Leonardo Fierro, pionero del ajedrez social y educativo

J.J. Díaz Trillo
DT Huelva

Ahora que la exitosa serie Gambito de Dama ha traído a la actualidad las muchas virtudes de ese juego, ciencia y arte, que es el ajedrez, conviene recordar a quienes siempre se empeñaron en practicarlo y, sobre todo, enseñarlo. Es el caso de nuestro protagonista, Leonardo Fierro Rosa. Maestro recién jubilado después de casi cuatro décadas de docencia, fue desde sus inicios como profesor un pionero en la introducción del ajedrez en las aulas. Desde su especialización en Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza, primero, y Educación Física después, supo ver pronto la utilidad pedagógica que podía ofrecer la introducción del ajedrez en las aulas.

Así, ya en el curso 1984/85, prueba a jugar con los alumnos de su tutoría de 3º de EGB cuando iban terminando las actividades obligatorias. Aún lo recuerda con satisfacción: ¡Qué éxito! No enseñé yo a los niños y niñas de aquel 3º; fueron ellos los que me enseñaron a mí. Como tantas veces ocurre, toda intuición que nace del conocimiento y la observación suele convertirse en acierto. Porque con esfuerzo y dedicación, cuando se quiere, se puede, y de este modo, recuerda Leonardo, aquellos niños y niñas me demostraron que no estaba equivocado.

Y como sólo puede hacerlo quien ha atesorado tanta experiencia, es capaz de destacar sin ninguna duda lo que la práctica del ajedrez aporta. Empezando por el respeto al prójimo y el esfuerzo por conseguir objetivos, también exige reflexión y concentración. Ayuda en la toma de decisiones y en la asunción de sus consecuencias. Fomenta la autoestima y un mejor conocimiento de uno mismo, incluyendo, por supuesto, la aceptación de los propios errores. Soy un convencido de que el ajedrez puede ayudar a conseguir mejores personas.

Cuando hace cuatro años se inició el Programa de Innovación Educativa AulaDjaque, Leonardo ya había recorrido un largo camino de tableros en las aulas. Hasta tal punto que hoy puede afirmar que desde su llegada en 1991 al Colegio Príncipe de España, en la Barriada del Carmen de Huelva, la totalidad de su alumnado ha alcanzado unos conocimientos de las reglas del juego bastante aceptables. Muchos de esos alumnos, pero sobre todo alumnas, han logrado importantes éxitos en torneos regionales y nacionales, convirtiendo al Colegio en una referencia del ajedrez para la provincia.

Para nuestro maestro el ajedrez supone además un factor de socialización. En una zona de la ciudad con serios problemas económicos y con el reto de la integración de la población inmigrante en clave de igualdad. Merecedor de reconocimientos institucionales y de una extraordinaria consideración de su entorno social, el Príncipe de España viene siendo desde hace tres décadas un ejemplo de coeducación y compromiso ciudadano. En ese contexto, el ajedrez ha venido jugando, además, a la equidad. Entre 2005 y 2018, Leonardo Fierro se hará cargo, como monitor de las Escuelas Deportivas Municipales, de llevar el ajedrez a otros muchos jóvenes y adolescentes del barrio y de la ciudad. Gran aficionado y notable jugador, ha alcanzado algunos premios relevantes en el ámbito provincial (en tres ocasiones ha sido Campeón Provincial en la categoría de Veteranos), pero sobre todo ha sido un docente comprometido en promover la participación de su alumnado en distintas competiciones, así como de acompañarles en una experiencia para ellos inolvidable. Todos esos valores que él destaca del aprendizaje del ajedrez, se extendían y fortalecían en este tipo de encuentros.

Actualmente el Programa AulaDjaque ha alcanzado en Andalucía una homogénea implantación en todas las provincias. Cerca de 80.000 alumnos, pertenecientes a 337 centros, y unos 5000 docentes son prueba evidente de la capacidad de esta herramienta educativa para mejorar las habilidades y competencias de nuestro alumnado. Para Leonardo Fierro quizás sea ésta la mejor recompensa a toda una trayectoria como pionero en su introducción en las aulas.

