Dirección escolar. Contagiar ilusión y liderazgo
La dirección es un elemento clave para el buen funcionamiento de un centro educativo. Su importancia es capital y su actuación va a condicionar el rendimiento del profesorado, la calidad de la enseñanza que este imparta y hasta los resultados escolares. Un profesorado motivado, ilusionado y reconocido constituye el motor del éxito. Saber dirigirlo para ayudarle a conseguir los objetivos y resultados que persigue debe convertirse en una ocupación diaria del director o directora y su equipo. Transmitir una visión global al conjunto de trabajadores y trabajadoras en la que todos se sientan piezas imprescindibles y valiosas ayudará a que pongan todo su saber y sus energías al servicio de la docencia.
Cuando comenzamos el ejercicio de la dirección en los colegios nos preocupa ser capaces de cumplir con todo lo que se espera de nosotros. Queremos conocer la normativa, que no se nos olvide cumplimentar toda la documentación correctamente y hacerlo en los tiempos establecidos, no equivocarnos al realizar los horarios, que en las programaciones esté todo lo que se nos pide, celebrar las reuniones de los órganos colegiados, elaborar los presupuestos económicos, no tener problemas con los padres y las madres del alumnado, que desde la inspección no nos llamen para decirnos “como usted ya sabe...”, estar pendientes de que se apliquen los protocolos, recibir a los familiares que nos vienen en cualquier momento y nos destrozan la agenda que con tanto mimo habíamos organizado en casa, atender ese teléfono que no para, etc. Si somos directores-as por primera vez o si formamos parte del equipo directivo en la jefatura de estudios o en la secretaría, el mundo se nos viene un poco encima, porque hay momentos, muchos y muy largos momentos, en los que no encontramos tiempo material para dar respuesta a todas las cuestiones que se nos van acumulando. Si quieres “volverte loco”, presentarte a la dirección no sería una mala opción.
En estas circunstancias, el riesgo de olvidarnos de que el profesorado es una de nuestras máximas prioridades se convierte en un peligro real. Las tensiones, el estrés y las obligaciones perentorias nos pueden hacer desplazar al claustro hacia un lugar secundario y olvidarnos, por momentos, que es la clave de bóveda que todo lo sustenta. La docencia es un trabajo apasionante, pero muy duro. Hay que intentar crear un hábitat amable para nuestros maestros y maestras; un clima de trabajo que sume y no reste. El respeto, la atención y nuestra disposición a ayudarlo en todo lo que necesite favorecerá su conexión con el equipo directivo y le hará sentirse cómodo. Conseguir que en nuestro colegio se produzcan unas relaciones personales y profesionales ideales, conocer a nuestros docentes y saber de sus fortalezas y debilidades, que todos las tenemos, nos permitirá aconsejarles en momentos determinados y permitirles que exploten todo su potencial.
Cuando anualmente nos planteemos las mejoras que queremos introducir en el funcionamiento de nuestro centro y cuando pretendamos poner en marcha nuevos proyectos y actividades, tendremos que mirar al claustro y esperar de él la máxima ilusión y el mayor esfuerzo, para que lo que nos proponemos se pueda alcanzar y nuestro alumnado se beneficie de toda esa labor. Si como equipo directivo no nos situamos en cabeza dando ejemplo, estaremos boicoteando las espectativas que nosotros mismos nos hemos creado.
Los docentes mejor en compañía que solos. Si promovemos el trabajo cooperativo entre el alumnado, hagámoslo también entre el profesorado. Este tendrá que afrontar muchísimas dificultades a lo largo de un curso escolar; indiquémosle que se asocie y se ayude. Que nadie se sienta solo o sola coordinando un proyecto u organizando una actividad. Facilitemos que el conocimiento que unos tienen sea compartido por el resto. Aprovechemos todas las aportaciones del claustro para que no haya ningún maestro o maestra con iniciativas que dejen de llevarse a cabo. Practiquemos la cultura del acuerdo como mecanismo democrático para la integración de todas las opiniones y que nadie se pueda sentir desplazado; más bien, al contrario, que interiorice que es protagonista y pueda comprobar que todo lo que aporta es aprovechado por el alumnado. Convirtámonos en líderes que ayudan a que surjan otros líderazgos, para que el centro se sitúe en el cambio permanente hacia la mejora y la excelencia educativa.
Dirección escolar. Contagiar ilusión y liderazgo es un libro que humildemente apuesta por una filosofía de dirección que sirva para crear una cultura global de centro que impregne a todos los sectores. Intenta aportar ideas que ayuden a centrar la organización y el modo de funcionamiento del colegio en torno a un objetivo irrenunciable: proporcionar una enseñanza de la máxima calidad.