La escuela inclusiva. Trabajar la interculturalidad en Educación Primaria


Alberto Álvarez Martínez 
CEIP Gloria Fuertes. Tarancón (Cuenca)

1 Definición y características de la educación inclusiva

La inclusión puede definirse como un proceso centrado en la eliminación de barreras, que se preocupa por lograr el rendimiento máximo y la participación de todos los alumnos por igual, atendiendo a las necesidades específicas de cada alumno, compensando las desigualdades, facilitando el acceso a una enseñanza de calidad y en igualdad de condiciones, buscando el progreso académico de los grupos desfavorecidos, partiendo de la redistribución económica y el reconocimiento cultural, prestando una especial atención al alumnado más vulnerable que presenta un grave riesgo de exclusión, ya sea por tener algún tipo de discapacidad o pertenecer a culturas desfavorecidas; con el objetivo de adoptar una visión de la diversidad como fuente de aprendizaje, y no como un problema (Duk y Narvarte, 2008; Echeita y Duk, 2008; Giné, 2001; Guijo, 2008; Mendía, 2012; Narodowski, 2008).

El objetivo prioritario de la escuela inclusiva es que todo el alumnado progrese en su formación, independientemente de las diferencias que pueda presentar, para lo que es necesario desarrollar sus competencias, su pensamiento crítico y su actitud cuestionadora, que se pregunte por qué las cosas son así y qué sería necesario cambiar para mejorar la situación; explotar su capacidad para resolver problemas y su motivación por progresar tanto en la escuela como en la vida; establecer un liderazgo, un grupo de personas que luchen por efectuar los cambios; lograr el respeto para todas las personas con independencia de sus particularidades; definir el logro, que son los objetivos que se quieren conseguir; tener en cuenta que el aprendizaje es aprender y la enseñanza es enseñar a todos los alumnos por igual y en función de las necesidades de cada sujeto; y, para finalizar implicar a toda la comunidad educativa (Bunch, 2008; Guijo, 2008).

Giné (2001) explica que la inclusión no es solo un aspecto curricular, organizativo o metodológico, sino que puede verse como una forma de entender la educación, la vida y la sociedad, promulgando una filosofía y unos valores. Es un proyecto social difundir dichos valores inclusivos, para lo que se requiere de la colaboración de las políticas educativas, los docentes, las familias y los investigadores, es decir, de la sociedad en general (Giné, 2001; López, 2011).López (2011). Coincide con la UNESCO en establecer que la inclusión no significa una reestructuración en la educación, sino un proceso de mejora de la calidad de la enseñanza, que se enfrente a los desequilibrios existentes con justicia.

Sales (2012) defiende que para cambiar la ideología de una persona hacia una mentalidad inclusiva es necesario llevar a cabo tres principios fundamentales:

-Partir de lo que somos, comprometiéndonos a tener unas expectativas altas tanto de nosotros mismos como de los demás.

-Saber organizarnos, realizar un cambio social estableciendo una cultura colaborativa.

-Cambiar lo que hacemos, lo que se debe iniciar con una modificación en la forma de enseñar y de aprender.

Siguiendo a Parrilla (2004) un aula inclusiva es aquella en la que se parte del concepto de comunidad, entendida esta como la que integra a todos sus miembros con iguales derechos, en la que cada persona se siente “actor social” al intervenir de forma activa desarrollando su propia identidad, participa como miembro en las diferentes actividades y, por último, está comprometida con dicha comunidad y con las normas comunes para todos sus miembros. Por tanto, el aula será una comunidad social cuando todo el alumnado se sienta protagonista, existan espacios que fomenten la participación y todos los miembros de la comunidad tengan su propio espacio. Por todo esto, según Ainscow (2012) para ser inclusivos hay que fomentar la colaboración de los alumnos en los currículos, culturas y comunidades educativas.