A la luz de estos resultados que ha logrado el Programa AulaDjaque en apenas cuatro cursos que lleva implantado en el sistema educativo andaluz, ¿cómo observas ahora, Leonardo, aquellos comienzos tuyos?

Los primeros recuerdos que tengo del ajedrez, en mi niñez, parten de un aula: fue un maestro, una vez más el maestro, el que me metió el gusanillo del ajedrez en el cuerpo… Fue en el Colegio Nacional de Prácticas… y yo tenía diez años… corría el año 1970. Un maestro me enseñó lo básico, y la práctica, jugando partidas de ajedrez con mis hermanos y mis amigos, hizo el resto… Y una vez que se tiene el “gusanillo” del ajedrez en el cuerpo, es como el montar en bicicleta: ya no se olvida nunca.

Mi siguiente experiencia con el ajedrez no se dio ya hasta bastantes años después, siendo maestro en Rosal de la Frontera. Allí, en mi segundo año de docencia era tutor de un estupendo grupo de alumnos y alumnas de tercero de EGB… Era un grupo excelente… A lo largo de mi carrera no he encontrado otro grupo igual… Venían muy bien preparados por la que había sido su anterior tutora, Maribel Vázquez Cayetano, una maestra muy comprometida con su labor que ha sacado siempre, a lo largo de su magisterio grupos muy buenos… Digo esto, porque al ser tan buenos alumnos y venir tan bien preparados, y yo, empezando en la docencia, me veía incluso desbordado por la demanda y la avidez de aprender de dicho grupo de niñas y niñas. ¿Y cómo lo resolví? Gracias al ajedrez. ¡Mira que preparaba y les mandaba cantidad de tarea! Pues nada. Se las “bebían”, y además las hacían perfectas… de “10+” que les ponía en las notas…

Y bueno, al alcanzar los conocimientos básicos del juego, me permitió crear el “Rincón del Ajedrez”: Conforme iban terminando la numerosa cantidad de tarea que les ponía, se iban al “Rincón del Ajedrez”. Ahora mis alumnos y alumnas hacían más rápido y mejor sus tareas con tal de irse a jugar al Ajedrez.

¿Y cómo era ese Rincón?

El “Rincón del Ajedrez” consistía en una alfombra, donde cabían cuatro o cinco tableros, y donde se juntaban entre ocho o doce niños/as. Unos jugando, y otros mirando y comentando… o ayudando a decidir las jugadas a uno de los compañeros. Fue una experiencia para mí altamente gratificante utilizar el ajedrez en el aula, de esa manera un poquito “pionera” para conseguir, no solo que aprendieran a jugar al ajedrez, sino que aprendieran a valorarlo como algo divertido y enriquecedor y, desde mi punto de vista de educador, poder utilizar este magnífico juego/ciencia, como herramienta para conseguir objetivos educativos.

Aquel grupo de alumnos, y aquella mi primera experiencia utilizando el ajedrez en el aula dentro del horario lectivo me marcó muchísimo y, desde entonces, quedé convencido, si no lo estaba ya de antes, de lo mucho que se podía conseguir introduciendo el ajedrez en el sistema educativo.

¿Y después?

Una experiencia similar a la relatada no pude desarrollarla hasta 1991, cuando fui destinado por la especialidad de Educación Física, al CEIP Príncipe de España de Huelva capital… donde he permanecido hasta el día de mi jubilación el año pasado.

En este colegio he podido desarrollarme como persona y como maestro, aprendiendo día a día de mis alumnos; ganando experiencia que iba sumando a mis ilusiones de joven docente; intentando aportar “granitos de arena” en la formación de todo mi alumnado entre los seis y los catorce años de edad pues, cuando llegué al “Príncipe”, aún existía la Educación General Básica y, en los colegios, impartíamos clases desde 1º a 8º de EGB.

