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El documento del mes

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Julio-Agosto 2012

Historias de la "mala vida": sexo, juego y alcohol (II)

 Detalle de cuernos

      Código de referencia: ES 41003 AHPSE 1.2.1. Protocolos notariales, 17817

Título: Carta de perdón de cuernos de Diego Martín a Juan de Los Reyes, que había cometido adulterio con su mujer.

Fecha: 1625, abril, 1. Sevilla

Nivel de descripción: Unidad documental simple.

Reglas o convenciones: ISAD (G), NEDA

Nota del archivero: Francisco Fernández López

 

Nam vitiis nemo sine nascitur

Horacio.

 El diccionario de la Real Academia Española, define vicio como gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso. El documento de este mes de julio vamos a dedicarlo a algunos testimonios que reflejan algunos de estos vicios: el sexo venal, los juegos prohibidos o la adicción etílica. Desde anotaciones a modo de confesión, a dibujos eróticos, pasando por pleitos por escándalo público, son muchos los documentos que conservamos en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla que manifiestan estos excesos o, normalmente, su represión por la sociedad.

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El sexo: infidelidad, adulterio y perdón

Una tipología documental que, aunque no muy abundante, nos permite observar la incidencia de la infidelidad conyugal y el perdón por parte de los afectados en la sociedad española de la Edad Moderna, es la carta de remisión por adulterio. Estos documentos se denominaban técnica y expresivamente en la Castilla de la época: cartas de perdón de cuernos. Las cartas de perdón tenían como objetivo probar y perdonar a una persona incursa en litigio por alguna causa y una de ellas podía afectar al ámbito conyugal. Es cierto que esta documentación sólo nos informa sobre la infidelidad por parte de la mujer, pues era la que estaba tipificada como delito en la legislación vigente. El Fuero Juzgo, las Partidas y los Ordenamientos de Cortes son bastante prolijos en los asuntos relativos a la mujer, especialmente en los aspectos relacionados con el matrimonio y las causas de su ruptura y, por supuesto, el Derecho Canónico, que será inflexible en estas cuestiones y, en todas ellas, la mujer es siempre considerada autora del delito, a la que se debe castigar. En la legislación, a veces, se incluye en el mismo grupo de “desviaciones” la prostitución y el adulterio, pero, como hemos visto al tratar el sexo venal, para la sociedad de la época la primera era tolerada y admitida, sin embargo el adulterio era considerado como una de las seis especies de lujuria: la simple fornicación, el adulterio, el incesto, el estupro, el rapto y el vicio contra la naturaleza.El hecho de que el adulterio del marido no era castigado en el mismo grado que el de la mujer lo demuestra, además de la carencia de legislación específica, la inexistencia de acusaciones realizadas por mujeres o la práctica habitual de que los monarcas indultasen, en ocasiones, a los asesinos de mujeres adúlteras.

Al ser considerado el adulterio como un delito, era necesario presentar una acusación y la mujer, individualmente o con el amante, sería sometida a las penas estipuladas. Pero lo que nos interesa, en estos momentos, no es la acusación en sí misma, sino el momento en el que los maridos acuden al escribano y otorgan la carta de perdón, unas veces con la finalidad de que la mujer regrese a su lado, otras para anular el vínculo matrimonial.

El documento que presentamos es una carta de perdón de cuernos otorgada en Sevilla, en la escribanía de Mateo de Almonacir en 1 de abril de 1625. La escritura es curiosa en un doble aspecto. En primer lugar, porque en esta carta el perdón no se concede a la mujer, sino al amante. Concretamente, Diego Martín concede el perdón a Juan de los Reyes contra el que se había querellado – y había sido encarcelado – por cometer adulterio con su mujer, María de los Ángeles, con la condición de que en adelante no tuviera ningún tipo de trato con ella. En segundo lugar, por el jocoso dibujo que aparece al margen, quizás realizado por algunos de los escribanos o por el oficial encargado de escriturar el documento. Junto a la tipología documental: “perdón de cuernos”, aparece una cabeza de un macho cabrío con unas grandes cuernos y la leyenda: “éste es”. Y es que el chiste, la mofa, nunca ha dejado de acompañar a este tipo de situaciones.