A modo de resumen, según explican Ainscow (2012), Echeita y Duk, (2008), Giné (2001), López (2011) y Moriña (2008), la educación inclusiva pretende:

-La participación de todo el alumnado por igual en el proceso de enseñanza-aprendizaje, de acuerdo con sus características, respetando las diferencias, optando por la igualdad y proporcionando las ayudas que necesiten para su progreso, tanto en lo académico como en lo personal.

-El establecimiento de normas inclusivas para la atención a la diversidad, elaboradas en las diferentes concreciones curriculares: la administración, el centro y el profesor-aula.

-La reflexión y formación de los maestros, para tener la capacidad de analizar las diversas necesidades de sus alumnos, aceptándolas y valorándolas, así como para buscar estrategias con las que innovar y mejorar la enseñanza y los métodos utilizados, alcanzando un currículo con el que todos sus alumnos se sientan identificados.

–La consecución de las denominadas oportunidades equivalentes, para lo que es necesario transformar un aula ordinaria en un aula que disponga de las estrategias pertinentes para atender a las necesidades de todos sus alumnos.

-La modificación en la estructura de las culturas y en las prácticas llevadas a cabo en los colegios, con el fin de ajustarse a la diversidad de alumnos.

La construcción de escuelas inclusivas siempre será un proceso inacabado, en donde la estrategia a perseguir no es cómo construir una escuela inclusiva, sino qué y cómo hacer para que una escuela avance hacia la inclusión (Moriña, 2008).

2. La interculturalidad: un paso para lograr la inclusión

La interculturalidad, tal y como se mencionó anteriormente, es considerada como una de las ramas de la inclusión. Alcanzar una escuela y una sociedad inclusiva deriva de la consecución de la interculturalidad, así como de evitar todo tipo de discriminación, ya sea por sexo, raza, discapacidad, etnia, religión, situación social…

La inclusión pretende dar respuesta a los requerimientos de cada individuo independientemente de las diferencias que pueda presentar. Para lograr dicho propósito es necesario recurrir a la interculturalidad, que busca realizar una educación equitativa atendiendo a la diversidad cultural.

Se puede afirmar así que la inclusión y la interculturalidad son dos términos con un objetivo común: atender a las necesidades específicas de cada individuo desde la igualdad, ofreciendo una enseñanza de calidad en la que todos se vean reflejados independientemente de la cultura a la que pertenezcan y eliminando cualquier muestra de discriminación o exclusión.

2.1. Palancas de cambio para alcanzar una escuela intercultural

Las palancas de cambio son estrategias, dispositivos o herramientas que ayudan a superar las barreras existentes en la enseñanza avanzando hacia la inclusión y la interculturalidad (Ainscow, 2003 cit. en Mendía, 2012).

Según Allemann-Ghionda (2008), alcanzar la dimensión intercultural y la idea de inclusión en una sociedad implica realizar profundos cambios estructurales a nivel estatal que pasan por facilitar la nacionalidad de los inmigrantes y establecer políticas de integración, incluyendo una oferta para aprender la lengua materna de ese país, cuidando que las oportunidades para los inmigrantes y los ciudadanos de ese estado estén equilibradas, eliminando prejuicios étnicos y culturales, estereotipos y actitudes racistas, y promoviendo que los profesores den importancia a este tipo de educación. La escuela es el ámbito fundamental para desarrollar el concepto de comunidad democrática y cultural, por lo que debe llevar a cabo una reconstrucción social, en la que se conecte el ámbito micropolítico del aula y la escuela con el macropolítico de la sociedad, mediante redes de apoyo y comunicación que buscan el objetivo principal de la interculturalidad y la inclusión a través de la estimulación de la ciudadanía crítica (Sales, 2012).

Como se acaba de mencionar, la construcción de la enseñanza intercultural necesita de la participación de toda la comunidad, lo que incluye el compromiso de las instituciones políticas y sociales, los maestros, los alumnos, las familias, las ONGs, los servicios socioeducativos…(Aguaded et al., 2010). De esta forma, las administraciones públicas, en concreto las universidades, deben formar a los maestros desde la perspectiva intercultural; y el mundo político debe promover medidas de cambio que mejoren la situación de los alumnos inmigrantes, ya que los escasos logros de estos están causados por deficiencias en el sistema educativo, y no por déficits que ellos tengan (Allemann-Ghionda, 2008; Palomero, 2006a).