El Príncipe de España se convierte por entonces en una referencia del ajedrez educativo...

A lo largo de toda mi docencia reconozco que he sido un poco, o un mucho, utópico, y que siempre he tenido en mente dos principales objetivos para conseguir con mis alumnos. A saber: que fuesen felices y que cada día intentasen ser mejores personas. Al ser el maestro de Educación Física y poder disponer de cierta autonomía en el currículum, me permitía que algunas clases de mi Área las transformara en clases de Ajedrez.

No fue fácil. Pero sí muy gratificante conseguir que el 100% de mis alumnos de 1º a 6º, ya en la Primaria, tuvieran conocimientos mínimos de ajedrez… Conocimientos que les ayudaban a conocerse a sí mismo, y a respetar, y valorar al prójimo.

También saltaba entonces el ajedrez las tapias del Colegio para formar parte de la oferta de Escuelas Deportivas que promovía el Ayuntamiento. Se manifestaba así la capacidad de este juego de multiplicar valores entre los más jóvenes. ¿Cómo recuerdas ese “salto”?

Cuando llegué el colegio estaba acogido al programa de Escuelas Deportivas Municipales y, gratamente para mí, tenía concedida la disciplina de ajedrez: dos días a la semana, durante una hora y media cada día, algunos niños y niñas recibían clases extraescolares de ajedrez, de la mano de un monitor federado.

Educar, e intentar hacerlo bien, no es fácil. Pero cuando hay ilusión por mejorar, y se pone el alma en ello, parece todo más sencillo… Y se hace más factible encontrar recursos que ayuden a la consecución de aquellos dos “objetivos principales” que indicaba anteriormente: Ayudar a conseguir la felicidad de mis alumnos/as, e intentar que fuesen mejores personas cada día. Poder educar; poder darme a mis alumnos, ha sido siempre para mí una forma de crecimiento y desarrollo personal.

Observo que en el Programa de Innovación Educativa “AulaDjaque” tenéis muy en cuenta la diferencia entre el ajedrez como competición deportiva y su enseñanza y aprendizaje con fines pedagógicos.

Así es. Algo no estaba funcionando bien, pese a que de la Escuela Deportiva Municipal de Ajedrez salieron algunos alumnos y alumnas que llegaron a jugar muy bien. Desde mi punto de vista, el ajedrez no se estaba utilizando de manera adecuada para conseguir objetivos “superiores” dentro de la educación. Pienso que quizás los Monitores de Ajedrez de los años que estamos hablando estaban faltos de conocimientos pedagógicos como para llegar a conseguir metas más allá de enseñar las reglas del juego, y que algunos/as llegasen a jugar bien. De ahí la importancia que le doy al Programa AulaDjaque, que es impartido y llevado a cabo por personas, maestros y maestras, profesores y profesoras, con suficientes conocimientos para llegar a las almas de sus alumnos, y saber sacar de ellos y de ellas lo mejor que tengan.

Tú mismo decides incorporarte como monitor a esa tarea que iba más allá de tu responsabilidad y compromiso en el Colegio. ¿Cómo fue?

En mis tres primeros cursos en el Príncipe de España, 1991/94, vi como pudiéndose sacar mejores rendimientos y resultados, no era así… y la EDM de Ajedrez del colegio llegó casi a desaparecer por falta de alumnado y la consiguiente desmotivación del monitor que la llevaba, que acabó por dejar de dar las clases. Fue entonces en el curso 1994/95 cuando yo, al tener también la titulación de Monitor de Base por la Federación Andaluza de Ajedrez, me hice cargo de Escuela Municipal de Ajedrez del “Príncipe”. Tuve así la oportunidad de “acercar” el ajedrez a mi alumnado de cuatro formas diferentes: 1) Dedicando algunas sesiones del Área de Ed. Física al Ajedrez. 2) Con las clases extraescolares de la EDM. 3) Dando la posibilidad, durante todo el curso, a los niños y niñas que voluntariamente quisieran, de jugar, practicar, divertirse con sus amigos y amigas, durante los recreos, en el gimnasio del colegio. Y 4) Organizando torneos de vez en cuando, para aumentar la motivación por aprender y mejorar.

