La importancia del lenguaje

Aunque muchos sectores opinan que el lenguaje inclusivo no es necesario, tanto por su complejidad como porque en el genérico masculino todos y todas tenemos cabida, es muy importante seguir visibilizando a las mujeres, desgraciadamente la igualdad real dista mucho de ser alcanzada en un corto espacio de tiempo.

Francisca Escorza Doblas - DT Málaga

Si estamos de acuerdo en que el lenguaje es una herramienta básica en la comunicación, entonces ¿es el lenguaje inclusivo realmente importante? Muchas personas, que no son conscientes de la importancia del mismo, piensan que el lenguaje no necesita velar, de forma expresa, por la identidad de las mujeres y niñas, que ya está implícita en el formato convencional. Comentarios como: “no hay que ser tan tiquis miquis”, “uf, que exigente con la forma de hablar”, “mujer, si todo se sobreentiende”, “es un coñazo tanto género...” llegan casi a diario a mis oídos, a pesar, todo ello, de contar con una normativa que nos ampara, sobre todo en los centros educativos, a través del II Plan Estratégico de Igualdad de Género en Educación.

Ante estas afirmaciones continuas me pregunto: ¿realmente soy yo la equivocada?, ¿no tiene el lenguaje la importancia que realmente tiene?, ¿no es nuestra primera o más importante forma de relacionarnos?, ¿no transmite nuestros sentimientos cuando decimos "te quiero" o cuando exponemos que algo nos ha dolido? Cuando queremos defender un argumento, cuando queremos ofender, utilizamos el lenguaje.

No caigamos en la banalidad de pensar que el lenguaje inclusivo es una herramienta actual contra lo masculino, ni muchísimo menos. A estas alturas ese discurso no tiene mucho recorrido, porque el lenguaje inclusivo lo único que pretende es poner en valor lo femenino, lo que ha estado olvidado a lo largo de la historia que es, entre otras cosas, visibilizar a la mitad de la población mundial. Estamos orgullosas de ser bomberas, cirujanas, juezas, mecánicas, astronautas…

Al igual que en el pasado hubo mujeres transgresoras, que lucharon por nuestros derechos, y que gracias a ellas hemos avanzado muchísimo, en el siglo XXI, todas y todos tenemos que seguir remando hacia delante, no podemos descansar si nuestro objetivo es la igualdad real de derechos y oportunidades. En este sentido el lenguaje facilita el camino porque nos hace estar presentes.

El machismo no es de hombres ni de mujeres, es un gran problema social que debemos erradicar juntos. Yo siempre digo: dame tu mano y toma la mía, porque de esta manera caminaremos muchísimo mejor y llegaremos más lejos.

Gracias a esas transgresoras de la historia hemos ido avanzando pasito a pasito. En el año 1880, Luisa Capetillo fue, según varias fuentes, la primera mujer que usó pantalones. Lo hizo en forma de protesta contra los prejuicios de la sociedad y fue arrestada por ello. Sin embargo, no se intimidó y fue capaz de retar a la corte, diciendo que no había una ley que le prohibiera usar vestimenta de hombre. El juez estuvo de acuerdo con ella y la dejó libre.

Clara Campoamor luchó toda su vida por conseguir el voto femenino en nuestro país. Incluso muchas de sus compañeras, en un momento determinado, la consideraron excesivamente “radical” en sus peticiones de igualdad legal para las mujeres. Sin embargo, gracias a ella también avanzamos y nos convertimos en ciudadanas de pleno derecho, pudiendo votar en las elecciones de 1933. Así podría citar cientos de mujeres luchadoras, tildadas de “radicales”, incomprendidas en su época, que han ido sentando las bases de una sociedad un poquito más igualitaria.

En 2021, nosotras y nosotros, las mujeres y  hombres que somos conscientes de esta desigualdad real y que hemos alzado nuestra voz en su contra, tenemos el deber moral de seguir trabajando por las que aún no pueden hacerlo. Por tantas, que se me hace nudo en la garganta. No podemos dejar de trabajar por un mundo más justo en el que toda la población tenga cabida. No podemos dejar de trabajar por la igualdad.

Desde nuestros centros educativos debemos velar por que los niños y las niñas de hoy, la población adulta del mañana, se vea identificada en su totalidad y esté libre de prejuicios sexistas. Una herramienta, fácil y sencilla, es utilizar un lenguaje que nos haga visibles, que no nos deje al margen, porque ya NO lo estamos.