Para la consecución del éxito escolar, desde el punto de vista de la interculturalidad, es necesario partir de la situación real del alumnado procedente de otros países: conocer su historia, su cultura de origen, los aspectos que llevaron a la migración, su lenguaje, su religión, su comportamiento, sus expectativas escolares…; para poder así atender mejor a sus necesidades individuales (Palomero, 2006b; Rodríguez, 2008). Es necesario también tener en cuenta algunos principios pedagógicos como: evitar las discontinuidades culturales, el concepto de discontinuidad cultural se refiere a la falta de conexión entre culturas; aumentar la autoestima del estudiante; implicar a las familias; y, por último, fomentar los métodos cooperativos (Rodríguez, 2008). Además, se debe combatir contra todo tipo de discriminación en las escuelas analizando las situaciones de exclusión, proponiendo actividades que permitan la comunicación y la interacción, promoviendo campañas de formación y sensibilización intercultural, creando instrumentos para combatir la discriminación en los centros, organizando foros y debates presenciales sobre las dificultades y las estrategias de integración de los grupos minoritarios, facilitando recursos a las propuestas destinadas a tratar la inclusión intercultural, así como realizando investigaciones sobre esta temática (Gómez, 2010).

Destinada a la atención del alumnado procedente de otras culturas y países, se estableció la orden del 15 de enero de 2007, que incide en la necesidad de facilitarles la adquisición de la lengua de acogida, fomentar su integración en la comunidad educativa y promover el mantenimiento de su cultura de origen (Llorent, 2011).

Para atender a la diversidad cultural también se llevan a cabo una serie de acciones integradas en un plan específico de centro. Algunas líneas de intervención pueden ser: plan de atención docente, plan de acogida, plan de atención continua, seguimiento académico, programación de español, cambios en la organización del centro, propuestas de intervención, estrategias de intervención intercultural… (Llorent, 2011). Una escuela intercultural implica tener un plan intercultural y de atención al alumnado extranjero que abarque a todos los miembros de la comunidad educativa, mediante actuaciones específicas para el alumnado, para los docentes y para las familias, y que atienda a los objetivos interculturales prioritarios (Llorent, 2011). La diversidad cultural también debe estar reflejada en el PEC (Proyecto Educativo de Centro), ya que es el documento que integra los valores que se incluyen en la actuación pedagógica de un determinado centro; así como en el PCC (Proyecto Curricular de Centro), formado por propuestas pedagógicas que tengan en cuenta la diversidad (Sarramona, 2008).

Siguiendo a Aguaded et al. (2010), otra medida que requiere la enseñanza intercultural es ajustar el currículo. El currículo intercultural debe tener una naturaleza etnocéntrica, presentando contenidos referentes a las características de las distintas culturas, incluso de las minoritarias. Para establecer una educación basada en la diversidad es necesario realizar todas las modificaciones curriculares que sean pertinentes, hasta llegar a la concienciación de los alumnos contra los prejuicios y los estereotipos, intentando promover la empatía, la cooperación y el pensamiento crítico y llevando a cabo una acción social, que además de aumentar el conocimiento de los niños, desarrolle su pensamiento crítico antes situaciones de discriminación (Aguaded et al., 2010).También se deben elaborar estrategias que promuevan el desarrollo bilingüe y multilingüe de los estudiantes inmigrantes, para facilitarles la comunicación. Las instituciones europeas tienen un papel importante a la hora de proporcionar información y tomar medidas que busquen la sensibilización por parte de los gobiernos y de toda la población en general hacia el bilingüismo, alcanzando el diálogo intercultural (Allemann- Ghionda, 2008;Trif, 2011).