Todas estas iniciativas hicieron que la afición entre el alumnado por el ajedrez creciera de manera espectacular: un curso llegué a tener hasta 82 alumnos que se aficionaron a jugar al ajedrez durante los recreos… Obviamente, no todos al mismo tiempo. Pero sí era normal que hubiese en el gimnasio entre 15 y 30 niños y niñas y, ¡sorprendentemente! las niñas eran mayoría.

Ese mismo año, veintiún alumnos del Príncipe, la mitad de la participación, llegaron a inscribirse en los Juegos Deportivos Municipales… los Campeonatos por categorías que organizaba el Ayuntamiento, en colaboración con los Monitores deportivos y la Delegación Onubense de Ajedrez. Seis alumnos llegaron a federarse (y no se federaban más porque había que pagar una ficha federativa). Y tres alumnas del Príncipe llegaron a clasificarse para disputar los Campeonatos de Andalucía, quedando una de ellas subcampeona andaluza, y otra tercera clasificada… Por lo que pasaron a disputar el Campeonato de España… consiguiendo una de ellas el meritorio séptimo puesto nacional.

Y de tu experiencia en el Programa AulaDjaque desde el comienzo, ¿qué aspectos destacarías y qué mejorarías?

Del Programa AulaDjaque, lo que más destaco es su propia implantación. ¿Cómo han podido tardar tanto los políticos —y las autoridades educativas— en darse cuenta de las potencialidades que tiene el ajedrez como herramienta educativa?

Después de esta “queja”, manifestar mi alegría porque se quiera llevar adelante un proyecto tan motivador, interesante e importante. Ya era hora de introducir el ajedrez en las aulas. Y de poner en contacto a tantos maestros/as, profesores/ras, convencidos de que el ajedrez es mucho más que un juego; de que con el ajedrez se pueden conseguir objetivos “superiores”; de que todo el alumnado, sin excepción, se puede beneficiar de las potencialidades formativas del ajedrez. AulaDjaque ha resultado ser un proyecto ilusionante y, prueba de ello, es el excepcional crecimiento de participación que ha venido teniendo en los cuatro años que lleva implantado.

Yo, en su día, intenté aportar mi granito de arena para el fomento del ajedrez, y darle la importancia que merecía como herramienta de apoyo a la educación, y que mi experiencia docente descubría día a día. Pero, la verdad, me vi muy solo en este intento y no muy apoyado. AulaDjaque vino, y viene, a cubrir y llenar estos vacíos que se dieron en mí, y más que probablemente en muchos otros docentes amantes del ajedrez, y conocedores de su importancia si se utiliza de buena manera para ayudar en la formación del alumnado.

Aparte de los encuentros que vienen realizándose, a comienzos de cada curso escolar, donde los distintos responsables del programa AuleDjaque de cada centro expresan sus experiencias y aprenden de las experiencias de terceros, organizaría cursos de iniciación y formación. Pues observo que hay mucho profesorado que, pese a sentirse atraído por el ajedrez y sus posibilidades dentro del sistema educativo, tienen miedo a sumergirse en él al parecerle muy complicado.

Repasando tu larga trayectoria como monitor, profesor y jugador, llama la atención el papel destacado que tuvieron siempre tus alumnas. Tres de ellas llegaron a ser subcampeonas de Andalucía, incluso alcanzasteis el séptimo lugar de la categoría nacional. Aunque todavía hoy la presencia de profesoras en el Programa es muy inferior, tu experiencia nos indica que el ajedrez en la escuela no distingue de géneros, como sí ha ocurrido de un modo tan evidente a lo largo de la Historia. ¿Qué opinas al respecto?

