuramente. ¿Cómo te llegó y qué encontraste en él?

Bukowski me llegó a través de un amigo de la familia, Américo (que en paz descanse). Le tenía tal aprecio y respeto intelectual que, en cuanto me lo recomendó, no lo dudé. Y, por si aún no me decidía, en cuanto me dijo el título de su libro favorito, me lancé a leerlo: “La máquina de follar”. En él encontré a alguien que me hablaba de cosas que, aunque me eran aún ajenas por mi edad, resonaban en mí a un nivel muy visceral, muy humano y, extrañamente, lleno de ternura. Es un romántico y un sentimental irredento, no lo puede evitar, y debajo de toda esa capa dura y áspera, hay dolor e indefensión. De hecho, considero la lectura de Salinger más difícil de digerir a otros niveles. Puede llegar a ser muy amargo, a excepción del final de El guardián entre el centeno, que nos da algo de esperanza. Pero sus protagonistas suelen ser bastante deprimentes. Al menos en Bukowski hay algo de lúdico, de no tomarse en serio los problemas de la vida.

Además de estos autores, ¿alguna recomendación literaria para este verano? ¿Cuál ha sido la última lectura que te ha impactado?

Siempre recomiendo los mismos: William Faulkner (El ruido y la furia), John Steinbeck (Al este del edén), cuentos de Cortázar, cualquier cosa de Lorca… También añadiría la novela gráfica “The Sandman” de Neil Gaiman, una de las lecturas más impactantes de mi vida; Allan Moore (no solo Watchmen, sino también “La Cosa del pantano”), Paco Roca (La Casa, Arrugas, Regreso al edén). El último cómic que más me impactó fue “La cólera”, de Javier Olivares y Santiago García. Ah, y “Vida de clown”, la autobiografía de Alain Vigneau: reí y lloré a partes iguales.

Como titulaste una vez en una de tus colaboraciones en La ventana, el verano es ese tiempo en que nacen las mejores ideas. ¿Cómo te planteas este verano que acaba de comenzar?

Intenso. Voy a estar dos semanas en el campo en unos cursos de teatro en la Sierra de Béjar con Vicente Fuentes, un auténtico maestro. Después, viaje a Fuerteventura con amistades, una boda familiar… Y, entre medias, algún concierto en Cataluña, Polonia, Italia… Sobre todo tengo ganas de terminar las reformas de mi nueva vivienda y poder entrar a vivir ya en condiciones en septiembre.