Un elemento fundamental en la consecución de la enseñanza intercultural son los maestros. Aguaded et al. (2010), Allemann-Ghionda (2008) y Trif (2011) defienden que para que los docentes puedan llevar a cabo una enseñanza intercultural, deben recibir una formación continua y de calidad sobre este tema, tal y como se explicó anteriormente, que mezcle la teoría (conceptos de educación intercultural, diversidad cultural, modelos interculturales…) y la práctica (aprendizaje de estrategias para poder realizar intervenciones educativas con alumnos con culturas diversas, pautas para llevar a cabo una enseñanza lingüística de calidad…); además de proporcionarles conocimientos sobre cómo llegar al cambio de actitudes, a la resolución de conflictos y a la integración de los alumnos con culturas diferentes a la mayoritaria.

Solo recibiendo una formación adecuada, como la que se acaba de explicar, el profesorado tendrá la capacidad para elaborar y planificar un programa que le permita basar el proceso de enseñanza-aprendizaje en la atención a la diversidad, lo que le exige centrarse en proporcionar una enseñanza de calidad a sus alumnos minoritarios, adaptando el currículo si las circunstancias lo requieren y mostrando siempre una actitud positiva ante esta situación; aplicar estrategias que ofrezcan a sus alumnos un aprendizaje individualizado y colaborativo; buscar los métodos necesarios para una enseñanza de lenguas adecuada; fomentar la interrelación entre los niños; plantear actividades didácticas adaptadas a la interculturalidad; formarse continuamente sobre esta temática, buscando y analizando las actitudes de discriminación que pueden darse hacia aquellos alumnos procedentes de un país diferente y con una cultura distinta a la mayoritaria; investigar sobre las situaciones de las familias de estos niños; ver las capacidades de este tipo de alumnado; y buscar técnicas y estrategias para prevenir las actitudes racistas y discriminatorias (Aguaded et al., 2010; Palomero, 2006b).

A modo de resumen y para concluir, la construcción de una escuela intercultural implica promover una serie de cambios, establecer determinados valores y adoptar ciertas medidas en los propios centros, como (Allemann- Ghionda, 2008; Essomba, 1999; Llorent, 2011; Palomero, 2006a; Rodríguez, 2008; Sales, 2012):

-Construir un modelo organizativo, flexible y plural, que permita el acceso a la cultura escolar de todo el alumnado, teniendo en cuenta sus necesidades.

-Elaborar un plan de acogida, en el que se utilicen todos los recursos para lograr la integración.

-Fomentar una cultura que defienda la diversidad cultural y promueva una visión positiva de la interculturalidad, enfatizando las ventajas que ofrece, luchando contra el racismo, estableciéndola igualdad de derechos de las personas independientemente de su nacionalidad o cultura.

-Concienciar a la comunidad educativa de las dificultades que tienen los inmigrantes.

-Facilitar una buena convivencia entre distintos grupos culturales.

-Pasar de una concepción individualista de la cultura a otra colaborativa, y asumir este proyecto como perteneciente a la comunidad educativa

-Fomentar el respeto, la tolerancia y la empatía.

-Promover la cooperación entre las escuelas, las familias y las instituciones.

CONCLUSIÓN:

Una de las ramas de la inclusión es la interculturalidad o inclusión de las diferentes culturas existentes. Esta hace referencia a la interacción y convivencia pacífica entre grupos de personas con diferente cultura, raza, religión, etnia, aspecto físico… en un mismo territorio; que puede deberse tanto a procesos migratorios como a la diversidad existente en el propio país. La interculturalidad, al igual que la inclusión, también cuenta con diversas barreras procedentes de diferentes ámbitos como el político, educativo, administrativo, familiar… De tal forma, para alcanzar una verdadera educación intercultural, es necesario superar todas las problemáticas existentes, por lo que habrá que llevar a cabo cambios como los que aparecen citados en el presente trabajo, referidos tanto al mismo sistema educativo (maestros, currículo, metodologías...) como a los sistemas externos al centro (cambio de leyes, eliminación de prejuicios existentes en la sociedad…). La educación intercultural no es un proyecto exclusivo de las escuelas, sino que necesita traspasar las barreras y llegar a la sociedad.


Referencias bibliográficas

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