Sobre el papel de las mujeres en el ajedrez, pero como en tantas y tantas facetas de la vida, se pueden escribir cientos de libros... Mi experiencia, dentro del marco del ajedrez, es la siguiente: ¿recuerdas cuando te dije que había llegado a tener hasta 82 alumnos/as que, voluntariamente, venían al gimnasio del colegio a jugar al ajedrez durante los recreos? Pues bien, aproximadamente el 65 % eran chicas, y el 35 % chicos; es decir, que las “niñas ajedrecistas”, en mi centro, doblaban a la participación masculina.

¿Y cómo se traducía este dato, por ejemplo, en los torneos en los que participaban alumnos del Príncipe de España? Pues que las niñas destacaban sobre los niños, consiguiendo mejores resultados. “Ahí queda eso”: Las que se clasificaban para disputar el Campeonato de Andalucía, tras quedar primeras en el Campeonato Provincial por Edades, mayoritariamente eran niñas. Pese a ello, he venido observando, año tras año, a lo largo de mi docencia, que llegada la adolescencia, la mayoría de las chicas abandonaban la práctica competitiva del ajedrez, y eso pese a sus buenos resultados; mientras que la mayoría de los chicos continuaban compitiendo y mejorando sus destrezas ajedrecísticas.

¿Por qué ocurre? ¿Cuál sería tu explicación?

Yo creo que la respuesta está en el factor “competitivo”: Los intereses de las jóvenes cambian con la llegada de la adolescencia (por influencias sociales y de educación también), mientras que el espíritu “competitivo”, y me atrevería a decir, y de “agresión”, en los adolescentes varones se acrecienta. Los varones intentan reafirmar su personalidad ganando o, al menos, intentando ganar a los demás. Para las chicas, esta “ansia” de ganar y demostrar su valía, utilizando el ajedrez, es un valor secundario. Esta puede ser, quizá, la causa de por qué hay menos mujeres ajedrecistas que hombres.

El Colegio Príncipe de España, de la Barriada del Carmen, en la ciudad de Huelva, donde desarrollaste buena parte de tu labor docente, destaca por su capacidad de integración social y educativa. Coinciden en él niños y niñas de muchas nacionalidades distintas y, a pesar de las dificultades económicas de la zona, el centro obtiene un importante éxito educativo y de convivencia. De hecho, y desde hace muchos años, es ya una referencia clave del barrio, un auténtico lugar de encuentro para la comunidad educativa y para el propio vecindario, cuya Asociación Vecinal, El Ancla, lo ha entendido perfectamente a la hora de plantear sus talleres y actividades. Como maestro y monitor de ajedrez, ¿crees que el ajedrez ha contribuido a mejorar las relaciones entre los jóvenes del barrio, así como sus propias expectativas?

Sin duda alguna. Para el ajedrez, todos y todas somos iguales, grandes o mayores (he visto a muchos adultos siendo derrotados por niños o niñas, entre ellos yo mismo... Y, por supuesto, he tenido alumnos que han llegado a jugar mejor de lo que lo hago yo).

En el Príncipe de España, un curso llegamos a tener alumnos de hasta dieciséis países distintos... Y tengo imágenes en la mente tan preciosas como una alumna negra, moviendo las piezas blancas, jugando contra una compañera marroquí, que movía las piezas negras... Los colores de las piezas, o de la piel, era lo de menos... No había nada que las hiciera distintas... Colocaron sus piezas, se dieron la mano y se desearon suerte, como saludo previo, y disputaron tan amigablemente la partida, y... ¿Sabes una cosa? No recuerdo quién ganó, ni era lo importante.

También me llenaba de satisfacción cuando se me acercaba un alumno o alumna para contarme que la tarde anterior había ido a casa de un amigo o amiga y que habían estado jugando al ajedrez... Muchas veces me pasó que yo les preguntaba quién había ganado y me contestaban: “No sé, maestro. Jugamos muchas partidas. Nos lo pasamos muy bien”. Solo por esos ratos de compartir juego y afición con otros niños y niñas, en lugar de dedicarse a otras cosas “menos saludables”, ya merece la pena introducir el ajedrez en las aulas...