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EL JUEGO.

No hubo lugar en la Península por pequeño o remoto que fuera donde el juego no se practicara y, casi siempre, con exceso. Estas maneras de pasar el tiempo fueron prohibidas por incontables leyes, disposiciones, bandos, reglamentos… Lo que nos indica que, pese a ello, tales entretenimientos resistieron las acometidas de los mandatos, al tiempo que pone de manifiesto que las insistentes normas no produjeron los resultados apetecidos por los legisladores.

La preocupación española por moderar los juegos de envite y azar se remonta al siglo XII. Las nociones de juego permitido y prohibido aparecen en la legislación tan imprecisa como ambiguos son los elementos que la conforman: suerte, envite y azar. Los juegos vetados suelen tener una nota común: la rapidez con que se suceden las jugadas y, por tanto, el azar y la suerte se deciden en escasos momentos. No se da la posibilidad de pensar o rectificar, ni de aplicar unas reglas reposadas, que jugada tras jugada puedan si no rectificar la fortuna, al menos paliar en parte la adversidad, con el consiguiente riesgo de ganar o perder fuertes sumas de dinero.

El documento seleccionado como testimonio de estos juegos prohibidos proviene de la antigua Escribanía de Guerra y Marina. Se trata de una causa criminal datada en 1766 contra Luis del Real, matriculado, sobre haberlo encontrado en el zaguán de unas casas con otros, jugando a los dados. Y es que es cierto que soldados y marineros, por razón intrínseca de su profesión, llevaban una vida irregular y, por ende, más propensa e inclinada a los juegos ilícitos.

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EL ALCOHOL.

Las bebidas alcohólicas se han utilizado siempre. Es una adicción que reina a lo largo de la historia del hombre. El alcohol representaba más que una simple bebida, era la forma de celebrar importantes acontecimientos como tener una nueva casa, la fiesta de la cosecha, las bodas y los funerales. También se utilizaba en medicina para aliviar el dolor, bajar la fiebre o calmar la acidez de estómago. Puesto que por sus efectos depresores el alcohol era un tradicional desinhibidor al tiempo que un estimulador de los sentimientos de euforia y bienestar, nada más lógico que funcionase —y así venía haciéndolo desde hacía siglos— como un procedimiento compensador de otras frustraciones cotidianas. El alcohol pasaba a ser así refugio ante la explotación y alienación cotidianas en el centro de trabajo, pero también se erigía en alternativa frente a las frustraciones de una familia trabajadora en la miseria y cuajada de fracasos y desgracias.

El papel de la taberna como núcleo social, espacio de socialización multifuncional, o lugar insustituible para el ocio, fue percibido por lo demás con notoria lucidez por los contemporáneos. El de la taberna fue en realidad un tema ampliamente tratado en la creación literaria, donde brillaba toda la formidable mezcla de prejuicios y de complejos problemas que concurrían en su espacio. En el documento seleccionado procedente del fondo documental de la Real Audiencia y que consiste en el expediente judicial a instancia del diputado del común de la ciudad de Écija, sobre arreglo de tabernas, cafés y almacenes de vino de dicha ciudad, el retrato de la taberna que realiza el fiscal no puede ser más hostil; la asociación entre la delincuencia y los vicios sociales y este indispensable lugar de encuentro y de solaz tras el duro trabajo, se destaca aquí con toda nitidez: “...el vicio de la embriaguez ha llegado a esta ciudad hasta el extremo de haber constituido a muchas personas de todas condiciones en el más detestable y perjudicial abandono. La libertad opuesta a todos los derechos con que se vende vino en las tabernas de esta ciudad es una de las causas del desorden, en ellas hay quartos para los aficionados bergonzantes, hay sitios y piezas oscuras para que se comentan en ellas las maldades más abominables, están surtidas de empanadas y otras viandas semejantes para exitar el vicio, y se tiene en las mismas casa, por lo común, mugeres jóvenes y del mejor aspecto que se pueden proporcionar para atraer a los vevedores con el incentibo de la luxuria...”  

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