Y bueno. Hay exalumnos y exalumnas del Príncipe de España que tienen el título de Monitores/as de ajedrez por la FADA, y/o de Árbitro de ajedrez... Y como todas estas generaciones de niños y niñas que han pasado por el “Príncipe” han “bebido” del cáliz del ajedrez, pues en el futuro serán padres y madres que no tendrán aversión a que sus hijos e hijas practiquen también este juego/deporte, y saquen de el ajedrez, y de sí mismos, lo mejor que puedan.

Acabas de jubilarte como maestro en activo pero tengo la impresión de que aún no has terminado de enseñarnos, especialmente en el campo del ajedrez educativo. Creo que que tu experiencia y conocimientos podrían seguir sirviendo de estímulo para muchos centros que aún no se han acercado a este juego, ciencia, y hasta arte. Conociendo además tu largo compromiso con la educación y el deporte, sospecho que aún reservas muchas ideas y energías que aportar a la sociedad. ¿Te has planteado algún tipo de colaboración al respecto?

Vaya punto que tratas... Pones el dedo en la llaga... Y, la verdad, es que duele. Sí. Duele llegar a los sesenta años estando bien física y mentalmente, y jubilarse, creyendo que todavía uno/a puede seguir aportando algo más a la sociedad dentro de la Educación. Yo tenía claro que no debía seguir siendo Maestro de Educación Física, y por eso debía jubilarme ya. Demasiada diferencia generacional entre mi alumnado y yo para trasmitirles los valores que exige la sociedad hoy día... Impartir clases de Educación Física a once o doce cursos distintos durante tantos años... A las 9, los alumnos de primero, luego un cuarto curso, después el otro cuarto; el recreo; tras el recreo, un sexto curso y, para acabar la mañana, un segundo curso... Eso cansa mucho... Por más que me guste la Educación Física y el Magisterio.

Pero, al margen de eso, sí que estaba en mi mente poder seguir aportando algo a la sociedad... Algo que me aportara también a mí una satisfacción, aunque suene egoísta. Pensaba que podría seguir dando clases de ajedrez por las tardes para “matar el gusanillo” del ajedrez y de la educación... Pero vino la covid y se fue todo al traste. Pensaba que, quizá por las mañanas podría igualmente dedicarlas a ir por los colegios e Institutos para animar al profesorado y al alumnado a que conocieran más de cerca las muchas posibilidades que guarda el ajedrez... Pensaba que tantos años de experiencia podrían aún servir para algo... Pero esta última idea, claro, ya no dependía de mí... Tendría que partir de alguna institución oficial, Delegación de Educación, por ejemplo, que quisiera contar con mi persona para tal menester. Así que ahí dejo la idea, por si alguien se quiere dar por aludido.

Además de conservarse en plena forma física —no en balde enseñó a hacerlo a varias generaciones de onubenses—, Leonardo mantiene intacta la pasión por la enseñanza y por el compromiso cívico que conlleva. Es consciente como pocos del valor social que el ajedrez tiene, especialmente en barriadas como la del Carmen, las Colonias o Marismas del Odiel, de donde llega la mayoría del alumnado de su Colegio, el Príncipe de España. De la conversación con él emana el sentido reparador de la experiencia de tantos años con quienes nunca parecen cumplirlos: alumnos y alumnas que tuvieron en él a un doble Maestro. Quien les enseñó en la escuela, pero sobre todo para la vida. No tengo la menor duda de que buena parte de ellos y ellas, al mover las fichas de sus distintos destinos habrán recordado a Leonardo Fierro. Tal vez coincidan, aun sin saberlo, con las palabras que Albert Camus escribió a su maestro, Monsieur Germain, tras recibir el Premio Nobel: No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.